Eres como el último barco que quedó navegando sobre mi mar inquieto hasta encontrar su paz a las orillas de un nuevo sentimiento que me enseñaste a sentir...
Tu abrazo y tu silencio, las noches con llantos interminables, las palabras repetidas y las preguntas sin respuesta ocuparon gran parte de ese tiempo que juntos aprendimos a ocupar como un desafío al dolor.
Tus manos acariciaban mi pelo alborotado y tu mirada prudente observaba el rastro que la tristeza iba dejando en mi cara, mi corazón y mi persona.
Pensé haberlo perdido todo, incluso muchas veces te dije que no quería continuar con una vida vacía que ya me pesaba demasiado, pero tu, con la paz que te caracteriza me enseñaste que algo podía más que el destino, algo que hasta entonces las lágrimas no me dejaron descubrir al mirar tus ojos, un nuevo amor que inocente afloraba en un resplandeciente amanecer...