Silbando a cuatro oídos sordos… parecía inútil pero había que empezar de alguna forma a acostumbrarse al mundo hostil en donde habían sido insertos. Era lo que la humanidad conoce como “El principio de los tiempos”. Paisaje virgen, los únicos humanos que caminaban por ahí estaban ocupados y maravillados. Así que, estáticos como estaban, podían cruzar unas palabras sin temor a que alguien más los escuchara. Estáticos como estaban, podían cruzar miradas sin temor de interferencias. Estáticos como estaban… no pudieron cruzar ni palabras ni miradas. Cada uno poseía dos oídos pero inactivos; cada uno era dueño de un par de ojos, pero ciegos. Pese a todo se comunicaban sin problema, habían sido creados juntos. De pronto, a la par, abrieron los ojos y sus primeras miradas fueron la misma, cada uno al otro.