Sábanas.
Me aflige el hecho de que esta noche ella no olerá junto a mí el perfume de las sábanas. Me perturba el que haya otro ser humano que la abrace y la bese porque ese sea su derecho, peor aún, su obligación. No me atrevo a decir que la perdí, si es que todavía no empecé a pelear. Pero que pasará cuando decida pelear nadie lo sabe con certeza. Algo dentro de mí me dice que será como los otros finales: yo llorando en la oscuridad de algún humilde cuarto vacío, mientras el amor se va. Sí, se va, se toma un buque rumbo al océano con un único destino: naufragar. Adiós amor, Siempre la misma historia. Sé que por más grande que sea mi anhelo por oler el perfume de las sábanas de seda junto a ella, eso jamás sucederá. Ella no me pertenece, no tengo sus llaves. Alguien me las arrebató. Hoy no me quedará más remedio que oler el perfume de las sábanas yo solo; hoy habrá más espacio en la cama, eso no me consuela para nada.
Jamás vi las sábanas tan blancas como hoy. Siempre fueron las mismas, las que compré aquél día en que comencé a anhelar compartirlas con ella, pero hoy estaban más blancas que de costumbre. Peor aún, ese blanco tan blanco comenzaba a fastidiarme, no lo tolero. Comenzaba a arder en mi corazón a punto de explotar un fuego con el que ya me había quemado antes, fenómeno difícil de explicar. No, no soportaba el blanco, tenía que hacer algo, porque ya eran dos las cosas que me molestaban: el no tener a ella para oler el perfume de las sábanas y el blanco insípido que parecía reírse de mí. De mí, ¿Pueden creerlo? Muchos seres humanos habían tenido ese descaro, pero jamás unas insignificantes sábanas. Existía una solución rápida y fácil, aunque me daba miedo llevarla a cabo, ya que siempre fui de tomar los caminos difíciles. Pero esta vez no sería así. Mataría dos pájaros de un tiro con este método, primero, los anhelos de querer sentir el perfume de las sábanas junto a ella, segundo, el molesto blanco pálido de las sábanas. Si se preguntan como, es muy sencillo: basta con tener una hoja de afeitar. El resto depende del grado de locura que hayan alcanzado a causa del amor. Después de todo, siempre me gustó más el rojo para las sábanas…
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