¿Diga?
-¡Feliz Cumpleaños, guapa!
-¿Perdón?
-¡Anda!, a ver si me he equivocado, ¿No era hoy?
-¿Mi cumpleaños?
-Sí, sí, ¿era hoy, no?
-Sí… ¿pero quién eres?
-Soy yo, Alfredo.
-Ah, pues creo que se ha equivocado, ¿eh?
-¿Cómo? Ah, que no eres Isabel entonces, ¿no?
-No, no…
-Ah, perdone. ¿Qué casualidad, no?
-¿Cuál?
-No, que digo que qué casualidad. Que también es su cumpleaños.
-Ya, sí… pero ya le digo que no le conozco.
-Bueno, pero de todos modos, ¡feliz cumpleaños, cómo se llame usted!
-Ja, ja… bueno, gracias. Venga, hasta luego…
-¿Cómo se llama?
-¿Perdón?
-Ay, disculpe. No me lo diga si no quiere.
-Eh… no pasa nada. Me llamo Marta.
-Pues Marta, feliz cumpleaños para ti también, ¿he sido el primero?
-Pues sí.
-¿Qué cosas, no? No nos conocemos y soy el primero en felicitarte.
-La verdad es que es raro… bueno, pues nada, gracias ¿eh?.
-Una vez a mí me pasó lo mismo.
-Oiga, que le cuelgo.
-Alfredo, me llamo Alfredo.
-Ya, bueno, muy bien Alfredo. No te conozco de nada y no quiero ser borde pero voy a colgar, ¿vale?.
-¡Espera!, ¡Marta, Marta!
-A ver, ¿qué?
-No quiero ligar contigo ni nada de eso, ¿eh?. Joder, ahora me siento ridículo. Marta, que sepas que me has caído bien.
-Anda ya, ¡pero si no me conoces!
-Bueno, pero esta es una forma de conocernos como otra cualquiera. Un poco raro, pero…
-Sí, efectivamente, es raro. Comprenderás que me mosqueé.
-Ahora ya confías algo, ¿a que sí?
-¿Por?
-Me has tuteado. Es que antes me tratabas como si se fuera a vender un seguro, ¿no ves?
-Aunque te trate de tú no sé nada de ti... y ya hemos hablado bastante.
-Pregunta.
-¿Preguntar qué?, ¿sobre ti?
-Sí, venga. Así nos empezaremos a conocer.
-No me apetece, tío, déjalo ya, ¿vale?
-Alfredo, me llamo Alfredo.
-Alfredo, a ver. Vamos a ver…
-Sí…
-Que si esto es una broma ya está bien, que me estoy cansando.
-No, no. Marta, escucha, yo pensaba que llamaba a una amiga y te has puesto tú, de verdad. Ha sido casualidad. Y no sé, ahora me cuesta trabajo colgarte porque sé que si te cuelgo no volveré a hablar contigo nunca, ¿me entiendes?.
-¿Pero para qué quieres que sigamos hablando?
-Ya te lo he dicho. Porque me caes bien. Es como si presintiera que mereces la pena. Ya sé que parece muy… tonto. Pero me suelo dejar llevar por las intuiciones y bueno, me va bien, ¿sabes?
-¿De verdad?, o sea, ¿que haces esto muy a menudo?
-¿El cual?
-Llamar a chicas de casualidad.
-No, no, no. Bueno, vale, cuélgame cuando quieras, ¿vale?. Ya te digo que no quiero ligar contigo ni nada de eso.
-¿Y entonces?
-Buf… no lo sé. Es simplemente que no quiero dejar de hablar. No sé cómo llamar a esto. No he pensado nada. No sé.
-Yo diría que se llama ligar.
-¿Tu crees?. No, no… bueno, me ha dado el bajón. Ahora sí me siento como un capullo.
-Un poco capullo si que estás siendo, la verdad.
-¡Oye!, yo no te he insultado.
-Lo digo en broma. Pero tienes que comprender que… bueno.
-Que ya, que ya…
-Es raro que me llame un tío que no conozco de nada y de buenas a primeras me diga que merezco la pena y qué se yo.
-A ver, espera, espera. ¿Cuándo dices raro qué quieres decir?
-Pues eso, raro, extraño.
