Dedicado a Isil
“Exilé sur le sol au milieu des huées
Ses ailes de géant l'empêchement de marcher.”
Charles Baudelaire, L' Albatros.
El joven doctor al llegar a su departamento, casi ni se fijó en la rumba de papeles, sobres y cartas que aguardaban impacientes por él, al lado de su limpiapies. Era tanto su cansancio luego del duro turno del hospital, que no cabían en él otras ganas que no fueran las de ir directo a descansar sobre su cama, de hecho sólo en esto pensaba mientras aún giraba lentamente la llave en la cerradura. Cuando entró casi involuntariamente (e ignorando su existencia) empujó los sobres y caminó de memoria a su dormitorio para luego literalmente tumbarse sobre su cama, sin ni siquiera sacarse la ropa o taparse con el cobertor, como suele hacer la gente normal.
Tenía un sueño profundo, pesado, de esos que sólo se tienen luego de haber agotado todas tus fuerza durante el día, e incluso más, cuando se han consumido tus fuerzas de adentro. Mientras soñaba recordó que estas imágenes ya las había visto antes, quizás cuando niño soñó lo mismo. Soñaba que caía y caía, cada vez más rápido, cada vez con mayor velocidad, sentía como el aire se hacía viento, un viento helado que golpeaba su rostro y al mismo tiempo hacía que sus cabellos se alzaran solos.
El reloj implacable sonó a las 16:00 hrs, y el doctor abrumado por su deber se levantó deseando dormir todavía. Se metió rápido a la ducha como temiendo que si se demoraba más, pronto se arrepentiría, se lavo, secó y vistió, después se puso a preparar su desayuno-almuerzo a la hora que todos los demás mortales tomaban su once, esa hora de la mitad de la tarde donde se toma té, maté o café según sea el gusto de quien lo consuma. Luego de tomar su desayuno-almuerzo-once, recogió unas carpetas, cerró la puerta de su departamento, bajó el ascensor, cogió su auto y se dirigió raudo al hospital, como todos los días. Era bastante monótona su vida, hay que decirlo, tiempo atrás tuvo una novia, pero había terminado con él porque según ella “él no le tomaba nunca atención”, a pesar que pasaban todos los días juntos, bueno él también era algo desmemoriado, sobretodo con las fechas… Tampoco tenía amigos, ni menos mascotas, pobre de ellas, si su último hamster casi murió de inanición!! ¡Con suerte se alimentaba él, que se iba de acordar de otro animal!! Si no fuera por su ex novia, veterinaria, de seguro hubiese muerto. Está bien, lo encontraba algo tranquilo para ser hamster y cuando lo abrazaba no se movía, pero nunca se le pasó por la mente que estaba casi muerto, bueno quizás en eso se parecían.
Durante su turno se sentía cansado, abatido, más de lo habitual, así que aprovechando un descanso, se acomodó en una camilla y se puso a dormir.
De nuevo el viento helado chocaba contra su rostro, tanto que le impedía abrir los ojos, hizo un esfuerzo para mirar hacia los lados. Así descubrió que eran varios los que caían junto a él, trató de distinguir una figura conocida, y en ese mismo instante un dolor inconmensurable, un estruendo y una polvadera.
Despertó sobresaltado, había caído de bruces al lado de la camilla, su mente médica rápidamente asoció esto a su sueño y buscó una explicación lógica a éste.
De vuelta en casa, al otro día, con más tiempo puso atención a la correspondencia que había ignorado antes, y en medio de cuentas, notificaciones, suscripciones de revistas y cartas, encontró un parte de matrimonio. Se casaba Rodrigo, su mejor amigo en la universidad, a quien no veía desde que se graduaron juntos. En aquel mismo sobre había una nota, en la cual le pedía que se juntasen, ya que faltaba poco para el matrimonio que iba a ser en este puerto, en la cuidad natal de ambos, deseaba conversar con él y también quería presentarle a su novia.
Adentro, además, venía una foto de la joven pareja, se rió al ver que Rodrigo en la foto estaba igual a la última vez que se habían visto y cuando vio a la prometida de su amigo, exclamó sin querer en vasco: Ze polita! (¡Qué linda!), luego sonrió al comprobar que a la futura esposa de su amigo tenía el mismo problema que él con los flashes… -Malditos flashes siempre te dejan los ojos rojos- pensó.
A continuación tomó el celular y llamó a su amigo, entre bromas y recuerdos se pusieron de acuerdo para juntarse en el centro de Valparaíso, en unas horas más, para tomar algo y seguir recordando..
No hubo nada más sincero que aquel abrazo entre esos amigos, aquella tarde en aquel café. Un abrazo fuerte, de hermanos, la distancia los había alejado, pero ahí estaban de nuevo como si no hubiesen pasado 5 años, es por eso que quería que fuese su padrino, no concebía que fuese otro, esa era una de las razones de aquella reunión, luego de las bromas de rigor le presentó a Valentina, su futura esposa, y él esbozando una sonrisa pensó en su interior que aún tenían los mismos gustos. La conversación fue grata, amena, distendida como 3 amigos que se conocieran de antes.
Al llegar a su departamento envidió sanamente a su amigo y le deseo lo mejor, ojala encontrase él alguien así y con esos ojos, pensó sin querer, porque ella realmente tenía unos ojos bellísimos, penetrantes, desgarradores, y meditando aún en aquellos ojos se durmió.
Sentía un dolor muy grande en todo el cuerpo, un dolor difícil de explicar, un dolor que le recorría cada hueso, cada músculo, cada extremidad, trataba de moverse, pero se sentía como pegado a ese suelo duro, infértil, donde había caído. Este dolor le recorría cada parte de su cuerpo, sus manos, sus piernas, su rostro, su espalda. Por dentro otro dolor crecía, un angustia, una opresión le consumía el pecho, un deseo de encontrar a alguien.
Otra vez el despertador lo trasportó del mundo de los sueños al reino de la realidad, pero hoy tenía día libre así que aprovecharía de descansar y pasear por el Mall en Viña del Mar para encontrar el regalo para la boda.
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