Caminaba concentrado, saliendo de una tienda a otra, tratando de encontrar el regalo perfecto, y mientras miraba la vitrina de una sintió una presencia especial detrás de él, giró rápidamente y allí estaba Valentina estirando su brazo para tocarle su espalda y saludarlo, pues esa era su idea, pero su mano quedo suspendida sobre el pecho de él, al lado de su hombro, y ambos se rieron cómplices. Decidieron ir a tomar algo juntos y a conversar, al principio hablaron de Rodrigo, pero luego la conversación rápidamente giró a ellos, sobre sus pasiones, sobre Literatura, sobre Historia, sobre Mitología, aficiones que ambos amaban, y ni sintieron como paso el tiempo, sino fuera porque ya pronto cerrarían el local hubiesen seguido conversando, de hecho lo siguieron haciendo mientras la iba a dejar a su casa.
Mientras manejaba de vuelta a su departamento estaba feliz, sentía como si la conociera de antes y también sentía que ella pensaba lo mismo, de hecho lo comentaron mitad en broma, mitad en serio mientras hablaban de la mitología acadia. Luego, mientras esperaba en un semáforo que cambiase la luz roja pensó que quizás esto estaba mal, no podía estar enamorándose de la novia de su mejor amigo, peor aún, de la que iba a ser esposa de su amigo en algunos días, se tranquilizó pensando que era sólo era una química especial debido a que los dos sentían cariño por alguien en común, pero al mismo tiempo sabía que se estaba mintiendo.
¡Pobre doctor sabía de memoria que su corazón medía lo mismo que su puño cerrado y su circulación podía recitarla, que la sangre entra al ventrículo izquierdo, proviniendo de los pulmones a través de la vena del mismo nombre, que baja por la válvula mitral al ventrículo izquierdo y de ahí viaja a todo el cuerpo gracias a la arteria aorta, pero era incapaz de entender los sentimientos que en él anidaban!
Fatigado llegó a su casa a descansar, y mientras hacía una receta a un paciente al otro día en el hospital, escribió el nombre de ella sin querer 3 veces, realmente estaba mal nuestro joven doctor.
Terminado su turno salió a caminar un rato, siempre caminar le sirvió para ordenar sus ideas y unir los cabos sueltos, y tenía más de una idea en su cabeza y más de un cabo suelto debía unir. Por un lado estaba la lealtad, la lealtad a su amigo, a su casi hermano, y por el otro ese fuego que sentía por ella, miró el cielo como preguntando por qué. Luego su vista siguió el volar de las gaviotas, como deseó tener alas y volar, volar y huir lejos, se rió al notar que no había madurado nada, desde niño que tenía el mismo sueño, tener unas largas alas negras.
El sonido de su celular lo despertó de sus pensamientos, era un mensaje de ella, quería verlo, grande fue su sorpresa cuando ella le confesó exactamente lo mismo, de los sentimientos que había en ambos y que también trataba de negarlos, de esta sensación de conocerse de antes, de estar hecho el uno para el otro, de la impotencia que sentía, de la confusión en que estaba.
Hablaron horas, se preguntaron por qué el destino jugaba con ellos, por qué no se conocieron antes, por qué existían esta clase de pruebas.
Decidieron que lo mejor era no verse, quizás ésta era sólo una atracción pasajera, y el daño que se produciría no sólo les afectaría a ellos, sino también a una tercera persona.
Acaso tratando de evadirse de todo esto, tomó unas pastillas para dormir, para no despertar, para no pensar y soñó… soñó con alas. Estaba tendido de bruces en el suelo, en un suelo hostil, árido, giró su cabeza instintivamente y con sus manos trataba inútilmente de sentir su espalda, y sus alas, sus enormes alas negras estaban heridas, rotas. Pero pese al dolor físico, la angustia lo consumía, la opresión en el pecho era cada vez más fuerte, debía pararse, debía encontrarla. Al fin logro erguirse, pero a rastras, en el suelo había otros como él, miles como él tirados y heridos sobre esta tierra seca, sobre ese yermo muerto. Trataba de buscarla mas no la hallaba. Rengueando, herido, la buscaba, pero no la encontraba. Sus alas de gigante en la tierra le estorbaban, las traía arrastrando sobre el desierto…Al sexto día abatido por la tristeza, condenado por la desesperación de no encontrar a su amada se suicido ahorcándose en un leño…
Despertó triste, hoy se casaban, había decidido que después de la boda se iría lejos. El sabía que su presencia cerca sólo acarearía tristeza, dudas y deseos oprimidos.
Nunca hubo tanta melancolía e impotencia en una boda, como la que tenían ellos, saber que se amaban, pero que jamás podían estar juntos, estaban malditos…
Apenas empezó la fiesta se despidió de Rodrigo con un fuerte abrazo, explicándole que se sentía mal, pero que estaba feliz por el, por ambos. De ella se despidió con un suave beso contenido en la mejilla.
En la noche de bodas, ella soñó con él, soñó que caminaba desesperada por un desierto hasta que lo vio ahorcado y su alma destrozada murió en aquel momento. Despertó llorando sabía que no soportaría verlo por segunda vez así, 6000 años atrás no aguantó la pena y se suicido junto a él. Prendió el televisor y en las noticias escuchó como un joven doctor se había suicidado en su departamento…
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