-Bueno, vale, es raro. ¿Pero te ha parecido mal?
-A ver… mal, no. No sé, depende de la intención. Si es una broma...
-¿Pero y porqué te iba a gastar una broma así? Joder, si me has caído bien aunque no te conozca pues te lo digo y ya está. Total, a mí me gusta decírtelo y no creo que a ti te parezca mal. O por lo menos no he querido ofenderte ni nada.
-Que ya… Vale, vale. Bueno, Alfredo, gracias. La verdad es que en general somos desconfiados y si te dicen cosas agradables, más.
-Pues así es lo mejor. A mí me gusta decir que cada vez me caes mejor sólo porque sí. ¡Me caes de puta madre, Marta!
-Ja, ja, ja… Al final lo vas a conseguir.
-¿Ligarte?
-¡No!, que no te cuelgue.
-Ah, vaya. ¡Pensé que te estaba ligando!
-No, de eso nada. Además, por teléfono no vale.
-¿Y eso?, oye, que no soy nada feo.
-No, si no lo digo por eso. Además, no querías ligar.
-¿Y tú?
-¿Yo?
-¿Tú quieres ligar?
-Bueno, no te pases. A ver...
-Vale, oye, es una broma, si el que te está dando la brasa soy yo.
-Pues sí.
-Pero de todas formas... ¿si quisiera ligar contigo?
-Pues entonces te colgaría.
-¿Así, sin más?, ¿no me darías ni una oportunidad?
-No, no me gustan los pesados.
-¿Pesados?, ¿como yo?
-Hombre un poco pesado sí que eres, ¿no?
-Joder Marta, pues perdona, me parece que no tienes porqué ponerte borde.
-¿Yo no puedo hacerte bromas?
-Pues depende.
-¿De qué?
-Bueno, déjalo. Oye, que a lo mejor me estoy pasando, es verdad. Además me estoy gastando un montón... diez minutos llevamos más o menos.
-¿Además eres tacaño?
-Joder. No, no es por el dinero, ya sabes. Al final has conseguido que me sienta ridículo.
-Bueno, tú has empezado.
-Ya... bueno, es que así de primeras puedo parecerte muy lanzado pero luego... bueno, pues no soy nadie. Me estoy poniendo hasta nervioso. Soy un capullo, ¿no?
-Alfredo, vamos a ver, si creyese eso no estaríamos hablando.
-Ya... joder, ¿te gusta castigar, eh?
-¿Yo castigar?, ¡Sí, vamos!. En todo caso será al revés. No, no, de eso nada.
-¿Al revés?
-Sí, que más bien... bueno, todos tenemos nuestras cosas y yo...
-A ti también te han dado palos.
-Sí, claro. ¿Pero como a todo el mundo, no?
-A todo el mundo, no. A mí y a ti puede que sí. Pero no a todo el mundo. Supongo que algunos tenemos peor suerte.
-Bueno, sí. No, la verdad es que a mí no me ha ido muy bien.
-¿Nunca has sentido que eras la única persona en el mundo capaz de darlo todo por otra persona y al final... te dejan tirado?
-La historia de mi vida. Ja, ja...
-Pues yo igual. Marta, ¿y ahora?, ¿en qué fase estás?
-Ahora no pienso en esas cosas. Estoy tranquila, en lo mío.
-Yo igual. Bueno, mi método para no pensar demasiado es salir de fiesta todos los días que puedo y hacer horas en el trabajo como un burro. Porque así estoy siempre tan cansado que cuando me quedo solo me duermo como un ceporro, ¿sabes?. No le doy más vueltas.
-Tú que puedes. Yo estoy opositando desde hace año y medio.
-Joder, que horror.
-Calla, calla. A veces me dan ganas de...
-¿De?
-Yo que sé. Te hartas, tanto tiempo metida en el temario, sin saber nada del mundo. Te olvidas hasta de ducharte. No hago más que ver la tele que me tiene aburrida...
-Bueno, Marta, no me quiero meter en tu vida, pero yo también me saqué las oposiciones y no por eso dejaba de hacer otras cosas.
-No, pero bueno, yo lo llevo bien. Soy muy paciente.
-Ni de coña. Vamos, con perdón. Que no es bueno quedarse en casa sin ver el sol.
