Roxana: Desde hace catorce años
llegáis tarde por primera vez.
Cyrano: Ya lo sé,
lo siento mucho, me he retrasado.
Tuve un traspié,
con una visita muy inoportuna
R: ¿A sí? ¿Algún pesado?
C: Prima, esta vez ha sido una pesada
R: ¿La habéis despedido?
C: Sí, la dije: “perdonad Señora,
pero hoy es sábado,
tengo una cita urgente en el convento
y no puedo faltar.
Volved en otro momento”.
R: Esa persona tendrá que esperar, seguro.
Yo no os dejaré hasta que se haga oscuro.
C: Tal vez, antes, será necesario que parta.
Cyrano se sienta en un banco, viendo a Roxana tejer.
R: ¿Hoy no hostigáis a Sor Marta?
C: Sí, Sor Marta, acercáos.
¿por qué me miráis de través?
Sor Marta: ¿Qué os pasa?
C: Nada; ayer comí carne.
SM: Ya lo sé; pues estáis muy pálido.
C: Shhhh
SM: Al redenterorio vendréis enseguida,
y os haré tomar una gran taza de caldo.
C: Sí, es eso.
SM: ¿Iréis?
Roxana: ¿Ya os ha convertido?
Cyrano: ¡¿ Qué?! Todavía no.
R: Contadme, ¿qué habéis hecho esta semana?
Mi gaceta, la espero.
Cyrano se levanta, y apoyado en su bastón, habla mientras anda.
C: Sí; Lunes por la mañana,
habiendo tomado ocho veces arrope de moscatel
el rey fue curado por una infusión de laurel.
En el gran baile de la Reina
hoy han quemado 770 antorchas de fuego azulado.
Nuestras tropas han conseguido tomar un cerro.
Han quemado a cuatro brujas.
¡Ah! Y el perro de la Sra. Daties ha mordido a un gran señor.
R: Sr. De Bergerac, callaos por favor.
C: Martes, nada.
Ledamie cambió de amante.
Jueves, la corte está en Fontenebleau.
El viernes 25,
la morena de Mangerie ha dicho no,
por la tarde ha dicho sí.
Sábado 26…
Cyrano se marea y pierde el equilibrio. Agonizante continúa.
R: ¡Primo!
C: Me pondré bien enseguida,
¡dejadme!, es mi vieja herida,
Hay a veces que…
¿Pensábais?
R: Me habéis asustado.
C: No, no es nada.
Pronto acabará el dolor.
Ya ha acabado.
R: Los dos llevamos una herida;
Tocándose el pecho…
Yo tengo la mía
siempre viva.
La siento en mi pecho cada día.
Toca la carta de su amado Cristian, muerto en combate.
El papel sigue conservando aquel encanto
con manchas de su sangre y de su llanto.
C: Su carta.
Permitidme que vuestra herida comparta.
¿Me la dejáis leer?
R: ¡Oh! ¿Queréis su carta?
C: Sí, la quiero. Hoy.
R: Tomad.
C: ¿La puedo abrir?
R: Abridla, leed.
C: “Roxana, adiós, voy a morir.
Quizá sea esta noche tesoro amado,
Tengo el alma ahíta de amor no expresado.
Y moriré. Jamás, jamás vuestros ojos veré.
Aquellas miradas…”
Roxana palidece, le trae recuerdos.
R: Qué bien leéis su carta
C: “…Aquellas miradas que eran de mi alma la única fiesta,
incluso cuando vuestros gestos eran de protesta.
Recuerdo uno adorable,
que os era peculiar,
cuando os tocabais la frente. ¡Yo quisiera gritar!...”
R: Qué bien leéis su carta
C: “…¡Y grito a Dios!…”
R: La leéis…
C: “ Mi amor, mi vida, mi tesoro…”
R: …con una voz…
C: “… mi amor…”
R: …con una voz que me trae recuerdos de un modo veloz…
C: “… mi corazón no os dejará ni un segundo,
porque soy, y también seré en el otro mundo,
quien os amó desmesuradamente.
Aquel que…”
R: ¿Cómo podéis leer así? Es de noche.
C: ¿Es de noche?
Roxana se acerca despacio hacia Cyrano.
R: Érais vos…
C: No, no. Roxana, no.
R: Debí adivinarlo cuando decíais mi nombre.
C: No. No era yo.
R: Érais vos.
C: Os lo juro.
R: Ya veo que sois un generoso perjuro,
las cartas eran vuestras…
C: No.
R: …las palabras cariñosas eran vuestras,
la voz en la noche, era vuestra…
C: Os juro que no.
R: …El alma, era la vuestra…
C: Yo no os quiero.
R: ¿Me amáis?
