El pucho encendido por el filtro desde una sonrisa de vidrio, ver pasar flotando por la calle mi propia cabeza de globo aerostático. Y pensar que cinco minutos en babia es demasiado tiempo, perdido en el paisaje blanco, o en un circo de neón intermitente. En la fiesta, antes del derrumbe me miro mirarme los zapatos dos caballos sucios, disecados. Ginebra es la ciudad de cloroformo donde la lengua es algodón o algun batracio moribundo cubierto de palabras. Más tarde caeré por escaleras con los ojos brillosos, emocionado por el hecho, de viajar directo al paraíso.
Texto agregado el 30-05-2006, y leído por 111 visitantes. (0 votos)