A mi padre.
Yo no sé como diablos fuimos a parar en ese gran peladera que es la tierra donde se construyó el gran chaparral.
Mi papá y yo, habíamos comprado unas tierritas, un lote, un lotecito en el municipio de la Mesa, en cundinamarca y allí nos la pasábamos todos los fines de semana, limpiando la tierra y yo, leyendo los periódicos de los días sábados y domingos y también los festivos. Conocí en ese año a José Luís, un muchacho, campesino, de unos catorce años y nos hicimos bastante amigos. Yo era una persona súper decente y venía de estudiar del claustro del rosario, jurisprudencia. Tenía ganas de estudiar más y es así como me la pasaba leyendo libros de toda clase de temas.
DON JOSÉ GIL O JILACHO MAYO. EL NEGOCIO. Estábamos bien en aquella finca de la Mesa, cuando una vez, el señor camachos bajó a nuestra finca con una de sus sucursales, la famosa Betty, más tarde llamada por cariño, la fea. Estos se llevaron a mi papá al pueblo vecino de Mesitas del colegio y allí conocieron a un comisionista de finca raíz que también tenía un puesto en la plaza y que resultaría tío de alex y de todos los demás candiles, personajes que después, mucho después, llegaría yo a conocer. Este comisionista, don floro, les presentó a mi papá y a los camachos a un tal José Gil, quien tenía una finca muy bonita y barata. Mi padre bajó con sus dos acompañantes y antes de abrir la puerta, el jilacho, ya tenía preparado los wiskhys para los posibles clientes. Camachos se pegó una borrachera pues le gustaba mucho el trago ni que decir, maldita sea, se hizo el negocio. La finca les costó veinte millones entre dos y es así como se adquirieron las tierras y las cosas del gran chaparral, que en ese entonces se llamaba la granjita.
a camachos se le ocurrió convertir esas casuchas todas feas y semidestruidas, en casas bonitas; así que, sin tumbar nada, comenzó a remodelar las habitaciones y las construcciones, pues mi papá, sin decir nada, le dejó a los camachos que tomaran la iniciativa en todas esas locuras, que después se convertirían en la base del club el chaparral.
LOS MAESTROS DE OBRA: DON ALIRIO, DON ADELMO ROZO. CESAR CABRÓN. JAIME NOJAKA, O SIMPLEMENTE MAZORCAS. EL CARPINTERO. EL GORDO ADONAÍ GIL. Para ese propósito. camachos comenzó a contratar “rusos”, soviéticos, maestros de obra, con el fin de reconstruir todas esas porquerías de casas.
Antes de continuar, debo señalar que el lugar donde se encontraban esas casuchas era una falda de precipicio. Al borde de este, comenzaba mi granjita. A esta se podía llegar caminando por un camino real que era un botadero de basura y donde los borrachos y la gente que vivía en las afueras del pueblo y cerca de ese precipicio lo usaban para hacer las necesidades que le cuerpo les exigía. Además el comienzo del gran chaparral se separaba del camino real con unos criaderos de marranos y cuando calentaba el sol, que era casi todos los días, se presentaba un gran olor a mierda de marrano que era insoportable al principio. Además de esto, como a los dos o tres años de comprada la finca, nos dimos cuenta que las tierras eras bañadas por preciosas aguas de desperdicio que venían de las alcantarillas del querido pueblo de el colegio.
Don Alirio Rozo fue el primer gran capataz de las obras del comienzo del gran chaparral. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y cuando reía no desunía los dientes, cosa que hacía decir a los camachos, que risa tan mariconcita tenía el gran capataz del chaparral.
Don Alirio siempre hacia lo que decían los camachos. En varias oportunidades camachos le hizo volver a hacer todos los trabajos que según él, estaban mal hechos. Don Alirio, terminó siempre diciendo, después de hacer tres o cuatro veces lo que camachos le pedía, con esa sonrisita tan maricona que tenía: “es que siempre hace falta la supervisión de don camachos”… El maestro Alirio aseguraba que él tenía tres huevas y que por esa razón tenía tanta fuerza. Solo usaba una muda de ropa y era experto en todo. Lo último que trató de hacer fue llevarse un muro de cincuenta metros de largo, que mi papá había hecho en la finca de la mesa. Tiempo después, lo mataron a puñaladas por meterse con mujeres casadas por allá en una vereda llamada las angustias.
