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Ratas iluminadas

La noche del martes trece fue oscura, y todo por culpa del Rosendo, que se emborrachó junto a su compadre Antonio José; habiendo trago por delante los amigos no se levantan de la mesa. El pueblo fue condenado a la oscuridad, era noche invernal con nubes y sin luna. La Chepita, —mujer del panteonero— cuando salió a buscarlo, casi se va de espaldas, porque al mirar hacia el cementerio, vio una luz que cruzó rauda de norte a sur. Se santiguó tres veces, rezó cinco Ave María, se golpeó el pecho y pidió perdón por sus pecados que, a la fecha no eran tantos ni tan graves, luego, juró y re-juró que la luz era en el cementerio.

En la casa que está ubicada en la esquina sur de la plaza, a ultima hora de la tarde, la niña de la casa, antes de regresar a la suya, puso el cassette que don Nicanor hace colocar cada atardecer, también en las mañanas cuando llega y si se le ocurre, también a la hora de almuerzo, hay una canción que le hace mantener vivas sus pasiones más oscuras y, por las que pagó con cárcel por cinco años.

“Al preso número nueve
ya lo van a fusilar
está rezando en la celda
con el cura del penal”


Esa noche estaba más fría que otras, los termómetros marcaban una temperatura bajo cero, antes de irse salió al patio a botar la bacinica que don Nicanor llena varias veces en el día, éste cumplirá ochenta y cinco años, hace mas de cinco que decidió no levantarse de la cama, no es enfermedad ya que cuando se le ocurre se baja del camastro y se pasea por casa sin salir a la calle, es como un alma en pena anclada a la antigua casona. Rosalía lo atiende día a día. El abuelo, pareciera está enfermo de los riñones ya que mea decalitros de líquido cada día.

“Padre no me arrepiento
ni me da miedo la eternidad”


En la casa sigue dando vueltas a la cinta, una y otra vez, se oirá hasta que la cinta se corte, luego encargará otra y otra, antes cuando habían discos de vinilo, si se rayaba alguno, gritaba y maldecía a todo el mundo.

La mañana del miércoles catorce, la luz en él cementerio es el comentario de todos, de los crédulos y los incrédulos, para los crédulos el hecho que haya sido martes trece la significación, es diabólica. Otros dicen que la chepa cuando le pone entre pera y bigote, ve visiones. La Chepita lleva mas de treinta años casada con Antonio José que es el encargado del cementerio, ubicado en la falda del cerro.

La noche de ese miércoles había expectación en Las Compuertas, nombre del pueblo; se sabe que los muertos fallecidos en trágicas circunstancias son milagreros, por tanto, en las tumbas del Apolinario y la Aída del Carmen –la mujer de don Nicanor- nunca faltan velas, son mandas que se les hace. Don Nicanor manda día a día a la Rosalía a que encienda una vela a su mujer.
Rosendo es el responsable del generador que entrega luz eléctrica desde las seis de la tarde hasta las siete de la mañana del día siguiente. A eso de las ocho de la noche de ese miércoles, la mujer del panadero y la Chepita conversaban las novedades, -nunca tan nuevas – cuando miran al cementerio y....
—¡La Luz! se mueve en su sitio y al segundo parte nuevamente rauda de norte a sur - dijo la primera.

— Ave María purísima, ¿la vio doña Chepita?
— Si Ernestina, claro que la vi, si es la misma de anoche.
— Se persignan, rezan sus rezos, entran a la casa, la dueña coloca la tetera en la cocina, esperan para servirse unos matecitos
— Mañana hay que llamar al cura para que bendiga el cementerio, ha de ser alguna alma en pena, ¿O quizá el Belcebú? Vaya a saber una.
— ¿Pero doña Chepita, vio que salía cerquita de la tumba de la Aidita? Pobre mujer, encontrar esa muerte tan fea.
— Si pero ella se la buscó.
— Es que el Nicanor era malo.

“Padre no me arrepiento
ni me da miedo la eternidad”


Antonio José es conocido en varios kilómetros a la redonda. Ha sepultado a todos los vecinos que se han marchado, la mujer de Nicanor fue una de ellas, lo mismo que el Apolinario. Ambos sepultados el mismo día, acontecimiento que conmocionó al pueblo entero.

“los maté sí señor
y si vuelven a nacer
ya los vuelvo a matar”



Rosendo y el panteonero conversan cada día, se reúnen en la cantina donde arreglan el mundo.

El jueves no fue un día anormal, en la casa de don Nicanor, se produce el mismo diálogo entre él y Rosalía.

