Fuga en punta de pie
En la aristocrática residencia de la embajada francesa a orillas del Sena, se ofrecía un cocktail en honor del renomado Ballet ruso, Golshov. Estaba presente en la reunión todo el quién es quién de la alta sociedad y de la diplomacia de París. La principal agasajada era la estrella del cuerpo de baile; Irina Midikova.
Durante la gira, la joven bailarina había tenido una indisposición que la había obligado a desertar algunas representaciones, pero esa noche, superándose a sí misma, había ofrecido un espectáculo de perfección técnica y de expresividad artística inigualable. La ovación de aplausos, al terminar la actuación fue apoteósica. Durante el cocktail de la embajada, se la veía cansada y nerviosa; evidentemente el esfuerzo después de los días de enfermedad, la había postrado.
A un cierto momento, casi al finalizar la recepción, cuando ya muchos diplomáticos se habían retirado, quiso pasar a la toilette. Después de veinte minutos, los agentes de seguridad que acompañaban a la compañía en toda la gira, se alarmaron por la demora .
Era la época en que las fugas de artistas rusos a Occidente eran frecuentes. La más reciente había sido la clamorosa evasión del cantante Dimitri Pavarioff.
Las cabinas del aseo estaban desiertas, la Midikova había desaparecido. Comenzaron las búsquedas y el cuerpo diplomático de la embajada francesa fue sospechado de haber facilitado la fuga. La bailarina era delgadísima; un hilo de mujer que bien hubiera podido pasar entre las rejas de la ventana de la toilette. El cuerpo de investigación de la Policía de París se movilizó. El acontecimiento estaba por provocar un conflicto internacional. Suponían que alguien la había esperado en el jardín ayudándola a huir.
Pocos días más tarde, el cuerpo de la Midikova fue devuelto por las aguas del Sena. Para el público, quedó como un banal tentativa de fuga. No había trapelado a los periódicos el resultado del reperto forense: La bailarina estaba embarazada de tres meses.
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