-Hombre, que tampoco es para tanto. Que no soy una monja.
-Que no, que no digo que abandones los estudios, pero tienes que darte permisos para desmadrarte. Por ejemplo, ¿qué vas a hacer este sábado?
-¿Cómo?. ¿Me vas a proponer salir?
-¿Eh?, ¡no!. Que no tía, es por poner un ejemplo. Pues bueno, ¿qué hiciste el sábado pasado?
-Mmm... creo que nada especial, la verdad.
-Vale. ¿Y el sábado pasado al pasado?
-Uf, no me acuerdo... yo que sé.
-¿Cuando fue la última vez que te fuiste de juerga con tus amigas?
-Bueno, Alfredo. Yo que sé. Es que yo no soy de ir a emborracharme. Soy más tranquila.
-Quiero decir al cine o a tomar un café o dar paseos, ¡yo que sé!, ¿qué has hecho esta semana?
-Pues... nada, la verdad. Ver películas en casa. Y leer.
-Leer.
-¡Vale!, ¡es verdad!. ¡Me aburro!. Pero eso ya te lo he dicho, no has descubierto nada.
-¿Y porqué no llamas a tus amigas y haces algo?
-Es que cuando me vine a vivir aquí... las he perdido de vista.
-¡Pero si llevas año y medio viviendo aquí!
-Alfredo, ¡me estás agobiando!. Yo que sé, no estoy muy sociable. La verdad es que no tengo ganas de ver a nadie. Este encierro me está comiendo el humor. Y es que, ¡no tengo porqué darte explicaciones que no te conozco!
-Precisamente por eso. Me puedes decir lo que quieras, como si te estuviera confesando un cura.
-Ja, ja... eso también es verdad.
-Oye, yo también pasé una temporada como tú.
-¿Y cómo sabes qué me pasa a mí?
-Joder, pues porque me pasó a mí también.
-¿Pero tú que coño sabes?. ¿Qué te has creído, tío?
-A lo mejor es que yo también tengo problemas y los problemas que tenemos no son únicos, ¿sabes?. No me hace falta conocerte mucho para darme cuenta. ¿O crees que eres la única que...
-¿Que qué?
-Pues eso.
-¿Eso, qué?
-Pues depresión y esas cosas. Que cada vez le coges más miedo a asomar la nariz a la calle, que cuando te quieres dar cuenta estás más solo que la una y como estás solo no tienes a nadie a quién contárselo...
-Vamos, que te doy mucha pena y estás de teléfono de la esperanza.
-No, me encantas. Marta, te lo he dicho antes de todo. ¿Me oyes?, me has encantado desde el principio.
-...
-¿Estás enfadada?
-Vaya...
-Me he metido donde no me llaman, ¿no?
-No. Lo que me jode es que me juzgues tan a la ligera. Que no me conoces de nada, tío.
-Bueno, pues olvida lo que he dicho. Me habré equivocado.
-No es tu culpa. Es que estaba tan tranquila en casa y de repente te llaman por teléfono para llamarte fracasada. Un desconocido además. Debe de ser muy evidente.
-Joder, Marta. Yo no te he llamado fracasada.
-Pues parece que me quieres refrotar todas mis miserias.
-Joder, no. Bueno, la verdad es que lo he dicho un poco a ver si acertaba. No pensaba que te sentías tan así.
-Pues mira. Has metido la pata, tío. Si querías ligar la has cagado pero bien.
-Bueno, pero no lo pagues conmigo.
-Ya, que me vas a decir que en realidad estoy enfadada conmigo misma porque me falta autoestima y esas mierdas, ¿no?.
-¿Y tú qué crees?
-Pues que mi vida será una mierda pero nadie tiene derecho a...
-¿A qué?
-A hacerme creer que si soy una maravilla que si tal... y luego decirme que soy una mierda en realidad.
-Oye, a ver. A mí me pareces una maravilla. Quizás me pareces maravillosa por tu depresión, ¿no?. Una cosa no quita la otra.
-¿Pero tío, qué coño dices?
-Oye, ya vale. Joder, tía. Mucho te quejas pero a la mínima que alguien quiere acercarse a ti, le ladras.
-Joder, pues tío, no me agobies.
-Además, ya te he dicho que no quería ligar contigo.
-¿No?
