Aquella mañana me levanté muy temprano pues 
monseñor me había dicho que llevara la camioneta 
donde el maestro mecánico don Raúl, pues notaba 
que el motor no tenía fuerza y la temperatura 
subía peligrosamente. 
 
Tomé la camioneta de monseñor y conduje hasta 
el taller mecánico de don Raúl quien de inmediato 
se puso a inspeccionar el vehículo. Luego de escuchar 
el sonido del motor, éste me dice : 
 
- ¿ Escuchas su sonido ? hay que afinar este motor, 
  ya veo que necesita un buen afinamiento. 
 
En realidad yo no sabía que los motores se afinaran 
igual que las guitarras ni tampoco distinguía el  
sonido que tenía, para mí realmente, todos suenan  
igual.  
 
Entonces y luego de que don Raúl le hiciera una serie 
de ajustes al motor de la camioneta, me dice: 
 
- Bien, ha quedado como nueva, tienes que darle unas 
  vueltas por las calles y luego se la llevas a  
  monseñor. 
 
- Qué bien -respondo - monseñor estará feliz, si embargo 
 debo preguntarle a usted cuanto se le debe por su trabajo. 
 
- ¿Cuanto me debes?- pregunta asombrado - nah. no me 
 debes nada, además monseñor sabe que pronto deberá 
 celebrar el matrimonio de mi hija en su iglesia, de 
 modo que no puedo cobrarle un centavo. Es más, mira 
 mi esposa ha terminado de hornear estos pancitos 
 de modo que di a monseñor que le enviamos estos 
 panes que sabemos le gustan mucho. Vamos, prueba uno 
 o dos si quieres. 
 
 Oh, en realidad eran unos panes deliciosos y estaban 
 aún tibios, como recién salidos del horno. 
 
 También lleva estas manzanas a monseñor y dale nuestros 
 saludos - termina diciendo don Raúl, el mecánico. 
 
 Me subo entonces a la camioneta y dejo los panes 
 y las manzanas a mi lado, en el asiento, luego me 
 dedico a dar vueltas en las calles como dijera don 
 Raúl probando su reparación.  
 
 Convencido de que el vehículo ahora está mucho mejor 
 me dispongo a regresar a la iglesia, sin embargo 
 al detenerme en una esquina me abordan tres chicos. 
 Por el parecido entre ellos, parecen ser hermanos, 
 tendría el mayor unos once años, la del medio era una 
 niña y el menor, calculo unos nueve años. 
 
 Se acerca el mayor diciéndome : 
 
- Señor, ¿nos daría unas monedas para nuestro almuerzo? 
 
Lamentablemente debo responder con la verdad : 
 
 - Lo siento chicos, no tengo monedas aquí. -  
  provocando la desilusión de los hermanos. 
 
Luego se acerca graciosamente el menor de ellos y 
pregunta : 
 
- ¿Por qué anda usted en la camioneta de monseñor? 
 
 Saliendo de mi asombro les pregunto : 
 
 ¿Conocen a monseñor?, la verdad es que me envió a 
  reparar su camioneta y daba algunas vueltas por aquí. 
 
Entonces responde la niña : 
 
  Sí, lo conocemos, siempre pasa por esta calle y nos  
  deja algún dinero para nuestro almuerzo, hoy nos 
  ha ido mal, creo que no tendremos para alimentarnos. 
  Y parece que monseñor no pasará por aquí. 
 
  Me quedo pensando y no sé que hacer con ellos, de 
  algún modo me recuerdan mis días de vagabundo cuando 
  debía pedir por alimentos y la mayoría de la gente 
  me daba lo que podía. De pronto miro a mi lado y  
  aún están allí los tibios y deliciosos panecillos 
  de la esposa de don Raúl, también las manzanas de 
  postre. 
  Entonces sin pensarlo mucho y sin saber lo que hacía, 
  tomé la bolsita con los panes y dije a los chicos: 
 
  Bueno, tal vez con esto alcance, les puedo decir 
  que están deliciosos y si no alcanzara, tomen 
  también estas manzanas de postre. 
 
  Los chicos recibieron el pan y las manzanas con 
  gran alegría y me dieron efusivamente las gracias. 
 
  Aquello de los chicos pobres me hizo pensar, y  
  decidí no volver a la iglesia inmediatamente sino 
  pasear unos instantes más para reflexionar sobre 
  lo acontecido. Cuando consideré que ya era tiempo, 
  puse rumbo a la iglesia por las mismas calles 
  anteriores. Sin embargo, con sorpresa, en aquella 
  misma esquina estaban nuevamente los tres hermanos. 
 
