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Tú usabas unas chompitas con cierres a los lados y una mochila color caqui a la que yo le puse un imperdible amarillo para que al verlo te acordaras de mí. No recuerdo bien cuando fue la primera vez que te vi sonreír, al comienzo eras muy serio y el miedo se apoderaba de mis sentidos. Los colores tierra y mar combinaban con tu cuerpo. Eras alto, aun más alto de lo que resistía mi cuello. Tenías una manzana de adán prominente y yo moría por tocarla mil veces. La manera de caminar extraña que dejaba el color de tus zapatillas rojas por donde ibas. Me llamabas por mi diminutivo y yo me quedaba mirándote mientras tú me pasabas corriente sin darte cuenta.

El primer toque fue una tarde que se te cayó un papel blanco al piso y los dos alargamos la mano para recogerlo. Yo sentí esos dedos extensos que tenías por los míos y me puse roja como tus zapatillas. Yo quería que seas mi amigo pero después de que me pasaste corriente, no dejé de pensar en ti ni en tu manzana, ni en tus chompitas con cierres.

Entonces imaginé muchas cosas. Sobre nosotros. Empecé a hablar cada vez que te veía, a calcular cada palabra que decía para que sonrieras. Al comienzo lo lograba pero después tan solo soltaba estupideces y me sentía mal. A veces hasta con ganas de llorar. Y luego todo fue empeorando porque empecé a soñar contigo. Compré los discos que escuchabas y los libros que habías leído.

Luego me di cuenta que ya éramos amigos. Grandes amigos. Tres amigos porque siempre estaba Pablo con nosotros. Lo hacíamos todo juntos, andábamos de arriba abajo los tres. No estudiábamos mucho en la universidad, nos dedicábamos a planear una revista y a perder el tiempo en la computadora. Cuando a mi me daban unas terribles ganas de salir tu me decías que llame a Pablo para ir al cine juntos. Yo lo llamaba pero lo que yo quería era que me dijeras vamos! Y no llama a Pablo y así poder robarte un beso en el cine. Pero nada de eso sucedía.

Y llego el día en que Pablo no llegó a la cita y yo no supe qué hacer contigo en mi casa. Los dos solos. Mientras veíamos un programa de televisión y reclamábamos por la falta de Pablo. Incluso lo llamamos pero él de verdad no iba venir y yo siempre había pensado en una situación como esa pero no tenía la más mínima idea de que diablos hacer. Tú empezaste a darme de almohadazos y yo te seguí el juego, más nerviosa que nunca. Agotados y desternillados de risa en el mueble yo no pude evitar intentar abrir los cierres laterales de tu chompita, esta era azul marino y la que más me gustaba. No podía evitar mirarte, pidiéndole a Dios que estés pensado lo mismo que yo. Pero no. Tú me dijiste que lo mejor era que ponga algo de música porque el programa que pasaban en la televisión era horrible. Con tristeza fui a traer tus discos favoritos que hace mucho también eran mis discos favoritos.

A la melodía de la primera canción sentí que decías que me querías. Pero solo decías que ese era un buen grupo. Tú me llamabas por mi diminutivo, me gustaba eso pero me hacías sentir tu hermana menor. Una maldita hermana menor. Y yo actuaba como eso, sentía que me abrazabas pero todo en plan amical y eso. Yo estaba como contenta pero veía que nunca te ibas a enamorar de mí, es más sentía que estabas a punto de contarme tus problemas amorosos con una chica linda, una más real que yo y a la que si le dejabas abrir tus cierrecitos y tocar tu manzana de adán.

No sé cuanto tiempo estuvimos así, cantando la canción que obviamente sabía de memoria. Hasta que nos quedamos dormidos. Eran las 3:20 cuando abrí los ojos y sentí que me besabas la frente y me ponías una colcha porque ya te ibas. Te pedí que no te fueras, que te quedases a dormir. Aclarando que el cuarto de visitas estaba vacío, por no decirte que el mío también lo estaba. Dijiste que te quedabas, que te quedabas toda la noche. Y me condujiste a mi cuarto susurrando hasta mañana dormilona. Y yo ya no pude dormir, porque sentía que estabas en el cuarto del frente. Solo. Y pensaba cada vez más en los cierrecitos de tu chompita azul marino y en tus dedos largos, en que la cama era muy chiquita para ti, porque 185cm no entran en una cama así no más. No encontraba la fuerza para pararme e ir a besarte como sé que no te ha besado nadie, al menos no una amiga, no tu hermana. Pero no, estaba idiotamente echada como si yo no fuera una chica y tú un chico.

En eso sentí que me llamabas. Supuse que soñabas y me alegro que fuera conmigo tal y como yo hacía cada noche, pero no estabas soñando. Me llamabas.

- ¿Qué? , respondí.
- Por qué no puedes dormir?, me preguntaste.
- …
- Yo tampoco puedo

Respiré lo mejor que pude. Ya había ensayado una explicación cabal. Había apuntado cosas, imaginado lugares, situaciones y momentos correctos. Yo temía pasar de hermana a nada. Que me arrancases de la lista de nombres de tu vida. Que la revista fuera de dos y no de tres. Que los diminutivos se acabasen, que los abrazos se convirtieran en lejanos saludos amicales.

- Siempre he querido abrir los cierrecitos de tu chompa, balbuceo al fin
- …
- …
- Desde ahí no vas poder

Texto agregado el 04-06-2006, y leído por 177 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
05-06-2006 y....?.. ke pasó?... :( hay cosas muy propias y comunes en todos.. eso de leer los libros ke la persona lee o escuchar la musica ke esa persona escucha... y la nostalgia... muy lindo pero no se si le faltaba algo al final... aunque parece que de todas formas termina igual;triste.. saludos blindman
04-06-2006 Padre. Hay algunas frases que no se si son innovación o tienen pequeños errores: "Yo quería que seas" (y no fueras),"tu me decías que llame", "Y no llama","lo mejor era que ponga algo". O tal vez es como se escribe en Perú, es que no me suena mucho. roberto_cherinvarito
 
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