Amanezco entre tus labios abriéndome a una lengua irreverente que me entra, bajo el almíbar de tu boca iluminando los espacios, las infinitas partes en que exhalo. Te mueves en círculos concéntricos que arrebatan el deseo, desafiando a mis pechos crucificados al borde de tu piel extendidos y deseosos, a la tarde cristalizada en el letargo de los cuerpos. Me provocas lacerando el norte de mi cuello, agitado, furioso, robando los gemidos de mi sangre. Y mis labios fluyen en el temblor de tu figura abrazados a la queja, lamiendo el laberinto de tu piel deshecho que traspasa mis instintos. Te siento, me tomas, vuelvo a nacer, destruyes mi semblante con tu mirada involuntaria, te tengo, besas el cabello alborotado, me ahogo de placer, insistes con tus huellas, me embriagas, te asecho, devoras los silencios con tu calma, navego el sacrilegio de tus valles, te expandes, estallo en mil pedazos, continuas, me ablando, abro mi boca a tu deseo, me tienes toda, te rindes de felicidad, mientras mis manos no dejan de mimarte.
Ana Cecilia.
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