Voy caminando, y sé que tus pasos me siguen a mí, y me gusta voltear de vez en cuando, a mirarte, a saber que sigues ahí, como mi sombra, acompañándome, tras cada despertar y tras cada sueño, sin razón aparente en que te vengo pensando sin conocerte, pero sigo caminando, acaso de nuevo te encuentre si como dices al tiempo me busques.

Vaya coincidencias de esto que podemos, por llamar de algún modo, y nombramos vida, son esas cosas que nos pasan las que hacen que todo esto valga la pena, el venir y llamarte, o esperarte cuando estés por venirme buscando, cuando el tiempo te diga y convencida estés de que soy lo que buscabas desde antes de encontrarme por vez primera.

Hoy sigo mi marcha, mi paso presuroso, mi espera prolongada, y no busco a nadie pero te encuentro, vos estás en el sitio indicado para hacer que las cosas pasen más allá de nuestro encuentro, más profundo de ese beso y ese espanto que mantengo de quedarme solo de ti, solo y vació, lleno de la ausencia que me marque de nuevo el rumbo que nunca me permita encontrarte de nuevo.

Me imagino que te deseo, y es algo incontrolable, y el habernos encontrado de este modo lo hace más insoportable, pero tras este mensaje acaso entiendas un poco las diferencias que nos separan, te imagino danzando tras mi sombra, arañando el aliento que escurre de mi cuerpo, mientras letras que me atan, muestran lo que todos ven, menos nosotros, y apenado me mantengo oculto en la distancia que me prodiga una sombra, y eres la razón de este silencio, y del desvelo que deja por resultado.

¿Podrás entender un día? ¿Podré salir de mi claustro, en que venza estos miedos de errar el camino de lo que debo controlar? Es una patología anunciada, pero el remedio no lo conozco, tus pasos me siguen, lo estoy escuchando, arrastras el tiempo a tu paso tras mi sombra al medio día, pero sigues procurando existir sin que te sepa demasiado, porque te conozco demasiado… poco.

Busco las letras perdidas que te escribí, pero a poco me desespero muy pronto, y me trueno las falanges, debo esperar a mañana a nuestra cita, a no desesperar por ver si en mi correo llegan tus cartas, añorantes de mi fatua ayuda, y mi vano intento de saber resolver las cosas que sé están demasiado mal siquiera para intentarlo, pero ahora debo callar, no sea que sepa demasiado y al final de cuentas me resulte que como casi siempre pasa, salga lastimando a los demás.

Si todo fuera tan simple como dar la vuelta y decir: "Te necesito, abrazame por favor..."