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Pier Ángelo poseía muchas virtudes. Era un hombre de una inteligencia brillante y dueño de una gran simpatía, la que le había permitido cultivar un sinnúmero de amistades. Pier Ángelo amaba a Maclovia. Pero, para ella, Pier Ángelo sólo podía ser un admirador y eso, con muchas cortapisas. Pier Ángelo medía exactamente noventa y ocho centímetros, Maclovia, un metro ochenta, lo cual era una diferencia irreconciliable entre ambos, agravado esto por el hecho de ser Maclovia una despampanante modelo que rutilaba en la escena nacional. Por lo mismo, todo lo que ella hiciera o dejase de hacer, trascendía de inmediato en los medios de comunicación y hasta una eventual cercanía con Pier Ángelo podría ser objetada por el menoscabo que sufriría su importante imagen.

Y he aquí que el pequeño hombre, la contemplaba con ojos lánguidos y siempre a prudente distancia, puesto que los guardianes de la joven le cercaban el paso a todo aquel que quisiera aproximarse a la bella modelo. Por lo mismo, Pier Ángelo agitaba su manita y saludaba a grandes voces a la chica y ella le lanzaba una sonrisa gélida.

Años antes, ambos habían vivido en el mismo barrio, pero apenas Maclovia incursionó en las pasarelas, se mudó a un sector más elegante en donde arrendó un lujoso departamento. Y fue entonces que el pequeño hombre supo cuanto la amaba y lo imposible que sería conquistar su corazón. Y como los imposibles a menudo obsesionan, más que conducen a la resignación, Pier Ángelo se sumió en un estado tal, que se olvidó de todo lo que no fuese la bella joven y desde entonces, su vida se transformó en una enfermiza fijación por ella. Su modesta pieza estaba tapizada con las fotografías de Maclovia y el pequeño hombre se pasaba tardes enteras contemplando a la que devoraba su corazón.

Intentó muchas veces acercarse a la joven, pero el aparato de seguridad que la rodeaba era tan inexpugnable como el que utilizaba el mandatario de la nación. A tanto llegaba se desesperación, que le enviaba mensajes con los periodistas y estos le prometían hacérselos llegar a la joven, cosa que nunca ocurría, puesto que sus encendidas cartas eran leídas entre risotadas por los hombres de prensa.

Pronto apareció un chico que también se había obsesionado con la joven, pero que tenía mejores posibilidades de seducirla, ya que era el hijo de un poderoso empresario y que además de ser muy buen mozo poseía una estatura más adecuada.

Sabedor de los intentos de Tomás por conquistar a la muchacha, Pier Ángelo se acercó a él para tratar de llevar a cabo un plan que había discurrido hacía tiempo. Entonces le dio a conocer al muchacho los gustos de ella, sus colores y aromas preferidos, todo lo que él había leído y recopilado con minucioso afán.

Por lo tanto, cierta noche apareció en el departamento de Maclovia, un empleado con una enorme caja envuelta en papel de regalo. Al abrirla, Maclovia se maravilló al contemplar el peluche más grande y más hermoso que había visto jamás en su vida: un oso de piel sonrosada que parecía sonreírle arrobado. Una tarjetita le indicaba que Tomás Viricochea, el hijo de Julián Viricochea, afamado empresario, era quien le había regalado aquello. La chica sonrió coqueta y después de despedir al empleado hizo algunos cálculos alegres. En realidad, ella conocía a Tomás y no le era del todo desagradable pero, sobretodo, le seducía estar emparentada con uno de los hombres más influyentes del país.

Esa noche, la chica se desnudó como de costumbre -odiaba usar pijama o cualquier otra prenda, cuando se entregaba a los brazos de Morfeo-, colocó a Sebastián, que así había apodado al peluche, a su lado y como ese día se había caracterizado por ser uno de los más agotadores, se durmió enseguida, abrazada al peluche.

El asunto es que el peluche pareció cobrar vida esa noche y se apegó al cuerpo de la bella chica, quien dormía profundamente. La noche transcurrió febril para el peluche e ignorada para la bella durmiente.

El asunto es que Maclovia no quiso separarse nunca más de aquel peluche y pese a que se casó con Tomás, el voluminoso juguete siempre estuvo en medio de ambos.

Con respecto a Pier Ángelo, nunca más se supo de él y todos presumieron que, agobiado por su reducida estatura, había decidido abandonar la ciudad para buscar un lugar que lo satisficiera mejor. Quienes pensaban eso, no estaban para nada errados…












Texto agregado el 06-06-2006, y leído por 306 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
07-06-2006 Ayy Gui, hasta de lo menos pensado sacás un relato y siempre es genial. Pobrecito Pier convertido en peluche, pero feliz. Besos y estrellas. Magda (astuto el chiquitín) gmmagdalena
06-06-2006 Te felicito por tan magistral relato. No sólo tiene gracia y es interesante, sino que además tu estilo es magnífico. Sabes cautivar muy bien la atención del lector. Mis estrellas ***** eneas
06-06-2006 Ingenioso y divertido tu texto. Gracias por compartirlo. Solo hay algo que no me queda claro: Maclovia, apenas se volvió famosa de las pasarelas, me imagino, cambió su nombre por otro más comercial. No será la que yo conozco por Britney Mac Clovis Viricochea? zepol
 
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