Un sábado lluvioso
Siempre que se habla en un sábado lluvioso, se habla de lo lindo que es la vida o de la tristeza que trae esos momentos grises.
Sentado ese sábado frente a la amiga que hace a mi vida más sencilla de comprender.
Tuve la sensación que ni el mas ilustre libro podría llenar mis vacíos interiores como lo hacia ella.
Ese sábado hablamos de lo lindo que puede ser la vida, y noté en su rostro una leve felicidad que me embriagaba, no era el mismo rostro que había visto en otras ocasiones (¿por qué debería ser el mismo rostro?) me preguntaba, y vi que ahora era ella. La chica extrovertida, soñadora y alocada.
Pensé en esos instantes que la lluvia traía melancolía y no dudé en decirlo.
Ella observó tras el gran cristal de la cafetería donde estábamos, dio la conclusión que no había pensado. “Creo que el melancólico eres tu. Yo veo el día precioso”. Y fue allí, cuando comprendí que siempre nos encerramos en nosotros mismos creyendo que tenemos la verdad de todo. Me dio gusto haber escuchado esa auténtica conclusión. Todos en el fondo tenemos nuestras conclusiones. Pero la pregunta es: ¿ De qué nos sirven esas conclusiones?. Movido por la estupidez de mis pensamientos, pude haber convertido esa conmovedora cita en una tragedia melancólica. A veces concluyo que uno no puede ir sometiendo a pensar y a sentir a la gente, si yo veo mi mundo cruel, como siempre lo veo. Tendré que ser consciente de que ese soy yo. La otra persona, (aquella chica que me fascina, cada vez que hablo con ella) no tiene por qué pensar igual. Esas pequeñas diferencias nos ayudan a vivir.
Esa tarde pensé en muchas cosas, a veces se piensa que los instantes nunca pasaran, (siempre y cuando se esta a gusto) pero pasan tan rápido que solo se les ve ir, y terminan en un recuerdo lejano.
Se lee para comprender un poco la vida, pero nunca nos enseñará a vivirla, en algún lugar había escuchado eso, y lo anoté aquí, para que sonara memorable. Siempre que nos reuníamos hablábamos de todo un poco. (y eso me encanta). Tal vez sea por eso, que esa chiquilla me encanta. Mientras hablaba la observaba y veía en ella esas facciones mediterráneas que suelen tener todos los valencianos. En un momento de locura espontánea ella golpeo su cabeza con la pared, y vi que sus pequeños y lindos ojos se aguaron. Ese momento me enterneció, quería hacer algo, pero como era común en mi, solo me quedé observando impávido.
La lluvia no dejaba de cesar, y ya se aproximaban las ocho. En la mesa donde estábamos frente a frente, sorteando muchas formas de ver el mundo, se veía tres tasas de café y el comienzo de una noche. Tras unas dos horas y media hablando.(Hablando de las connotaciones y las denotaciones de las palabras en España y en Colombia, de amantes de una noche, de los momentos). Ella cogió su bolso y observo su móvil (que en Colombia se llama celular). Yo aún no me acostumbro a dejar de manos del tiempo una conversación agradable, siendo verdugo el tiempo, sabía que la charla y su agradable compañía había llegado a su fin.
y esa noche lluviosa negándome a verlo, tuvo su verdadero encanto, y ella lo sabía...
Dedicado a Amalia. 2006-01-09
|