Te miro mientras hablas, y tengo la sensación de estar viviendo el sueño que durante tantos días llenó mi vida. Observo cada movimiento de tus manos, cada risa, cada mirada, y no termino de creer que me baste extender mi brazo para tocarte, para sentirte.
Siento que todo se hace liviano cuando tus brazos limitan mi cintura. Veo la eternidad en tus labios, que se posan en los míos como gota de agua en el desierto. Te abrazo, me mimas, te deseo, te pertenezco, me regalas vida cada vez que me nombras.
No pienso en un final tan lejano como impreciso, porque no creo que un sueño construido ente dos pueda despertarse jamás.
No pienso en la distancia que tanto mar nos enseñó a beber, porque aprendimos a querer en la distancia cuando todo era sal y oscuridad.
Pudimos ganar la batalla que nos impuso el destino, vencimos al miedo, a la soledad, a las sombras que nos perseguían por aquellos pasillos que recorrimos en el pasado.
Pudimos con todo por amor, por verdad, por darnos con el alma por delante. Pudimos porque quisimos poder, porque, en algún rincón de nuestra alma, ambos sabíamos que, con el tiempo, aprendimos a vernos sin mirarnos…
|