— ¿Y usted cuando se va a levantar? Mire, la bacinica llena de pichí, si usted no está ná enfermo, ya levántese para hacer la cama, lleva más de un mes con las mismas sábanas.
— ¡Mira chiquilla de porquería! Para eso te pago, para que me atiendas y colócame mi canción y al tiro.
— Hum, lo único que sabe decir usté, “haceme esto, haceme lo otro”, ¡Levántese ya! Parece chancho, hasta en la plaza se siente su olor. Además, sé que usted se levanta cuando yo me voy, ¿Cree que no sé cuando se come las galletas? Las dejo contaítas.
— ¡No me voy a levantar!, y me dejas la radio con mi corrido y te vai a hacer el almuerzo, tengo ganas de comer un estofado de chancho.
— Ya oiga si no estoy ná lesiando, levántese para cambiar las sábanas, le voy a llenar la tina con agua caliente p´a que se bañe, si parece chingue, y déme plata para comprar velas y carne, mientras se baña, me voy al cementerio a ponerle velas a la finada.
— Si, anda a colocarle velas a la puta.
— Puta sería su abuelita ño Nicanor, la finá era buena, yo me acuerdo de ella, era “cabra” chica pero me acuerdo, era linda. Usted la tenía maltratá. Por malo usted fue a dar a la cárcel, ¡Ya no hable tanto y párese, no está nadita de tullido como dice! Todas las noches parece ratón! Voy a comprar, le dejé jabón y shampoo en el baño, eso p´a que se vea bonito.

“Al preso número nueve
la vida le han de quitar
por que mató a su mujer
y a un amigo desleal”


La noticia se esparce en el pueblo y los aledaños, desde el día de la muerte de los amantes ha adquirido mala fama. Ya no es solo la Chepa, se ha sumado la Ernestina y en las tres noches siguientes más personas ven las luces que se mueven raudas de norte a sur. Ha quedado de manifiesto que es en el cementerio.

La conmoción es grande, se ha enviado por el cura para que anticipe la visita, nadie quiere acerarse al campo santo de noche, los que deben pasar por su cercanía, lo hacen de carrerita, a los muros nadie se acerca cuando está oscuro, Antonio José, trabaja solo hasta que la sombra comienza a bajar, pasa por su casa, se cambia la ropa, por si acaso la deja en el patio, y como no, si ha andado reparando sepulturas y la tierra pegada que lleva es de los muertos.

—¡No vaya a ser cosa que me traiga parte de las animas que andan de noche iñor! –dice en la cantina.
—¿Y usted compadre toño, también tiene miedo por esa lesura? –pregunta Rosendo.
—Oígame compadre, esta mañana me llegó memorando, me dicen que si dejo al pueblo sin luz una vez mas, me van a dar el “sobre azul”, sabe, si ya he juntado como cien, me alcanzan para empapelar la oficina.
—Algún día le van a dar la patada en el culo a usted, pero, compadre, estoy asustado, no ve que yo soy el que trabaja con los muertos, que si se enojan por que los enterré muy abajo? Me van a ir a tirar las patas, claro que tengo miedo, la luz se ve clarita y más encima sale de la tumba de la Aída y se va a donde él Apolinario, va derechito, igual que antes Rosendo, igual que cuando estaban vivos.
—Hay que hacer algo compadre, hay que hacer algo, además el pueblo se llena de intrusos.
—Antonio José
—¿qué quiere compadre?
—Usted conoce bien el cementerio ¿Por qué no vamos una de estas noches y miramos que pasa allí?
—Tai loco, Rosendo, de noche no me meto con los muertos.
—Voy a tener que buscar otros socios entonces, si ud no quiere nadie lo obliga.

“Voy a seguir sus pasos
voy a buscarlos al más allá”


La pobre Rosalía tiene que tragarse todo el día la misma canción, le dan ganas de romperle las cintas, pero, don Nicanor siempre las compra. Su labor, limpiar la casa y hacer la comida del anciano, este, si bien la jode mucho, sin ella no sabría que hacer.

—Oiga don Nica.
—¿Que quieres niña?
—Escuché que a la noche van a ir al cementerio a ver la luz, dicen que va de la tumba de la finada Aída, hasta la del Apolinario. ¿No le dan celos?
—Mira chiquilla e´mierda, ¿por que no te vas a reir de tu abuela y no de mí? A esa puta ni la recuerdo. No se quien es.
—Usted, es más mentiroso, se lo pasa pensando en la finada, todo por que le puso los cuernos.
—Si me los pusieron, pero, lo pagaron caro, los pillé allá en la Compuerta que va pal fundo del Francisco, le descargué los cinco tiros del “mitigueso”, el era mi amigo, estaba encima de la Aída, p´tas que movian las patas, había puesto el poncho de colchón el maldito, tres balazos fueron para él, ahí mismo, uno lo traspasó y se le metió a la ramera, los otros dos se los pegué a la Aída en la cabeza, ahí quedaron, me condenaron a diez años y salí antes, no me da ningún dolor. La echo de menos, sí, a mi modo la quería, cierto de vez en cuando le pagaba, p´a eso era mi mujer, uno que es hombre tiene derecho a pegarle de vez en cuando, para que no se olviden de quien es el que manda en la casa.
—Ve por malo le pasó, ahora la finá en vez de venir a acompañarlo a usted se va pa la tumba del Polo. ¡ya oiga, voy a barrer la casa!.