C: Era el otro. (Cristian)
R: ¿Me amáis?
C: No.
R: Os he desenmascarado.
C: No, amor mío.
Jamás os he amado.
R: ¡Cuántas cosas muertas
han renacido!
Catorce años habéis enmudecido.
Esta carta que en mi corazón fue un aleluya
llevaba vuestro llanto.
C: La sangre era suya.
Regeneau y otro amigo vienen corriendo hacia los amantes.
Regeneau: Cyrano, estás aquí.
Amigo: Señora, al venir hacia aquí
se ha matado.
Roxana: Ahora entiendo esta debilidad, esta…
Cyrano: Es cierto, aún no había terminado la gaceta:
sábado 26 y sin haber cenado,
el Sr. De Bergerac ha muerto asesinado.
R: ¡Ové! ¿Qué os han hecho?
C: el destino es traidor,
yo que siempre tuve la espada a mi favor
resulta que me matan en un encontronazo,
a traición, unos lacayos. De un lechazo.
¡Muy bien!, he fallado en todo,
hasta en mi muerte.
R: ¡Oh! Señor..
C: Regeneau, no llores tan fuerte.
Amigo: Iré a buscar ayuda.
Cyrano: No, no. Ya no me queda aliento,
dejad que se consuma mi último lamento.
Dirigiéndose a Regeneau.
¿A qué te dedicas ahora si se puede saber?
Ya no eres pastelero.
Regeneau: No. Trabajo con Molière.
Mis amigos me arruinaron.
C: Y tu mujer te dejó.
Molière, ¿Qué haces con ese gran autor?
R: Enciendo las velas.
Mañana me despido,
¡sí! estoy indignado.
Ayer, el muy bandido, os robó una escena
en su “Escapine”.
Amigo: Entera.
R: Sí, aquella que dice
“…en esta fría ventolera…”
A: Te la ha robado entera.
C: Shhh, bien hecho.
¿la escena ha dejado al público satisfecho?
R: Sí, todos reíamos y reíamos.
C: Así es mi vida.
He sido mentor de todo,
y al que todo el mundo lo evita,
Dirigiéndose a Roxana.
¿recordáis la noche en que Cristian os hablaba
bajo el balcón? Pues bien, mi voluntad
ha sido una esclava.
Mientras yo estaba abajo
escondido entre la escoria,
otros subían a recoger
el beso de la gloria.
No me quejo
y lo apruebo ante el Todopoderoso:
Molière es un genio,
y Cristian era hermoso.
Roxana: Hermanas, Hermanas, ¡venid!
Cyrano: No, que recen la novena,
que rueguen al Señor mientras mi campana suena.
R: ¡Ah! He sido vuestra desgracia; yo, yo…
Acercándose a ella, abrazándola.
C: ¿Vos?, al contrario. Desconocía la dulzura femenina.
Mi madre jamás me encontró guapo,
no tuve hermanas,
y las mujeres me han hecho bromas inhumanas.
Os debo, al menos, haber tenido una amiga.
Gracias a vos, en mi corazón nació una espiga.
R: Os amo. ¡Vivid!
Cyrano consigue levantarse. Delira de agonía. Se muere.
C: Es demasiado tarde Prima.
Voy a subir allí, a la luna opalina,
más de un alma noble encontraré en mi paseo.
Encontraré a Sócrates, y a Galileo.
Filósofo, poeta, espadachín y gramático,
y músico, y también matemático,
con su nariz y su espada
amó mucho, no por su bien,
aquí yace Hércules Savinier de Cyrano de Bergerac,
lo hizo todo y no hizo nada.
Pero ahora me voy,
perdón, no puedo hacer esperar.
Ahí está; ese rayo de luna que me viene a buscar.
No me sostengáis. No. Solo.
Solo los árboles.
Ahí llega; me siento ya entre los mármoles,
forrado de plomo,
puesto que está cercano, iré a buscarle con la espada en la mano,
¿ Qué decís? ¿Qué es inútil?
¡Ya lo sé! Esta vez me bato sin saber porqué.
es más bello romper inútiles valladares.
¿Quiénes son todos esos?
¡Ah! Sois millares,
Ahora os reconozco,
sois mis viejos enemigos
que me lanzáis avisos; la mentira,
la cobardía, los compromisos…
Ya sé que conmigo finalmente vais a acabar;
No importa:
¡A luchar! ¡a luchar! ¡a luchar!
Sí, todo me lo quitaréis,
el laurel y la rosa,
llevároslos, pero me queda una cosa que me llevo,
y esta noche cuando entre en la Casa de Dios
brillará intensamente mientras diga mi último adiós.
Algo que inmaculado meceré en un arrullo,
y me lo llevaré para siempre, y es: MI ORGULLO.
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