Camino de tu mano sin ir a ningún lugar. Te oigo pero no te escucho. De repente la lluvia golpea mi rostro, lo levanto y la recibo como un consuelo a la monotonía de nuestro andar.

Las gotas se resbalan en mi, acariciando mis ojos, mi frente mis mejillas y llegando como torrentes a mis labios.

Me sacas del ensueño jalándome para cubrirme de ella mi único consuelo.
Te detengo te miro a los ojos y te suplico que camines conmigo. Me miras como siempre sin entenderme, pero me aceptas y caminas a mi lado.

No hablamos, solo caminamos, la lluvia vive una comunión con nuestros cuerpo, ahora somos un manantial.

Muchas gotas traviesas vagan en mi boca caen en mi garganta hacen que exhale un suspiro y me sorprendes al tomar mi boca por asalto.

Te miro como hace mucho no te miraba, nuestra respiración se ha agitado, coloco mi mano en tu espalda como para no dejarte ir, y junto de nuevo mi boca a tu boca para volver a beber de ti.

Busco saciar a mi alma, pero en vez de apaciguar la hoguera que se enciende entre mis piernas, me desespero, mi corazón late más rápido, mis uñas atraviesan tu carne y mi boca muerde tu boca buscando saciar mi hambre de ti.

Nuestra ropa mojada, ahora es nuestra segunda piel, tus manos recorren mi espalda y tiemblo sin saber si es el frío o eres tu.

Tu boca recorre mi cuello dejando libre mi mirada, la cual busca sin afán a un guardian de madera, para cubrir de los ojos inquietantes del transeúnte nuestra futura desnudes.

Mi ropa transparente te muestra mi figura y yo me deleito sintiéndome deseada, tus manos frías encuentran lo que buscan, atrapados en la celda de mi brassier, un gemido se escapa de mi pecho, ahora nuestras manos se desasen de lo que sobra y recostada contra el roble te siento de nuevo como la primera vez.

Aun llueve.....