  Me detengo y les pregunto : 
 
  Chicos.. ¿Qué sucede ahora?; ¿no han almorzado con 
  aquellos panes y manzanas que les  di? 
 
  La niña, la del medio responde: 
 
  En verdad, hemos llevado sus panes a nuestra madre 
  que se encuentra enferma en cama. Siempre lo hacemos 
  así, en primer lugar procuramos el almuerzo de nuestra 
  madre y luego regresamos por el nuestro. 
  Pero vemos que se ha hecho algo tarde y tal vez no 
  almorcemos hoy, bueno eso sucede algunas veces. 
   
  Me quedé sin palabras por unos instantes, pero luego 
  con mucha resolución y a riesgo propio, dije : 
 
  Bien chicos, conozco un lugar donde tal vez podamos 
  almorzar todos juntos. Vamos, suban a la camioneta !! 
 
  Los hermanos subieron al vehículo de monseñor y se 
  sentaron a mi lado, llenos de alegría y  saltando 
  en el asiento mientras no dejaban de gritar: viva, 
  viva !!! 
 
  Me fui con ellos a toda velocidad hacia la iglesia 
  donde llegamos rápidamente, entré con la camioneta 
  al patio y allí me encontré con Domitila, la señora 
  de la cocina. Entonces bajándome del vehículo le dije : 
  
  Señora Domitila, tenemos que preparar almuerzo para  
  estos tres chicos, los encontré en la calle y no 
  tenían para alimentos. 
 
  - Como usted ordene monseñor - respondió ella con tono 
    burlón - se le preparará almuerzo a sus invitados. 
 
  _ Estaban pidiendo dinero para almuerzo pero ya era 
    muy tarde, por eso decidí traerlos a la iglesia - 
    le respondo - espero que halla algo para ellos. 
 
  - Por cierto monseñor, no le defraudaré; ya prepararé 
    algo para ellos. 
 
  - ¿Por qué me llama usted monseñor?, no soy monseñor, 
     sólo su ayudante. 
 
  - Ya sé que usted no es monseñor, pero cada día se 
    parece usted más a él. Llega en su camioneta  
    cargada de necesitados pidiendo al cielo alimentos 
    para ellos. Vaya si no sabré. 
 
    En ese instante, llegó monseñor de sus clases  
    a la iglesia y se alegró mucho de ver a aquellos  
    niños ya conocidos para él, preguntando 
    cómo habían llegado hasta allí. 
 
    El menor contestó : 
 
    Nos trajo el señor de la camioneta. 
 
    A lo que monseñor rió sonoramente, para luego 
    acotar: 
 
    Bien chicos... todos a almorzar !!! 
 
    Y fue un almuerzo muy grato, familiar diría yo, 
    incluso la señora Domitila se veía muy gentil y con 
    una pequeña sonrisa dibujada en su maduro rostro 
 
    - Todo había salido muy bien aquel día, pero al 
      anochecer, ya casi a la hora de dormir, me sentía 
      preocupado. Había tomado lo que no era mío y lo 
      había dado a los niños, de algún modo monseñor 
      sabría de los panecillos que le envió don Raúl 
      y que nunca llegaron a su mesa. 
     
    Monseñor notó mi preocupación y acercándose a mí 
    me dijo : 
 
   - Veo que estás muy pensativo, ¿algo inquieta tu alma? 
 
   - Sí monseñor, creo que hoy he cometido una falta 
 
   - Si deseas hablar, puedes decirlo, tal vez aquello 
     dé tranquilidad a tu conciencia. 
 
   - Verá monseñor, es una falta grave, tal vez sea 
     un pecado, pero lo cierto es que he tomado lo 
     que no me pertenecía para darlo a los necesitados. 
     Definitivamente, he pecado. 
 
     Luego de reflexionar un instante, monseñor me 
     dice: 
 
     - Ojalá sigas pecando de ese modo durante toda 
       tu vida, los necesitados te lo agradecerán. 
       Además unos pocos panes y un par de manzanas 
       no es  gran cosa, y te diré que la esposa de 
       don Raúl siempre está enviando cosas así. 
       Debes dejar de preocuparte. 
 
     Sorprendido le pregunto : 
 
     - ¿Cómo sabia usted de los panes y las manzanas? 
 
       
-Pues te diré que tengo muchos amigos, y entre todos ellos, aquellos chicos que has traído para almorzar, y me contaron de tu buena acción.  Ahora ve a dormir en paz y mañana tal vez tengas la nueva oportunidad de ayudar a alguien que lo necesite, 
 
-Sí monseñor – contesté mucho mas tranquilo – gracias por sus palabras. 
 
Luego fui a mi cama y me dormí placidamente, comprendiendo que la 
Mejor almohada para dormir bien , es una conciencia limpia.  
	       
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