Si me observo fijamente en el espejo
desaparezco yo,
otra me ocupa
y aunque mis ojos son de un color marrón claro
su reflejo es semejante al verde de las uvas.
¿Será que nunca supe bien mirarme?
Quizás detrás del espejo a carcajadas y en soledad
Alicia me provoca
¡Ay! Cuanto más me observo más me pierdo,
si hay días en que hasta muy bella me veo
rodeada de pureza moral y de misterios
como la Diosa Isis, Diosa de los mil nombres.
¡Qué delito!
¿Cuál delito?
El de no hallarme.
Como decía,
mis ojos son marrones o verdes, ya no importa;
mi cara redonda como la luna,
como una luna llena.
Es difícil la tarea de encontrarme
ya que fue arduo el sendero
en que una noche me perdí para no verme.
Podría decir que mis manos
escapan a menudo de mis brazos
para espiar como una anciana al borde de la muerte
por una ventana antigua
la vida que corre por la calle Liniers
calle que fue de barro,
que acunó carretas y caballos;
hoy hecha de cemento, mira mi nariz,
que bien podría trabajar en un circo
y ganaría el primer premio en narices de payasos.
Mi boca, va por la vida con vanidad extrema
y mi lengua conoce el sabor del olvido.
Mis piernas, tienen la costumbre de olvidarme
me llevan al norte cuando quiero ir al sur...
Y así, siempre en el medio de la vida,
deambulando sin saber a donde pertenezco,
acunándome a mi misma en esta soledad,
atrapando consonantes y vocales,
festejando la palabra cuando llega,
agonizando junto al papel en blanco
que me envuelve en sus trampas incestuosas.
Y así mi vida va...
Nikita
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