Nadie se atrevía a subir al cementerio de noche y Rosendo, tampoco quería ir solo, por más que buscaba compaña, no la encontraba, una semana y, la luz pasa rauda de norte a sur, desde donde la Aída del Carmen hasta el Apolinario. Hasta el cura, quien es muy serio, tiene algo de temor, ha bendecido ambas sepulturas y no hay caso, el Pastor de los evangelicos fue con sus hermanos a cantar las alabanzas a Dios y nada, pero, cada noche crece la cantidad de mirones.
Se reunieron los vecinos todos, decidieron que para guardar la paz en la población, hay que ir de noche al campo santo, que no sirve tener tanta fama, que hay que hacer una delegación de Hombres y, alguna mujer si lo desea, para ir al cementerio de noche y esperar a que aparezca el espiritu y expulsarlo. Hasta hubo elección de hombres bien hombres.

La noche del sábado para el domingo los hombres bien hombres subieron al cementerio, llevaban de todo para espantar las animas de noche oscura.
Encabeza la legión Antonio José por ser el que conoce mejor los vericuetos del campo ya no tan santo. Se colocaron cerca de la tumba de la Aída, callados todos, agazapados, con palas y horquetas, Ernesto iba con una escopeta del doce, hasta un revolver andaba, claro que la mano del que lo empuñaba temblaba, casi media hora debieron esperar, como estaban entumidos, tiritaban de frío y miedo, hasta que por fin la espera da resultado, una vela se mueve, se balancea, de izquierda a derecha, se ladea pero queda en el aire y, camina, luego corre, rápido de norte a su, el compadre Rosendo agarra un palo se lo tira a la luz que corre, ¡Andate anima conchetuma! ¡No volvai por acá! Mientras más gritos, más rápido corre la luz, el compadre de la escopeta la prepara, apunta y dispara, se detiene la vela y se apaga, luego, silencio absoluto.

—¿Quién va a mirar? – pregunta Antonio José
—Yo no, - dice uno.
—Tampoco yo –es un coro el que responde.

Nadie quiere ir.

Bajan todos con el alma en un hilo, se invitan a la cantina para pasar el frío con un “vinito navegado” con naranjas y sopapilllas pasadas con que los espera el cantinero, esa noche será por cuenta de la casa.

—¿Y que pasó? – pregunta el cantinero
Todos quieren hablar al mismo tiempo, es Rosendo el que habla por todos

—No se compadre, la vela se movió, le tiramos con todo y no se paraba, era como si un enanito la llevase, hasta que el amigo Ernesto le disparó con la escopeta, ahí mismito se detuvo, el anima o que se yo la apagó y la verdad compadre que ninguno de nosotros quiso ir a ver, ¿para qué? A lo mejor con ese susto que le dimos no regresa más.

La noche fue larga, lloviznó, a la mañana siguiente, ni siquiera Antonio José quería ir a trabajar, pero, el deber llama y doña Ernestina lo enviaron a laborar, a medio día bajó a la cantina, llevaba algo en las manos. Poco a poco el pueblo se arremolinó en la cantina.

—¿Qué trae compadre Toño? – suena la voz del Rosendo
—El anima poh. – contesta valiente

Abre el paquete y aparece un ratón de unos dos kilos con una vela apretada entre los dientes.

Glosario
Mitigueso: Revolver Smith & Weson

Vino navegado: Vino tinto hervido, le lleva azucar y canela además de rodajas de naranjas.

Finada: muerta

Chingue: animal pequeño, con orines apestantes, cuando se siente atacado para la cola y mea hacia el atacante.

Pichi: Del mapudungu, que significa chico, en lenguaje corriente, orina

Cabra: niña de corta edad

Sobre azul: último sueldo con aviso de despido






Texto agregado el 01-06-2006, y leído por 1108 visitantes. (38 votos)


Lectores Opinan
01-08-2006 Excelente, muy bien descrito el ambiente, cada uno de los personajes y además con esa canción que puntea las apariciones del viejo, que parece orgulloso de su homicidio. Muy buena la idea de las ratas que se llevan las velas que la muchacha prende a diario. Felicitaciones! loretopaz
21-07-2006 Sigo admirandote... las letras son lo tuyo... mis estrellas... Mujer_de_sal
21-07-2006 Historias como estas son las que valen la pena leer, tu estilo se siente muy cercano a todos los pueblos aunque no sean precisamente chilenos. Miles de estrellas Bolivianas... soripo
16-07-2006 jajaja está bueno pero es cierto, como ya dijeron, lo de la rata no fue sorpresa... por el título... jeje. No sé, estas letras tienen sabor a tierra... un abrazo. escolastica
13-07-2006 Que barbaro perro negro ahora si que mandaste con las animas el ratónm ese seguro que tu hasta lo viste y lo pusiste ahi con la vela no me digas que< no eres un pingo compadre. gatelgto
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