La chica acababa de llegar del Liceo y aunque lucía cansada por el mismo trajín escolar, todavía le quedaban energías por consumir, pero...¡Tenía hambre!.
-¡Abuela¡,...¡Ya llegué!- esperó con detenimiento un indicio de su presencia, pero al no obtener respuesta se dirigió directamente a la cocina y pensó que ya su cena estaría lista, más no fue así. Tan solo consiguió una nota con lo siguiente:
“¡Hola , mi amor!, estoy en la clínica llevando a tu abuelita al médico y luego me voy a la oficina. Si llegas primero que yo y tienes mucha hambre, puedes prepararte algún emparedado y te sirves un buen vaso de chocolateado que yo se que te gusta. ¡Te quiero mucho!, Eva ”
María Alejandra sonrió con dulzura y recordó como su madre resolvía los problemas y como manejaba los detalles, aún los más significantes.
Se dispuso y buscó el vaso de la licuadora para prepararse su merengada y como lo encontró sucio, quizás por flojera, no lo lavó sino que consiguió otro envase y agregándole la leche y el chocolate , batió a mano su chocolateado y solo dejó de agitar cuando lo sintió apelotonado y grumoso,....¡Como le gustaba a ella!.
De pronto se acordó, que debía terminar un trabajo en su computadora y colocó el vaso repleto de su apetitoso alimento, encima de su PC, mientras realizaba su tarea y en ese mismo instante tocaron a la puerta y presagiando que fuese su abuela, salió disparada a abrir y efectivamente,...¡Era ella quien regresaba de la clínica!.
La abrazó efusivamente y reanudó su faena, mientras distraídamente, tomaba a sorbos su chocolateado. De pronto sintió un grumo demasiado grande y con movimiento en su boca y al escupir por instinto, se escandalizó al percatarse de que era la cola de un animal que convulsionaba frenéticamente.
-¡Abueeeela!!!!, Abueeeela!, ¡Abueeeela!, ¿Qué es esto?, ¡Me voy a morir!!!- la abuela Alída, al escuchar a su querida nieta gritar con tanto frenesí, corrió apresuradamente a su encuentro.
-¡Muchacha!,...¿Que tienes?, ¿Qué te pasó?-
María Alejandra se retorcía aparentemente por el dolor y daba gritos que se oían a dos cuadras de distancia.
-Me acabo de tragar un animal,...¡Creo que es un tuqueque!, me está doliendo el estómago y tengo ganas de vomitar-
-No puede ser, esos bichos son muy grandes y dañinos, tienes que vomitar porque sino te puedes envenenar-
La muchacha atribulada y desesperada, corrió hacía el teléfono y enseguida llamó a su mamá.
-¡Mami!, ...¡Me voy a morir, me acabo de tragar un tuqueque y abuela dice que son venenosos,...¡Tienes que venir rápido!-
-¿Cómo es eso?, ¡No puede ser!. ¿Cómo cayó en el vaso?
¿Donde está tu abuela?, Debe ser una lagartija, pero es raro que no te hayas dado cuenta, pásame a mamá Alída, por favor-
Eva, aunque estaba sorprendida, comenzó a reír, quizás por los mismos nervios y no lo entendía.
-¡No Mami!, no te burles que es en serio,..¡Me voy a morir! ¡Ven rápido!-
Eva, llamó inmediatamente a un médico amigo y le explicó la situación y éste la calmó al instante.
-Un tuqueque no puede ser porque es muy grande. Debió ser una lagartija que tal vez por accidente, cayó en su vaso y en su afán por salir del mismo, perdió su cola como un mecanismo de defensa que es muy usual en ellos; No te preocupes y dile a tu hija que procure tomar como precaución, un laxante o cualquier bebida digestiva por si acaso-
Ya pasada la preocupación, Eva se retorcía también, pero no del dolor sino de un ataque de risa que le dió por las ocurrencias de María Alejandra quien de paso, se había quedado dormida y rendida después del suceso, pensando que moriría todavía muy joven y......¡Envenenada!.
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