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Continuación


La pequeña figura de Dani alejándose hacia la silla, con sus piernitas arqueadas, su cabeza unida al tronco, como pegada, sin cuello y una extraña herramienta agarrada con la mano derecha, fueron las últimas imágenes del de la gomina antes de perder el conocimiento.

Mientras tanto, en la habitación donde se encontraba Pedro, Leo trataba de despejarlo con pequeñas bofetadas. Ella ya se encontraba más libre de los efectos de la droga que les habían suministrado en el vino de la cena.

Dani llegó a bordo de su vehículo y les urgió para salir de allí.
Pedro no tardó en reaccionar y salieron de aquella habitación con el propósito de huir del lugar lo antes posible.

Tomaron el pasillo que les brindó una de tantas puertas laterales y aceleraron el paso. Oyeron voces de mujeres y hombres en tono relajado, que unido a los aromas que iban encontrando a su paso, no tardaron en adivinar que se trataba de la cocina de la casa.

Por precaución, un Pedro ya repuesto y casi en forma, descolgó un extintor y le quitó la anilla del seguro para poder defenderse en caso de ataque. No fue necesario en absoluto.

Dos mujeres y un hombre, ya maduros, tomaban mate sentados alrededor de la mesa de la cocina mientras troceaban verduras. Su conversación animada se truncó al oír pasos por el pasillo. Nunca sabían quién iba a aparecer por allí y un sexto sentido les alertaba de cualquier sonido ajeno a los habituales. La de más edad se puso a canturrear un tango arrabalero para disimular mientras se ponía en pie y se acercaba a los fogones con un plato de verduras.

Nuestros amigos se presentaron en la puerta, Leo tomó la palabra con el fin de que no oyesen el castellano español de ellos y así no exponerse a cualquier macana.

--¡Hola!, - dijo, haciéndose la despistada – Nos perdimos en la casa tratando de ubicar una salida. ¿Por donde podríamos salir…? - en ese momento ve, detrás de un armario, los cristales de una puerta que da al exterior. Quizás por la que entran el avituallamiento de la casa.

Sin pensarlo dos veces enfilaron hacia ella diciendo adiós a quienes no habían dado lugar a articular palabra, que respondieron con un hasta luego apenas audible.

Enfilaron calle abajo a toda prisa, a todo lo que daba la silla motorizada. No había tiempo de manifestaciones de alegría por haber logrado escapar de aquel caserón infame. La mirada de los tres se esforzaba en todas direcciones para no ser sorprendidos por los secuaces de Héctor y para distinguir en la oscuridad una lucecita de taxi libre que les rescatase definitivamente.

Aquel era un barrio de gente rica y no iban a tardar mucho en encontrar uno, se decía Dani.

Los perros amaestrados para el ataque a intrusos salían al encuentro de los tres detrás de las vallas de las mansiones, alardeando de su fiereza con los más profundos y alarmantes ladridos.

Era una huída silenciosa. Ninguno abría la boca más que para jadear.
Después de varias manzanas recorridas en zig-zag para evitar hipotéticos perseguidores, Dani les hace aminorar el paso para reflexionar sobre lo que iban a hacer a partir de ese momento.

--No podemos ir al hotel porque nuestro secuestrador y el dueño deben ser amigos de correrías y en el momento estuviésemos allí, estaríamos tan perdidos como en casa de Héctor.

--Entonces demos por perdidas todas nuestras cosas - dijo Pedro – Menos mal que llevamos encima los pasaportes y las tarjetas bancarias.

--¿Dónde ir entonces? – preguntó Dani

--Sé de un lugar donde no se atreverían a buscarlos y podrían estar por algún día hasta que se repongan de sus pérdidas.

Los hermanos miraban a Leo. Esta disimuló un titubeo y les dijo:

-- A casa de mi hermano y mi cuñada. Al menos tendrán donde dormir y comer. Si quieren, claro.

No tenían elección. Lo sabían. Sonrieron como mejor pudieron a la oferta de Leo y asintieron.

No tardaron en encontrar un taxi.

--¡Retiro! – dijo Leo resuelta y sonriente.

Los hermanos se miraron. Pedro abrazó a su hermano.

Tras tres buenos cuartos de hora entre calles y avenidas de grandes edificios, el taxi penetra en otro mundo, otra dimensión de lo humano y social.

Calles trazadas por el libre albedrío de quienes construyeron su casa con sus propias manos, gente que quedó arrinconada entre chavolas y calles de tierra.

Dani y Pedro no exteriorizaban sus pensamientos, pero aquello que veían no lo habían visto más que en películas o reportajes.

Estaban entrando de lleno en la pobreza.




Continuará



Texto agregado el 05-06-2006, y leído por 260 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
08-06-2006 estupendo queremos que continue. gatelgto
07-06-2006 Uf ya lo extrañaba, supremo, tu sabes que este tema tiene sensibilidad en mí.***** impresa
06-06-2006 Y aohra que han entrado de lleno en esos barrios pobres, tendremos que esperar la continuación intentando no mordernos las uñas ja ja ja, va muy bien. Un saludo de sol-o-luna
06-06-2006 Que bueno se pone esto viejito!! lpense que lo habias olvidado!! a mi me encanta, me tiene atrapada, tu lo sabes. Quiero mas!! jajjaa Un saludo. Renne
06-06-2006 Me gustó mucho esta parte, estuvo animada y muy real, un escape limpito dentro de todo. El barrio frente a Retiro, el pobre, ése que está a la vista de todos, lo volví a ver a través de tus letras. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
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