Me brota de la cabeza un hilo azul
que ayuda a partir el mundo,
en tres pequeños puntos de suciedad.
Es este hilo sucursal de mis apetitos.
hoy no veo sino mi mano desfallecer
y envilecerse la opacidad de mi caída.
Y es que caigo,
solapadamente, sobre mi mismo
en un ir y venir.
Me acabo,
pero estiro la mano y siento que extermino a la uña,
al ser en blanco y negro que se dibuja en frente,
y que al mismo tiempo sonríe como si le debiera algo;
desaparece y aparece,
se forma como mi mismo,
pero se aleja y grita cuanta obscenidad se le ocurre.
Es el acido que me quema la piel.
Hoy me veo, apetitosamente, muerto.
Pero si salgo vomitando el hoyo negro que debía ser mi ser,
las cosas vendrán hacia mi,
me tomaran entre sus brazos,
y solo un hilo azul saldrá de mi cabeza.
No hay lugar para verme arrojarme,
sino el accionamiento encadenado
del problema matemático de la costumbre.
Hoy me fulmino con la indecisión de ese árbol
que se yergue frente a mi como poderoso,
y con el me aniquilo, me maltrato, me renuncio a ser así.
Es una especie de condena
Hoy me convierto en un parpado morado,
que invisibiliza el negro-rojo-sulfúrico del mundo.
Hoy muero pero consumo ese retrato mío
que flota nebulosamente en el mundo.
|