Inicio / Cuenteros Locales / cao / MIcrocuentos de libre mercado (Segunda parte)
Pollo al velador.
Encendió un cigarrillo y luego lanzó la cajetilla y el encendedor al velador como jugando a apuntarle a un blanco. En el otro extremo de la estrecha pieza el chillido de la ducha le anunciaba el inminente retorno a las labores; sin embargo aun le quedaban algunos minutos para fumar tranquila ya que el motel se encontraba cerca de la oficina. Sobre su pecho el semen de Camilo su jefe comenzaba a secarse; mientras que en la pantalla de su silenciado teléfono celular las llamadas perdidas de su marido se multiplicaban por cuatro.
El finiquito.
Ni siquiera las vacaciones me quería pagar el desgraciado, ¿puede usted creerlo socio?. Por eso que la secretaria casi se muere del susto cuando me vio agarrarlo del cogote en su oficina; ahí casi se mea la pobrecita. Le juro gancho que cuando vi que en el papel faltaba la plata por los años de servicio, el pata de cabra se apoderó de mí. No sé ni como lo saqué de un empujón para afuera, la cuestión es que me fui en la volá y lo clavé a la estructura de la losa con clavos de cuatro pulgadas; el infeliz gritaba como chino. Y ni le cuento como quedó después que lo torturé con la máquina de soldar, vaya a verlo, quedó como chicharrón. A mí no me vienen con los cuentos esos de las necesidades de la empresa, no señor, yo soy maestro viejo de la construcción…
Calipso intenso casi azul.
No lo podía creer, cuando subió por el ascensor del edificio su órgano estaba erecto y latía furtivo; ya ni siquiera podía pestañar. Su mujer iba a estar contenta con el milagro, de eso estaba seguro. Ni la diabetes, ni la ciática lo detendrían esta vez. Con tantas ganas contenidas el piso entero temblaría. Después de la imprenta, la pastilla era, según los dichos de su médico de cabecera, el mayor invento del hombre en los últimos tiempos, y él podía dar testimonio de aquello. A esa hora una sonrisa de extremo a extremo cruzó sus mejillas encendidas y coloradas, su presión hasta ese momento marchaba de perillas.
La caspa del diablo.
Salió de la sala tratando de pasar desapercibido; sabía que una vez iniciada la sesión en el hemiciclo estaba prohibido salir de su interior sin el consentimiento del Presidente de la Cámara, por eso tanto sigilo. Desesperado entró a la caseta del baño y trancó la puerta. Adentro no demoró en abrir el papelillo y esparcir el polvo cristalino sobre la pulcra cerámica formando dos enormes rayas paralelas. Al salir del sanitario caminó por el pasillo con insigne prestancia seguro en sacar la aprobación de los honorables.
El chat.
Los celos lo nublaron de tal modo que de inmediato la hizo desaparecer de sus contactos, borró todos sus e-mail y la sacó del messenger. Era inconcebible para él que la muy maldita haya tenido sexo con su marido (como acababa de manifestarle por la pantalla) en circunstancias que la noche anterior se había negado de tenerlo virtualmente con él invocando un supuesto estado de nerviosismo. Hacía rato que la notaba extraña, demoraba más tiempo del necesario en responder en las conversaciones; a cada rato le decía que tenía gente al teléfono; o lo dejaba solo en el msn justificando después sus ausencias en supuestas caídas de la red. Estaba harto, tenía orgullo, ya no quería ver más sus caracteres hipócritas sobre la pantalla del computador, ni las caritas, ni ningún carajo.
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Texto agregado el 26-12-2003, y leído por 627
visitantes. (7 votos)
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Lectores Opinan |
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10-11-2005 |
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soy nueva, pero me está gustando tu literatura critica, a veces hasta sarcástica... el_hada_perdida |
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30-12-2003 |
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Curioso que sean maxicuentos en el contenido y microcuentos en la extensión, yo me quedaría con todos; no sabría cuales elegir. Son únicos. Creo que todos, en una u otra forma podemos vernos ahí. Gran selección. Saludos. nomecreona |
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29-12-2003 |
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Un bisturí en lugar de pluma cincela tu mano. Un bisturí incisivo y certero, de gran factura y endiablada realidad. Manejas el cuento corto como Maradona la pelota en sus pies. Mis redobles grandiosos de tambor para tu trabajo. tambordehojalata |
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27-12-2003 |
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Eeeeeeeeeepa, cuidado con el último. Nos han dicho que los primeros son los más reales, pero se han equivocado, nada más real que las manifestaciones sociales y humanas que las nuevas tecnologías informáticas nos han brindado. Bueno, y los honorables, ya sabes, no son taaaan honorables, de hecho ni tienen por qué llamarse así, ya no trabajan a honores. Todos y cada uno son un mundo que existe. Excelente blanquita |
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26-12-2003 |
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Me quedo con los dos primeros xq rozan la realidad, especialmente el segundo que roza lo que muchos quisieramos hacer. Manejas este género de forma magistral. Besos burbuja |
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26-12-2003 |
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el primero impiadosamente real, el segundo una venganza de risa, el 3º.. el tercero no sé, te lo diré en 10 años, el quarto magistral y el quinto se lo comio. no era asi? el quinto era el que se lo comia? 25 estrellas hombre. sduv31 |
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26-12-2003 |
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Ves??????? Ya vamos organizando la antología! Genial. Bravisimo. Cada uno autonomo pero dependiente, mostrando historias maravillosamente concebidas. Bravo. Gabrielly |
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26-12-2003 |
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Creo que has encontrado en el microcuento un espacio en el cual tu pluma se mueve cómoda para el ejercicio impiadoso de la crítica social y costumbrista del anónimo del siglo XXI y sus conflictos. Sus medios, la comunicación, la postura frente a los espejos de la realidad que lo circunda saltan en esta saga como pinturas. Una lupa que ayuda a resolver cuestiones de microcirujía. Tu bisturí es preciso para goce de quien te lee. Gracias por compartirlo hache |
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26-12-2003 |
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me gusta esta saga de microcuentos urbanos, porque logras transmitir en breves palabras potentes ideas que caracterizan parte de lo citadino. Tomas elementos diversos de lo social y lo transformas con tu siempre certera pluma. Con más de alguno uno puede llegar a sentirse tocada.. bien por ello, además están muy bien escritos. Saludos y estrellas para ti. CaroStar |
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