Mi impulso me llevó a enamorarme de vos en el instante posterior a aquel en el que nuestras sonrisas se miraron.
Durante los días que siguieron me dediqué a romper las rejas con las que había protegido a mi corazón de los ladrones que andaban sueltos. Si eras uno más de ellos, ya no me importaba demasiado.
Me hiciste aprender que ni los pájaros ni los corazones conocen verdaderamente la primavera desde el interior de una jaula.
Rojo fue el color de esa época en que tuve tus abrazos.
Nuestros silencios decían tanto que llegaban a aturdirme.
El aroma de los pasillos que transitamos me trae aún ese indescriptible sabor a amor.
Pero la arena del reloj, tan impulsiva ella, terminó por dejarse llevar por la fuerza de gravedad y nuestro tiempo se escurrió dejándome en medio de un incendio y sin poder pedir auxilio.
Hoy soy las ruinas de esa casa que alguna vez tuvo fuego en su interior.