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Para Jessica.

Esa noche escuche ladrar a los perros como nunca antes lo habían hecho. Bebí rápidamente de mi tasa y no quise mirar en el patio. Los perros parecían ponerse alerta desde un lugar muy distante hasta mi casa. Sentía que entre sus ladridos se escondía un lamento. La única luz que mantenía prendida era la de la cocina y un viento frió abrió la puerta que revelo la oscuridad por donde tendría que pasar hasta mi cuarto.

Miraba de reojo tratando de convencerme de que solo eran sombras lo que se arrebataba a mis espaldas. Deje la tasa en el lavaplatos y apague la luz de la cocina. No quería pensar en nada para no imaginar la figura oscura que sentía detrás de mí tratando de tocarme cuando entre en la sala, mientras yo caminaba para entrar rápido en mi cuarto e impedir que su mano me agarrara.

Cerré la puerta pero yo sabia que ella ya estaba adentro. Solo me quedaba esperar la luz de la mañana. Los perros dejaron todo en medio de un silencio seco, pero casi podía escuchar sus sombras y casi podía escucharla a ella en medio de la ropa. Quería cerrar la puerta del closet, pero me dada miedo bajar los pies de la cama, sentía que allí se escondía.

Tampoco iba a poder evitar soñar con ella. La pata sola – así la había llamado un tipo que ni siquiera era mi amigo. Yo estaba arrepentido de haberlo escuchado. Pobre muchacha tendría que haber sufrido mucho en ese accidente y ahora me parecía escuchar su lamento en medio de los ladridos de los perros. Esa noche ella estuvo a mi lado, detrás de mi espada y yo solo esperaba a que me tocara cuando esos malditos perros empezaban a ladrar. Ella tuvo que haber sufrido mucho. Esos tipos se habían burlado y yo no había querido burlarme.

Había vuelto el silencio y ella podía estar en cualquier parte de la casa. Mi abuelo me contaba que en el campo a veces se escuchaba el llanto de una mujer y que los perros siempre le avisaban – los perros y los caballos son animales santos que pueden ver a la vieja – me decía. También me contaba que para ir al baño tenían que caminar por ente unas matas de plátano. El viento – le decía mi nona y el le respondía – carajo, yo sentía que algo andaba atrás mió y se dejo ver. Una noche yo me devolvía del baño y se sacudieron las matas de plátano a mis espaldas, yo me quede mirando y esa vieja me corretío hasta la casa, andaba por entre las matas pero no se le sentían los pies, casi me agarra, me hubiera llevado a la quebrada donde se le murió el hijo y yo me hubiera muerto del susto o después con un mal viento. Cuando entre en la casa yo sentía que la vieja arañaba la puerta entonces me eche la ruana encima y me puse a rezar el rosario – en ese tiempo yo escuchaba agarrado de las faldas de mi nona.

Esa noche yo no quería ir al baño porque tenia que cruzar la sala y un pasillo, tenia que aguantarme las ganas, ella no se iba y yo había tomado mucha agua, yo no quería sentirla mas, yo no me había burlado tanto. Me arrope con la cobija esperando a que entrara por mí en cualquier momento.

Texto agregado el 02-06-2006, y leído por 194 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-06-2006 Muy bueno!! chantal-deveraux
 
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