-Pues no. ¿Debería?
-Haz lo que te de la gana. De todos modos, seguro que si...
-¡Di!
-Nada.
-No, dime, por favor. Seguro que si...
-Que paso, tío... que bastante he hecho ya la patética.
-Me llamo Alfredo. Marta, por favor, dímelo.
-Joder. Que no soy precisamente una tía buena.
-Bueno, yo no soy Brad Pitt.
-Has dicho que no eras feo.
-Tampoco soy guapo, guapo. Del montón.
-Mira. Mido uno sesenta y tres y peso cientoquince kilos, ¿lo entiendes? Y va para arriba porque no hago más que comer, soy una bulímica de manual, ¿todavía quieres ligar?
-Marta, escucha.
-¿Qué?
-Me pareces una chica muy atractiva.
-No sé si mandarte a la mierda, Alfredo. ¿Te estás cachondeando?
-Y tu voz es muy bonita.
-Oye, esta conversación...
-Marta. Eres una tía sensacional, no me cabe ninguna duda.
-O sea, ¿que con esto que te he dicho quieres ligar conmigo?
-No, no. Ya te he dicho que no quería ligar.
-¿Eres marica?
-Ja, ja, ja. No, no es eso. Simplemente... quería hablar contigo y conocerte porque imaginaba que eras así.
-¿Así, cómo?, ¿qué quieres entonces?
-No sé, supongo que quiero lo que quiere un amigo. O alguien que te quiere.
-Ya. Yo creo que dices eso porque ya sabes que soy una gorda. Pero bueno, a ver, qué.
-Que no, Marta. Es muy sencillo. Pues no quiero decirte lo que tienes que hacer. Simplemente estar al lado y si hace falta apoyar.
-¿Apoyar por teléfono?
-Sí, porque todos sabemos lo que tenemos qué hacer pero no lo hacemos porque estamos esperando una especie de señal, como un semáforo con la luz en verde.
-¿Se supone que yo sé lo que debo hacer?
-Sí, Marta, claro que lo sabes.
-Ya...
-Te digo yo que lo sabes.
-Si te dijera lo que pienso hacer todos los días pensarías que estoy loca.
-Nada de eso. No creo que estés loca.
-Si no hago eso que te digo... es por los demás, ¿sabes?
-Ellos tienen su vida y tú la tuya. ¿Cambian los demás su vida para darte el gusto a ti?
-Es que es muy fuerte. Yo...
-Alguien que te quiere no te trata como a un niño subnormal.
-¿Sabes de lo que te hablo?
-Marta, de verdad que sí. Y ya ves que no te digo ni que sí ni que no. Sólo te digo que eres maravillosa.
-Joder...
-No lo hagas si no es el momento.
-Alfredo...
-Dime.
-...
-¡Marta!
-...
-¿Estás?
-Alfredo, no te vayas, no me cuelgues.
-Estoy aquí.
-Nadie más me ha llamado para felicitarme, ni creo que me vaya a llamar nadie más... aunque haya sido casualidad.
-¿No soy suficiente?
-Supongo que eres suficiente, sí.
-¿Pues entonces?
-Entonces, ¿qué?
-¿Qué haces?
-Joder...
-Marta, ¿qué vas a hacer?
-...
-Háblame.
-Alfredo, prométeme que no me vas a colgar.
-Ni hablar.
-¿Puedes esperar un momento?
-Claro.
-...
-¿Hola?
-...
-¿Estás?
-...
-¿Marta?
-Hola... ¿qué tal, Alfredo?
-¿Entonces?
-Ya está... hazme un favor.
-¿Qué?
-Háblame de ti.
-Pues me llamo Alfredo, tengo treinta y tres años... ¿Marta?
-Sí... habla...
-Y tengo algo de entradas pero me cuido el pelo. Trabajo en el ayuntamiento y llevo las... ¿estás?
-Sí...
-¿Marta?
-Lo he hecho...
-¿Lo has hecho?
-Sí...
-Bien, Marta.
-sí...
-Marta, te quiero.
-...
-Muy bien, mi niña.
-...
-Adiós.
* * *
-¿Quién?
-¡Feliz Cumpleaños, guapa!
-¿Cómo?
-¿Es que no era hoy?
-¿Pero quién eres? |