Divorcio
- Ya no aguanto más! – dijo en un grito que estremeció las paredes.- Es definitivo, QUIERO EL DIVORCIO!
Gabriel, quedó boquiabierto mirando el rostro enrojecido de Valeria. No alcanzó a despegar los labios cuando la voz demasiado chillona de su amiga volvió a hablar, esta vez con voz calma.
- ¿Tampoco sabes lo que es divorcio?- preguntó cansada ya de tanta interrupción en el juego. Ese era el problema jugar con los niños. No entienden nada. – es cuando tus papá se va a vivir lejos y te viene a visitar los fines de semana y te lleva al zoológico.
- ¿Y por qué?- Gabriel cada vez entendía menos. Valeria miró la pintura desgastada del techo unos minutos, intentando recordar lo que sucedió antes de que sus padres se separaran Eso hace un año ya.
- No sé... de pronto el papá comienza a llegar muy tarde, porque trabaja mucho, y la mamá reclama y reclama y el papá se enoja. La mamá le grita un tanto, que la comida, que la hora, que la casa... y el papá la mira a veces, otras se va u otras grita el también otro tanto. Y las peleas se hacen cada vez más interminables. Hasta en la noche pelean, y hay que taparse la cabeza con los cojines para poder dormir. Entonces llega un día que los dos entran a tu pieza, muy amorosos y sin pelear, y te dicen que te quieren mucho pero que el papá se va a ir de la casa, aunque nunca los dejaras de tener porque un papá es papá para siempre.
- ¡Qué extraño!- exclamó Gabriel frunciendo el ceño. Tomó un peluche mal remendado que descansaba sobre una improvisada cuna y empezó a caminar hacia la puerta.
- ¿Ya te vas?
- ¡Pero si nos divorciamos!
- Ah! Pero no es inmediato. Un grupo de señores tienen que decidir ahora si nos divorciamos o no.
- ¿Qué señores?
- Unos de corbata y con mucho gel en el pelo.
- ¿Por qué ellos? ¿Los que se divorcian no somos nosotros?
- ¡Preguntas demasiado! Ya mejor saltémonos esa parte y sigamos jugando. Además tu mamá ya va a llegar.
Gabriel se encogió de hombros y siguió caminando hacia la puerta.
- ¡Hey! ¡Yo me quedo con Elsa!
- ¿Elsa?
- ¡Nuestra hija, tonto!- dijo lanzando un bufido y quitándole al peluche de las manos
- Un osito de peluche no puede llamarse Elsa. Además, si tu te quedas con en esta pieza, y yo me quedo con nada es injusto. Quiero el osito.
- No. Tu quisiste irte, ahora asume. Pídele a la ‘esa otra mujer’ que te acoja ahora. Ni yo, ni Elsa queremos saber de ti ahora.
- ¡Yo no quiero irme! ¡Tú pediste el divorcio!
- ¡Pero si lo pedí fue por tu culpa! Nada de esto pasaría si no te hubiese ido a acostar con tu secretaria. ¡Seguiríamos siendo una familia! Aunque veo que tú nunca entendiste ese concepto.
- Ah! Ahora el único culpable soy yo. No te costaba haber sido un poco más comprensiva. Trabajar menos, salir menos y preocuparte de una vez de Elsa.
- Para ti es fácil, ¿no?, tu sólo trabajas, en cambio yo, Yo llevo las riendas de esta casa!
- Hablas demasiado
- Y tu no haces nada!
- No comprendo como pude casarme contigo
- Maldito el día que te conocí. Vete!! Vete, maldito!!!!!!!!!!!!
Valeria cerró la puerta con tanta fuerza, que a la pequeña Elsa, que miraba por detrás del sofá, creyó que toda la casa se vendría abajo.
Valeria lloró un poco mientras iba a la cocina a continuar con el almuerzo.
Y Elsa se preguntaba si los finales de los cuentos que ambos solían contarle por las noches, se harían realidad.
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