Llueve. Hace frío. Con las manos en el bolsillo, Cepillo Godoy reniega de su valentía. No se atreve a entrar al almacén de Don Gregorio.
Esta noche estará por primera vez con una mujer. Será su novia. Ambos descubrirán que más allá de sus cuerpos hay un portal que deben cruzar. Este signará sus vidas y forjará conocimientos desde la experiencia.
Da vueltas. Con el vapor de su boca calienta sus manos.
Llego a la esquina de Cervantes y Boulevard Sarmiento (corazón del barrio “La Bolsa”). Voy a comprar vino y soda. Noto su nerviosismo. Hay indecisión en su rostro. Lo saludo:
- ¿Cómo anda Cepi?
- La verdad... medio cagau.
- ¿Cagau? ¿Por qué... qué pasa boludo?
- ¡Nada! Esta noche la Sandra se queda sola en la casa y bueno... vamos a aprovechar que los viejos no están...
- No me digas que hoy entrega...
- ¡Siiiiiii! Habla despacio, Caio, no seas buchón.
- ¡Qué despacio! Si estamos los dos solos. Aparte tenés que estar contento, pensá lo que te vas a comer.
- Contento estoy; pero si no consigo forro no va a pasar nada.
- Pero boludo compralo acá... si Don Gregorio vende.
- Si ya se, pero es que no me animo. Esta tu tío Daniel atendiendo.
Miro hacia dentro del almacén. Efectivamente, es mi tío el que atiende. Espero que no haya más clientes en el negocio. Lo llamo y le explico la situación por la que atraviesa mi amigo. Cepillo se hace el distraído. Se muere de vergüenza. Acabo de contarle (nada más ni nada menos) que al pastor de la Iglesia Pentecostal el motivo de su impavidez.
Me dice que lo llame. Lo hago. El tío Daniel rodea con su brazo el cuello de Cepillo, lo pone frente al mostrador y le dice:
- M´hijo ... vergüenza hay que tener para robar no para comprar un simple forro. La próxima vez que tenga ganas de usar uno de esos – señala una cajita de Camaleón- se para frente al mostrador, saca el vigilante, lo apoya acá arriba y dice: “No tiene un ponchito para este gauchito”...
Semejante consejo sirvió para aflojar la tensión de Cepillo quien a partir de ese momento pasó a ser uno de los clientes más fieles de Don Gregorio.