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CON DIOS
Elbarso-06-2006


Estuve con Dios. Solo un rato, lo aclaro. No cualquiera logra una entrevista con Ël, salvo que se muera, y en ese caso no hay forma de que lo relate. Lo mío fue casual, lo admito, pero tengo el mérito de haber aprovechado la ocasión.
Ocurrió en una montaña, como debe ser. Dios siempre se aparece en una montaña. Vaya a saber, quizá desde ahí vigila mejor. Y este era el caso pues abajo, en el valle, había una multitud, toda la humanidad se había dado cita en aquel lugar. Vistos desde arriba, parecía que alguien hubiera pateado un hormiguero monumental y los insectos, molestos, corrieran de un lado a otro pasándose por encima, atropellándose, traspasándose enigmáticos mensajes y haciendo un ruido infernal con un parloteo incesante que se confundía con el estruendo de sus variadas actividades que, confieso, no entendí en qué consistían.
Dios estaba sentado sobre una piedra. No lucía mal. Contra todo lo que se supone no tiene barba y es totalmente calvo. En realidad, todo su cuerpo es absolutamente lampiño y, como se encontraba desnudo, lo de absoluto lo puedo certificar. No es ni blanco ni negro, es de un color de acero quemado con algunos destellos dorados, lo cual le queda muy bien.
Yo llegué junto a él y, dado que no había más nadie cerca con quien hablar, le saludé. Me miró y sonrió. Una sonrisa encantadora. Con una seña me invitó a sentarme a su lado. Lo hice, con cierto remilgo debido a su desnudez. Al instante, comprensivo, quedó cubierto con un manto. Me sorprendió. ¡Sacó su ropa de la nada!. Pensé que era alguna clase de mago.
Ya más cómodo y por iniciar una charla le pregunté quién era.
- Soy Dios – respondió con modestia – y tú eres Roberto – agregó mirándome.
Asentí con temor reverente. Aquel mago no era cualquier cosa. Estaba un poco chalado, evidentemente, pero me resultaba simpático y su pretensión de ser Dios podía pasar.
- ¿ Y tu nombre de pila? – pregunté con cierta audacia.
- Quizá El Señor, El Altísimo, El Ser Supremo, Jhave, Jehová, Alá, pero llámame Dios a secas – aclaró.
- Y qué estás haciendo aquí, Dios?.
- Sólo miro a mis criaturas. Son divertidas, ¿ no es cierto?.
- Me parece que se están matando –dije preocupado.
- Algunos viven de esa manera, otros usan otros métodos, pero en general son proclives a golpearse unos a los otros. Asombrosamente, también se aman. Son la pesadilla de los psiquiatras. Hasta a mi me cuesta entenderlos.
- Vos nos hiciste así - aclaré con osadía.
- Fue artesanal y sobre una materia prima un poco tosca. Para colmo les di el libre albedrío.
- Y ¿para qué hiciste eso?.
Se encogió de hombros :
- Todos los otros animales tenían comportamientos predeterminados. Como las hormigas, por ejemplo. Pero resultaba un poco aburrido. Quise algo diferente.
Meditó un momento y agregó:
- Pero los puse en un medio muy favorable. Todo perfecto, ni aire acondicionado necesitaban. Y, luego, Eva se puso a chismorrear con esa retorcida de la serpiente y tuve que pedirles el desalojo.
- Pero, Dios, la serpiente fue creación tuya y, obviamente, el Demonio también.
- ¡Oye! – interrumpió amoscado – ¿no habrás venido a criticarme?
- De ninguna manera, Sr. Dios – respondí alarmado - era sólo un comentario.
- Así empezó Lucifer. Nada de lo que yo hacía le venía bien. Parecía un periodista de TV. Me las hizo todas, hasta que al fin lo desbarranqué del Paraíso y lo mandé al Infierno.
- Quizá hablándole, tratándolo bien, haciéndole comprender, con cariño – arriesgué temeroso.
- ¿Tratándole bien?. ¡Vaya!. ¿Qué crees que hice?. Fue el mejor de mis ángeles, el más bello, el más inteligente. Le di todo ¿y qué hizo el desagradecido?: conspiró en mi contra como un político cualquiera.
- Quizá lo malcriaste – acoté.
- Bah! Pavadas!.... ¡hey!... ¿No serás psiquiatra?.
- ¡Dios me libre!…Bueno - aclaré prestamente – quise decir que no.
- Está bien. Entiendo, tranquilízate, nunca permitiré que lo seas.
- Gracias…Y decías, del Demonio…
- Ah! Sí. Por último le borré mi recuerdo de su memoria; y lógico, empezó a predicar que yo no existo. Y tiene razón, para él no existo.
De pronto en el caos de abajo hubo un arremolinamiento.
- Ahí está él – aclaró Dios señalando el centro del remolino humano.- Escucha, verás que tengo razón..
- No veo a nadie con cola, cuernos y ojos llameantes. Solo veo a un gordo, de sonrisa simpática y ojos risueños.
- Ese es. ¿Acaso crees que con un aspecto horroroso podría convencer a alguien?.Ese ser es un estafador de alta escuela, un seductor, un mago del engaño con gran estilo.
Era verdad, el gordo se movía con la idoneidad de un actor en un escenario recitando su parte con mucho garbo:

- ¿Ahora se preguntan por Dios?. No existe. No hubo comienzos ni creador, ni caos ni orden. ¿Un Dios todopoderoso y omnisapiente que necesita un farsante como yo de enemigo?.Yo sólo soy distinto como fenómeno viviente. No sé si soy único, pero sí sé que tampoco tengo Dios y estoy tan solo como Uds. ¡Quién sabe!, quizá hubo quien montó el escenario, pero se ausentó de la dirección del espectáculo sin previo aviso y sin fijar fecha de retorno. Si tiene interés en volver aún no la ha hecho saber.
- Sí lo ha hecho saber – replicó vivamente un viejo fraile – para eso mandó a Jesús.

- ¡Oh! Ahora se meterá con mi hijo – musitó Dios resignado..
- ¿Jesús? – pregunté estúpidamente.
- Si. El mismo, el que me crucificaron – respondió secamente.
No hice comentarios. No quería despertar susceptibilidades. El Demonio recomenzó su discurso luego de echarle una mirada aviesa al pobre fraile:

- ¿Cristo?. ¿Jesucristo?. Un judío apóstata pregonando el amor al semejante. Un entrometido negando la esencia misma del mandato de la naturaleza: sobrevivir, multiplicarse y vivir a costa de los más débiles. ¡Qué torpes!, casi le dejan la iniciativa a los jodidos nazis.
-¡Veanadondehemosllegado¡ -rugió en una sola tirada – Amor al prójimo, solidaridad, caridad, tolerancia. Convención de Ginebra, Derechos humanos, leyes sociales, y sigue la monserga. ¿Todo para qué?, para culminar en los yuppies, la teoría de la seguridad, la CIA, la bomba neutrónica, Hiroshima, las armas bacteriológicas, Vietman, Kosovo y todo lo demás?.¡
-¡No lo hubiera hecho yo mejor!. ¡Veanloquehanhecho! – prosiguió desolado - Han puesto a la especie al borde de la extinción, negando el camino de la selección natural, imponiendo reglas absurdas y sentando a la Naturaleza en el banquillo de los acusados, rea de ser como debe ser, como jamás dejará de ser.
Señaló su pecho, compungido, y agregó: y a mi…yo…que sólo quiero que Uds. los mejores predominen, soy el motivo de sus ataques y, por supuesto, el supremo causante de todo el mal. Jefe del Imperio de las Tinieblas. ¡Acusarme de Imperialista a mi!. ¿Se dan cuenta?.Es bochornoso.

- Parece un darvinista trasnochado
- Sí – acotó Dios - Es un patético liberal retrasado.
- ¿No puedes hacerlo desaparecer? – pregunté tímidamente.
- ¿Para qué?
- ¡Para que no siga pervirtiendo a los seres humanos! – repliqué asombrado.
- ¿Pervirtiendo? – sonrió con tolerancia – escucha. y verás..

- ¿Pero qué es el mal? ¿Yo soy el mal?. ¡Bah¡. Ninguna religión se ha puesto de acuerdo en eso, y cada una considera secuaces míos a las demás. .
Hizo una pausa con aire pícaro y agregó: y no hablemos del poder, no tiene ni bandera, ni ideología, ni patria, ni religión y todo le viene bien, hasta la sangre fresca, siempre que le puedan aplicar el tanto por ciento. ¡Y resulta que el conductor del Imperio de las Tinieblas soy yo¡.
Carcajeó roncamente y agregó en tono confidencial : Yo…si lo vemos con claridad, soy sólo un reflejo, una imagen en el espejo de la especie humana, una nube móvil cuyas formas no terminan de definirse hasta que un hombre las concierta. Soy un mero ejecutor de los más íntimos y genuinos deseos de los hombres.
Se detuvo unos instantes rodeando a todos con una mirada de inteligencia perversa:
-¿ Me comprenden ahora?- los señaló e insistió : sus deseos, los más íntimos, los secretos, los inconfesables, todos ellos.
Sus interlocutores quedaron mirándole con la boca abierta mientras él agregaba sonriendo con simpatía:
-¡Y aquí estoy disponible!,¿ por qué no aprovechan la ganga?. – y abrió los brazos en un fraternal abrazo.
Para mi sorpresa todos los que le escuchaban se precipitaron a aquellos brazos pugnando por ser los primeros.

-Ya ves – dijo Dios.
- No es el Demonio el culpable, entonces.
- Exacto, Roberto, el hombre no necesita al Demonio, hace el mal artesanalmente, digamos.



FIN







Texto agregado el 02-06-2006, y leído por 115 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-06-2006 Magnífica ironía, donde lo cómico oculta lo trágico. Muy buenos diálogos. eneas
02-06-2006 Me gustó el color de la piel que le pusiste. chantal-deveraux
 
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