Desde fuera, puede parecer que tener un pulpo adherido a la coronilla sólo aporta ventajas, pero también esconde su lado oscuro. Es cierto, que la popularidad de que se goza con los niños en los trasportes públicos es difícil de igualar y que es imposible subirse a un autobús sin que unos dedos pequeñines embadurnados de chocolate te apunten con asombro, es cierto también que las garras de la soledad nunca consiguen atrapar con la fuerza habitual a los que tenemos un pulpo en la cabeza por razones más que obvias y no niego, que las posibilidades de ganarse la vida como cómico con un cefalópodo por sombrero son mucho mayores; simplemente con recitar la tabla de multiplicar del cuatro apartando tentáculos de boca y ojos garantiza las risotadas de un público medianamente exigente.
Otra clara ventaja es la del apodo con la cariñosamente los amigotes del barrio te bautizan. Con un pulpo en la cabeza no corres el riesgo, por muy gordo que estés, de que te llamen tapacalles. Ni siquiera si tu hermanita hizo publica esa bochornosa adolescente operación de fimosis, ni siquiera así, te llamaran pitobala. Los que tenemos un pulpo en la cabeza podemos dormir tranquilos, pues a todos nos llaman carapulpo.
En el amor un pulpo da mucho juego, y digo en el amor, que en el sexo omitiré las ventajas por obvias y, para criaturas sensibles, tal vez escatológicas. Bueno, pues en el amor un pulpo evita desde luego el peor desprecio que tu amado puede llegar a hacerte. A saber, y dicho con las palabras de algún poetastro de esos que descubren verdades para siempre: Con un pulpo en la cabeza tu amada nunca te fustigará con el látigo de su indiferencia.
Evitamos la indiferencia, aunque el odio, la repugnancia y el miedo siguen siendo causas más que habituales de nuestro desengaños amorosos.
En la búsqueda de tu primer empleo un pulpo en la cara abre muchas puertas. No sólo en el mundo del espectáculo donde siempre tendremos un hueco asegurado, sino también en trabajos grises, serios y respetables. Por ejemplo es mucho más fácil aprobar unas oposiciones de funcionario, ya que desde la reforma laboral de 1976 conseguimos que se reservaran unas plazas en cada oposición para los que tenemos un pulpo en la cabeza.
Económicamente tener un pulpo aporta sus beneficios. Por un lado está la ayuda estatal por tener un ser a tu cargo. No es mucho, pero si tienes suerte y tu pulpo no es muy exigente en las comidas y vestuarios, da para ir tirando. Por otro lado están las ventajas añadidas con el fisco por pareja de hecho.
Todas esto hace que el resto de la gente no deje de mirar con cierta envidia a los que tenemos un pulpo en la cabeza. Piensan que los carapulpo tenemos la vida resuelta y no es cierto. Nosotros tenemos muchos problemas, muchos.
Por ejemplo... por ejemplo.
Por ejemplo, nos cuesta mucho combinar con gracia una corbata.
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