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Inicio / Cuenteros Locales / lajuanita / DIARIO DE UN VIAJE FELIZ(parte1)

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qPor fin me levanté y el almanaque señalaba el día 22. El colectivo salía a las 13hs desde Retiro a Bariloche y faltaban todavía tres eternas horas. Por uno de esos milagros (bah, en realidad los bolsos pesaban una bocha), esta vez no tomamos el benemérito 130 sino el extrañado y amado taxi. Me hice unos mates, me fumé un cigarrillo y fui al baño con una revista, como todas las mañanas. Un rato más tarde el chofer nos tocaba el portero para que vayamos bajando. Mariela creo que llevaba todo el placard, no toda la ropa del placard sino el mueble en sí. Ella bajó con la matera y yo con la valija en una mano, y el bolso “hernia de disco” en la otra. “Menos mal que ya fui”, pensé yo, sino me desgracio acá mismo en la escalera del edificio y lo peor es que no voy a tener tiempo de limpiarles ni un mísero escalón. Todo lindo, charlando pavadas hasta llegar a la terminal y casi me estrolo contra el piso, porque como siempre, me bajo con el auto casi en movimiento, ya que no me gusta que me abran la puerta. Otro cigarrillo antes de la llamada por el altavoz y cuando se escucha el número de viaje, derecho a hacer el último pis en algún baño en tierra firme. Porque después, veinte horas de viaje, haciendo como si estuviese dentro de una coctelera, no se lo aconsejo a nadie. Mucho tiempo había pasado desde la última vez que nos tomamos un coche cama así que no sabía que esperar. Cuando llegué al asiento, pensé “alguien se olvidó la manta para el perro” pero no, eran nuestras frazadas de viaje, junto con la mini- almohada, que cuando uno la ve, va acompañada instantáneamente del siguiente pensamiento “¿como hago para afanármela o como me la llevo?”, cuando en realidad la feta esa de goma espuma no sirve para nada. Pero es como el afán recuerdista que tiene cada uno, como pasa con el jabón de los hoteles. Nos acomodamos a dos butacas de distancia de la tele, porque esta vez pensaba ver las películas, fueran cuales fueran, salvo claro que pusieran otra vez como en las últimas dos oportunidades “Mambo Italiano” una pseudo comedia o comierda de unos pseudos italianos. A los pocos segundos el acompañante del chofer ya repartía las bandejitas con sándwiches de miga y galletitas, de las que di cuenta a la brevedad, no vaya a ser que después pise la bandeja y eche todo a perder. Todo muy lindo, el piso de abajo casi desierto, las amplias butacas que invitaban a la siesta, pero claro está, faltaba pasar por Liniers. Y ahí se produjo la hecatombe, la debacle, la molestia de todo viaje. Fue cuando subieron los dos abuelos, que de ahora en más llamaremos “los insoportables” (creanme estoy siendo benévolo) y su nieta, a la que no le cabe mejor mote que “la taradita” no porque tuviera algún problema mental, sino por su estupidez, lisa y llanamente. La “taradita” que se la pasaría anotando cada diez minutos en su diario de viaje y contando en voz alta sus apuntes y la que nos tendría horas y horas escuchando su perro tararear de los temas del último CD de “Operación Triunfo”, en especial la canción “Nada fue un error” de “Coti” que en su voz parecía el Coti, pero el Coti Nosiglia.
Aquellos que se quieran enterar lo que paso con la taradita, y las anécdotas del guía zurdo y del guía de derecha, como del momia dueño del hotel de Bariloche, como de la loca que viajaba en el piso de arriba o de mi miedo a subir en el teleférico, o el increíble apellido del líder de la comunidad hippie en el Bolsón, no tienen más esperar a la segunda parte.

Texto agregado el 06-06-2006, y leído por 153 visitantes. (0 votos)


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