Se ve como el pobre Martín cruza el umbral de su puerta, con sus pantalones cafés desteñidos y su polera roja toda agujerada producto de las fuertes mordidas que le propagaba cada vez que su madre lo golpeaba .Sus manos llevaban un gran balde lleno de agua , la cual utilizaría más tarde para bañarse .
Martín dejó el balde sobre la mesa y se fue a su cama, en la cual pudo ver manchas de sangre las cuales le hicieron recordar la noche anterior... cuando su madre al verlo comiendo pan le proporciono unos golpes dejándolo inconsciente hasta la mañana siguiente.
Martín, el pobre Martín, que ni siquiera un apellido poseía, se lanzo en su cama y comenzó a llorar, sin embargo, su llanto no era la de una persona herida... era el llanto de una persona que había perdido el deseo de vivir.
Estuvo mucho tiempo postrado en la cama, sin moverse, sin parar de llorar... hasta que escucho un extraño sonido que provenía de la habitación de su madre, se asomo para ver que ocurría y pudo ver como un gato destrozaba la habitación. Preso del pánico, Martín tomo el balde con agua y se lo lanzo al gato, pero esto solo sirvió para empeorar las cosas. Martín, al ver lo que había ocasionado, se sentó en el umbral de la puerta esperando a su madre, pero solo al pensar en lo que le ocurriría decidió marcharse, tomo toda la comida que se encontraba en la despensa, la envolvió en su cobija y corrió, corrió lo más rápido que pudo sin volverse atrás. Se pudo ver como de sus delicados ojos salían las lágrimas, deseaba regresar, deseaba lanzarse en los calidos brazos de su hermana, pero sabía que eso era imposible.
Corrió durante mucho tiempo sin rumbo fijo, pensando en todo lo que dejaba atrás, pensando en su hermana, su único consuelo en la vida. Cuando decidió parar se encontraba en la cumbre de una montaña, se sentó en una roca y comenzó a llorar. Su dolor era tan grande que las lágrimas no le alcanzaban para desahogarse, tomo su cobija, la abrió y sacó un pedazo de pan y comenzó a comer pensando si a su hermana no le faltaba comida.
Muy pronto calló la noche y Martín seguía sentado, había pensado en lo que había hecho... y decidió regresar. No le importaba lo que hiciera su madre, solo deseaba poder estar cerca de Maria, su hermana, por la cual sentía un amor prohibido, un amor que no debía sentir. Se paro rápidamente y salió corriendo, sin embargo todo estaba muy oscuro y no podía ver bien a donde se dirigía. Pero toda esta felicidad acabo cuando Martín calló por un pequeño peñasco y quedo atrapado. El pobre martín estuvo tratando de subir o de bajar durante casi toda la noche. Finalmente, Martín, vencido por su agotamiento, se quedó dormido hasta que los primeros rayos de sol acariciaron su rostro, al abrir sus ojos pudo ver que se encontraba muy alto y esto hizo que se petrificara. Acobijo sus piernas con su pecho, hundió su cabeza en sus piernas y espero que alguien llegara. Pero el tiempo pasaba y nadie llegaba, el pobre Martín preso de su desesperación decidió tirarse por el barranco y así acabar con todo su sufrimiento, pero de pronto una suave y delicada voz le pidió que no lo hiciera; Martín pudo ver como Maria le extendía la mano y le sonreía con su calida y reconfortante sonrisa; Martín tomó su mano y al subir la abrazo fuertemente, y ella, solo con su calida voz le respondió:
-vamonos.
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