Belisario y la caliente flor, se fueron echados por mi padre y por camachos. En su reemplazo se colocó como cuidanderos a unos familiares de Libardo López, que en ese entonces era el cuidandero del ENCANTO, la finca de la mesa, que habíamos comprado antes del chaparral. Cuando yo conocí a Don Antonio, que después sería conocido como el gallero, no me dio mala espina pues me dijo como está doitoi, cosa que valió para que la comenzáramos a llevar bien. Se acordó llevar al gallero y a su señora, doña Carmen y a sus hijos, que eran como cuatro, al chaparral, como nuevos cuidanderos. De estos hijos me hice amigo de una señorita llamada Rocío, que tenía una especie de anemia y era verde, verde como pasada. Además me hice amigo de los dos hijos de el gallero: un muchacho de unos veinte años llamado jairo y que yo le puse como apodo, el duro y de Ruperto, un joven de escasos trece años.
TODA ESCOBA NUEVA BARRE BIEN, fue el decir de los dueños del chaparral, al ver como era el comportamiento de esta nueva familia como administradores del chaparral.
Entre tanto, los cuidanderos comenzaron a tener a mi y a mi papá como preferidos, pues solo por poner un ejemplo, el hijo mayor de camachos, un tal jimy, no saludaba a los hijos del gallero y se portaba de tal forma, que todos decían que era un creído. Jimy se la pasaba jugando y molestando a los perros doberman que había dejado José Gil.
En aquel tiempo, un grupo de are khrisnas estaban en el parque de la mesa, y yo me llevé desde allí para el chaparral. En el camino me dijeron que dejara el cigarrillo y que me uniera a ellos, como novato. Llegamos al chaparral y después de dos horas de cantos y alabanzas, se fueron todos bravos pues yo seguí fumando, cosa que no les agradó de a mucho.
Como se podrán dar cuenta las relaciones de amistad con jimy no eran buenas. Era por decirlo así, tirantes y de hipocresía. Nunca he sido partidario de dármelas y jimy era un antípoda.
La esposa del gallero, doña carmen, mataba todos los fines de semana gallinas y nos preparaba sancochos a toda hora. Doña carmen le cogió rabia al señor Ortiz y frente a todo el mundo lo acusó de ratero. El señor Ortiz tuvo que desempacar todas sus cosas y decir que no era ningún ratero.
Desde allí y por otras causas que se sale del tema tratado, el señor Ortiz no volvería por el chaparral jamás.
La piscina comenzó a quedar lista y creo que costó como unos veinte millones. Además se construyó un kiosco en paja y un bar. Camachos y su segunda, estrenaron la piscina, pues mi padre nunca en los diez años de ésta, se metió en ella.
El japonés tenía un primo llamado Javier. En ese entonces estaba de moda una propaganda en donde una mamá le decía a un niño llamado Javier: Javier, tomate la colada. Ya voy mamá, así que a este Javier se la montaron y todo el mundo le decía: Javier, tómese la colada. De tanta montadera cuando le decían a Javier que se tomara la colada, este respondía QUE COLADA NI QUE HIJUEPUTAS…
El chaparral se inauguró muchas veces, acudían muchas personas y todo era gratis. Se formaban rumbas y todo el mundo gotereaba. Al final nadie compraba las llamadas acciones.
En ese entonces se contrató como administradora general a la dama Marta, Esta sería el florero de Llorente, para acabar con las relaciones de mi padre y el señor camachos. Mi padre siempre fue el trompo de poner de los camachos y Marta se dio pronto cuenta de esto. Todo iba por mitad, y nosotros siempre éramos dos y los camachos como cincuenta. Se utilizó estos argumentos para acabar las relaciones con camachos. Mi padre le compró la mitad a los camachos en treinta millones y hasta ahí llegó la sociedad. Además de mahoka, yo tomaba de vez en cuando con un viejito llamado don arturito. Mi hermano, una vez que íbamos para la finca, le dijo que más don arturito batanero, lo que lo puso a volar y todo rojo de la piedra comenzó a decir, minutos después: Ay, hay que dejar esas putas manos quietas. Esa berriondera, por no dejar ESAS GRAN PUTAS MANOS QUIETAS. Don arturito me acolitaba a tomar y ya hinchos me hablaba de que había que ir al bar de las puñaladas para tomar y dejar la berriondera.
Solamente una vez fue como invitado especial al chaparral, la familia de José Luís, el primer amigo que tuve en la mesa y que yo dejé tirado por irme al chaparral. En aquella ocasión, hablando, me decía que si él hubiera sido mujer, hubiera sido bien puta.
En aquellas fiestas que se hacían, alguna vez bajó el negro José Marí, que en su oficina me hizo sentir bien mal, pues se emputó por yo estar fumando y de la manera más drástica me hizo apagar el cigarrillo. Cuando lo vi en el chaparral, todo amusgado y con la cara de yo no fui, prendí un cigarrillo y le dije, aquí si puedo fumar negro hijueputa?. El negro Marí Jesú no me dijo nada y yo con la satisfacción que da la vergüenza justa, me retiré fumando el eterno cigarrillo que siempre me acompaña.
Algunas veces nos emborrachábamos con el duro, aunque este era una persona muy extraña, a la que le gustaba Michael Jackson y no se prestaba para mojársele la canoa. Nos sacábamos las botellas de vino a escondidas y mucho tiempo después lo mataron en la vía del colegio a Bogota. A éste un día le solté el carro, desde antes del salto del tequendama, hasta el colegio. Fuimos buenos amigos, nada más. Que descanse en paz.
Del gallero y de su familia solo puedo decir que fueron dos años más o menos de tranquilidad y descanso. No fueron los mejores, pero tampoco los más malos. Así termina el periodo del gallero, de la sociedad con camachos y comienza una nueva etapa para nosotros.
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