Nunca imaginé tal sensación, al ver esos ojos que sin ayuda de palabras podía describir tal desesperada tristeza.
Estaban desbordados, ya casi ahogados entre tantas lágrimas espesas de contenido.
Me impresioné. Su voz no era clara, sus mandíbulas temblaban con tanta violencia que
el esmalte recubriente de sus dientes llegaba a desgastarse.
Nada se le entendía, todo eran interpretaciones sobre esos sospechosos ojos que pedían
ayuda con anormal desesperación.
Su mirada llegó hasta mi. La sentí tocar mi corazón, que casi sin fuerzas intentaba
comprimirse. Al recibir ese choque caí, seco y casi inconciente.
Las baldozas se sentían frías y el veneno que su mirada me producía agobiaba el aire
del lugar. Mis ojos estaban himnotisados bajo el poder de esa inocente máquina con
mirada de ser humano. Mi cuerpo dolodrido estaba inmóvil, mis extremidades no podían
responder mi interno pedido de auxilio, el sudor de la impotencia recorría mi fría piel pálida y mi organismo comenzaba a descomponerse.
Con los dolores sentía desprenderse algo más, algo sujeto a mi, sentía como se vaciaba
mi cuerpo, como se apagaba y como en la claridad de mi expresión se me veía morir.
Fue ahí, justo en ese instante cuando supe sentir la verdadera precencia del miedo,
cuando sentí más de cerca el roce de la brisa de la muerte.
Después de ese día todo había cambiado: desde el significado emocional de las cosas
hasta la propia sensación de un respiro.
Ya no era yo, esa criatura sombría había succionado mi gélida alma dormida. Había
pasado a ser alguien incompleto, creyendo que puede sentir, y sin embargo sin sentimientos
reales, no conmoviendo de ninguna forma, un ser vacío, sin sencibilidad verdadera.
Lo que creía sentir eran sugestiones, engaños de mi cabeza llena de pensamientos impuros,
y solo en ciertos momentos tomaba conciencia de la irracionalidad de mi nuevo ser, liberaba en una hoja a mi mente solitaria, sabiendo que en cualquier
momento podía olvidarlo todo.
El hueco que mi alma aucentaba desconcertaba mi cabeza, no sabía que debía sentir acerca
de esta transformación tan irreal.
Suponía que debía de estar perdido, y lo estaba. No caía aún, no terminaba de entender
como mi cuerpo ahora era también ajeno. El miedo lo imaginaba acrecentarse en un rincón
interno, mientras carcomía macabramente la poca cordura que me quedaba.
Y al imaginarlo, aunque no estubiera, yo lo creía ahí, porque recordaba en mi inconciente
lo que el miedo me causaba, revivía las sensaciones del sentimiento solo suponiendo que
en estos momentos me vendría a visitar. Para ser preciso, no eran sentimientos, sino malditas
mentiras inconcientes.
Aveces la desesperación invadía mi fría anatomía y cuando cerraba mis ojos cansados veía
aquel día en que perdí la pérdida de mi escencia, recordaba claramente esa última sensación
en mi pecho, esa forma de morir y volver a nacer.
Eran tantas las preguntas sin responder y tan difíciles las respuestas que mi mente enloqueció.
No confiaba en nadie, no creía en nada y mi agresividad me llebaba por mal camino.
Después de todo la soledad no era tan mala, fue la única que quizo acercarse a mi, por eso
la dejé y me hice amigo, tanto, que hasta dejé de sentirme solo.
Muchas veces me descontrolaba, me lastimaba y miraba la sangre, como hasta ella había perdido
color.
No podía dejar de temer, tenía miedo de todo, me sentía desnudo, desprotegido, totalmente al
descubierto, aterrado de que me contamine cualquier basura que vuele por mi mismo aire. Quizá
por alguno de esos microbios es que me pareció todo un sueño, fue tanto y tan profundo el ahogo
en esa fantasía que dejé de reconocerme, mi reflejo me miraba con ojos asesinos, los cuales
iban acorde con cosas que perturbaban mi cabeza: cosas locas, ocurrencias nefastas.
Mi mirada había dejado de tener un lenguaje propio, había dejado de iluminar en la oscuridad,
ya no tenía contenido, eran solo ojos de plástico.
Ya había olvidado lo que se sentía ser normal, lo sobrenatural había hecho un cambio en mi
mirada, y los nervios hacían que me apretase la panza con dolorosa presión.
Que feo se siente cuando la mente habla sola y perdés el control sobre ella, tal era esa sensación
que me venían ganas de dejar volar mi imaginación, de renovar los aires, las energías ya acabadas.
Necesitaba algo que no tenía, que no sabía siquiera que era...talvez solo ambición...o aburrimiento
de tanta monotonía, aunque no dejaba de sorprenderme por las irracionalidades que atormentaban mi mente.
Aveces me tiraba a llorar, extrañando cierta parte de mi. Era cuando más me acercaba a ella, a mi alma y a su vez me acercaba al vacío. Me quedaba pensando que quizá este sola y tenga miedo de perderse en lo oscuro, o quizá me este buscando entre la nitidez de las ruinas, pero como no había forma de saberlo, la desesperación me volvía a demoler.
No recibía ningún tipo de apoyo, era yo el único que tenía el poder de no dejarme derribar.
Por esto me sorprendía, sonreía sanamente y casi tan natural como antes.
Esos momentos eran ratos de buen humor, donde veía asomarse de mi cuerpo algo extraño y familiar
que hacía que no pierda las esperanzas y pueda respirar. Eran ratos en los que me sentía poderoso,
fuerte, confiado realmente de mis capacidades y al miedo lo dejaba en el olvido inconciente.Desde
ese lugar supe aprender, supe incorporar conocimientos con valor real. Desde ese lugar supe pensar que era capáz de no hundirme.
Creo que en ciertas situaciones pertenecí a ese cuerpo sin alma, lo comprendí y quizá aveces hasta me pareció volver a sentir. Eran instantes eufóricos, que los disfrutaba sintiendo ciertas mentiras creíbles.
Pasaba reflexionando como era mi mente, aproveche a conocer mi cabeza pero más objetivamente, sin influencia de sentimientos. No se a que se debían tales cosas, pero me fortalecían por un rato, y me inspiraban a idearme para curar mi herida sangrante. Estaba en prosceso de evolución.
Vivía alerta. Todo el tiempo estaba listo para cualquier situación que se pudese presentar, aveces me sentaba a esperar que algo cambié, que suceda un hecho revelador que me sirva para dejar de tener tantas cosas incolclusas, pero al notar como lentamente progresaba mi evolución me sentí feliz, conforme a pesar
de cualquier exabrupto. Al pasar el tiempo mis rasgos volvían a su normal expresión, sentía despertar una parte interior de mi. Mi cuerpo me devolvía calidez, me sonreía y me volvía a sentir lleno, los colores se asomaban, sentía mi ser con energías nuevas, con fuerzas recargadas, mi mirada volvía a transmitir con su ezquizito lenguaje y tuve la capacidad de comprender
que yo mismo fui el ladrón de mi propia vida, y por eso supe devolverme a mi alma ya sanada.