Aquella mañana desperté temprano y recordé
que había aceptado quedarme en la iglesia
por un tiempo para ayudar en su trabajo a
monseñor.
Después de un buen baño fui al comedor donde
la señora encargada de cocina, me ofreció desayuno.
Bien, ahora puedes tomar tu desayuno - me dijo -
te diré que monseñor ha salido temprano y volverá
sólo a la hora de almuerzo.
Después del desayuno estuve pensando qué podía
hacer en beneficio de la iglesia, pero no encontré
nada productivo que realizar, de modo que como me
gustan mucho los animales, fui a conocer las
mascotas de monseñor.
Eran dos perritos muy simpáticos y alegres, uno
de pelaje negro de mediana estatura y otro más
pequeño del tipo petirrojo.
Por largos momentos estuve jugando con las mascotas
de monseñor en el patio de la iglesia, y al cruzar
la señora encargada de la cocina por las cercanías
le pregunté:
- ¿De qué raza son estos simpáticos perritos?
- ¿De qué raza ? - contesto sonriendo la mujer -
vamos, vamos, son perros de la calle... vagabundos,
animales abandonados que monseñor a veces rescata
en sus paseos.
- Ah, ya veo - le respondo sorprendido - ¿y sus nombres?
- Bueno - dice ahora con ironía la señora - aquel de
pelo negro de llama Eminencia y el colorín se llama
Cardenal.
- Vaya que nombres más pomposos - digo sorprendido -
sólo a monseñor se le podía ocurrir.
Lo que provoca la risa de la señora que enseguida
termina diciendo:
- Bueno, mejor ve a darle un paseo a esas mascotas,
hace buen tiempo que no salen a la calle.-
Sugerencia que fue de mi completo agrado como también
de los canes que parecían comprender que hablaban
de ellos.
Una vez en la calle, paseando tranquilamente a los
perritos de monseñor, me sorprendió que todo el mundo
les saludara:
Hola Cardenal... ¿Cómo estás?
Buenos días Su Eminencia... saludos a monseñor.
Vaya, vaya... tengan Uds. buen paseo matinal.
Y así, los más sorprendentes saludos recibían las
mascotas de monseñor que respondían a cada uno de
ellos, con un amable movimiento de cola y un gentil
ladrido.
Finalmente llegamos a un parque donde algunos niños
jugaban un improvisado partido de fútbol, al cual
se unieron rápidamente mis paseantes mascotas.
Ciertamente, cada balón que se perdía lejos de la
cancha imaginaria , era recuperada
afanosamente por Cardenal o Eminencia que corrían
desaforados en su tarea deportiva, ciertamente
impulsados por los gritos de los niños que no cesaban
de azuzarlos:
- Vamos Cardenal !!! que no te gane Su Eminencia.
- Corre !! Corre Cardenal, no te dejes ganar.
Entre otras divertidas consignas deportivas.
Y así transcurrió aquel agitado partido de fútbol
de los niños y las mascotas, por lo cual pensé
ya era hora de regresar a la iglesia con los canes.
Sin embargo, a poco caminar por la calle se detiene junto
A nosotros un coche de la policía. Rápidamente baja de él
Un oficial y me dice :
- No se mueva Ud. ¡! , le hemos sorprendido. -
- ¿Qué ? – contesto yo sin comprender lo que sucedía-.
- Suba de inmediato al coche policial, debe acompañarnos a la estación de policía...
- Pero señor oficial, no he hecho nada ilegal, esto debe ser un error.
Sin escuchar mi defensa, el oficial abre la puerta trasera de su autoy primeramente entra en él Cardenal que se acomoda en el asiento
sacando la cabeza por la ventanilla, enseguida entro yo y finalmente Eminencia,
De este modo, quedo entre los dos canes mientras me llevan a la estación de policía
sin realmente saber yo la razón.
Al llegar a la estación, el oficial informa a su superior:
- Hemos sorprendido a este joven en compañía de las mascotas de monseñor, seguramente las ha robado desde la Iglesia. Debemos llamar inmediatamente a monseñor para que venga a rescatar a sus canes.
Entonces lo comprendí : ellos habían pensado que yo había hurtado los perritos
Y por eso me habían llevado preso. Pero que mala suerte, mi primer día de trabajo
y ya soy un problema para monseñor.
A la media hora llegó monseñor a la estación de policía y riendo les dijo a los oficiales :
- Hombre , pero si este joven es mi ayudante y sólo había sacado a mis mascotas de paseo, me lo dijo Domitila, la encargada de la cocina.
Al escuchar aquello, los policías reconocieron su error y me expresaron sentidas disculpas, mas yo les dije que estaba bien resguardar la propiedad de monseñor, y luego de aquel protocolo de disculpas, nos liberaron de inmediato. Cardenal y Eminencia estaban felices de ver a monseñor y no cesaban de saludarle con sus afectivos ladridos.
Finalmente, monseñor se despidió de los policías y estos contestaron a coro :
- Que tenga buen día monseñor.-
Salimos entonces a la calle, monseñor, los canes y yo, frente a la estación de policía estaba la camioneta de monseñor, un vehículo bastante antiguo pero que según pude ver, aún funcionaba.
Los canes subieron en la parte trasera ladrando a todos los que pasaban por la calle, en tanto monseñor ponía en marcha su camioneta.
Luego de salir de aquel lugar, monseñor dijo:
- Bueno, ahora rumbo a la Iglesia, es hora de ir a almorzar, tanta actividad me ha dado hambre. -
Y aceleró su vehículo mientras yo sonreía.
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