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Marius P. leyó el cartel de la puerta: “Alfombra: Limpiaros las suelas antes de entrar”. Con un paso largo la evitó. Era su primer día después de quince años de servicio en la empresa. Otra innecesaria redistribución de empleados lo había trasladado de puesto de trabajo y ciudad. En una instancia solicitaba los días por el cambio de domicilio. “¡Son tres, no veinte!” -espetó con sorna prepotente el encargado del personal. “Discrepo.” Se encendió. En su oficina hacia años que nadie discrepaba sin salir perjudicado. “¿Pero qué ciudades son éstas?” Respondió serio: “No son ciudades sino mundos. Asqueante, el mundo del que vengo y Vomitivo, el mundo en el que estoy. Para mundos el convenio establece veinte días”. |
Texto agregado el 30-05-2006, y leído por 103
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