Don Adelmo era hermano de Alirio, es el tipo más perezoso que conozco. Era el cocinero de los maestros y de los ayudantes. Dormía de nueve de la noche a las seis de la mañana. Preparaba el desayuno y se volvía a dormir hasta las doce del medio día. Preparaba el almuerzo y se volvía a dormir hasta las seis de la tarde. Al final se despertaba, preparaba la comida y se dormía desde las nueve de la noche hasta el otro día. Parecía un dormilón.
Después de Alirio, asumió el comando de la reconstrucción de la finca, don cesar cabrón. Maestro de confianza de los camachos, no pudo terminar nada de lo hecho, pues con unos ayudantes, familiares suyos, se accidentó y casi se mata. Tiempo después, llegamos a tomar y cuando se emborrachaba se le medio mojaba la canoa, pues se subía a la camioneta y le gustaba mirar y molestar a los maricas de la 22.
Hubieron muchísimos más obreros, está por ejemplo el gordo Adonai gil a quien no le gustaba usar el sanitario pues pensaba que si se sentaba en él, una rata le podía morder la cola. Era por esa razón, que por los lados donde él se hacía a trabajar, había plastas de mierda que eran mojones de su lugar de trabajo y se olía un olor insoportable como a popó.
Jaime MOJAKA O MAZORCAS o simplemente Jaime, no podía decir desde chiquito mazorca sino que decía mahoka., de allí su apodo. Fue el obrero que más tiempo trabajó con mi papá, en todo el tiempo del gran chaparral. Resultó hermano de guilli o del que después le pondríamos el alacrán. Jaime además de que todos los que lo conocían lo nombraban de padrino, de compadre, pues era tan bobo que toda la plata que le sobraba de las tomatas, se la gastaba en regalos para sus ahijados, tenía un olor insoportable de pecueca, cosa que alguna vez casi me hace vomitar. Mahoka, tomaba cerveza con sus amigotes, maestros, la mayoría, hasta que se caían o trasbocaban al no poder más. Le tenían el cuento que andaba enamorado de su propia hermana, la inolvidable AL.., mazorcas, pues borracho colocaba a todo volumen el disco de Luis Alberto posada, enamoré de mi hermana. MAJOKA, hombre analfabeto, humilde, goterero y amante del santafecino lindo y de todo lo que fuera fútbol, no perdonaba fin de semana para tomar y tomar. Tiempo después, alguna vez que salí del KAI como a las tres de la mañana, un tal montanegro me buscó pelea. Mojaka se paró y de un solo puño mandó al agresivo a la tierra, este se paró y salió corriendo.
Ese es el gran Jaime mazorcas, defensor de los que le gastaban unas frías algunas veces y aunque con un alto índice de pecueca, puedo decir que fue uno de mis primeros amigos que tuve en el gran chaparral.
LA CALIENTE DE DOÑA FLOR Y SUS TRES MARIDOS. (¿TRES O MÁS?). BELISARIO. Al principio, se contrató a la pareja de Belisario y flor, para cuidanderos del chaparral. Yo dormía en una pieza horrible y me acompañaba a veces mi papá o el señor Ortiz o papa salada como le decíamos. EL SEÑÓR ORTIZ O LA PAPA SALADA. El señor Luis Enrique Ortiz había comenzado trabajando con mi papá, cuando mis hermanos y yo estábamos pequeños. Había sido desde joven evangélico y era un muy buen muchacho entrando a trabajar a mi casa, recomendado por el señor padilla, pastor evangélico, que comenzó siendo chofer de mi papá y pasando tiempo después a ser chofer del expresidente Pastrana Borrero.
Mister Ortiz fue mucho tiempo el chofer de la familia. Cuando nos íbamos de pequeños a pasear los fines de semana y en las vacaciones a lugares de veraneo, toda la familia, el señor Ortiz nos conducía el carro. Cuando Mr. Ortiz se tiraba a la piscina, caía en plancha y sacaba hartísima agua. (como serían esas quemadas de pecho tan machas que se pegaba, pobrecito). Después de ser el chofer de mi familia, pasó a ser el chofer del doctor Pastrana, del dr. Turbay y de Betancur.
Mucho tiempo después, Mr. Ortiz, manejando una buseta, cometió un acto que fue un escándalo completo, ya que los periodistas le dieron al percance una gran importancia. Ortiz iba manejando la buseta cuando ésta se varó; Ortiz tratando de arreglarla, sin dejar salir a ninguno de los pasajeros, lo único que consiguió fue prender el fuego resultando la buseta incendiada, muriendo en aquel accidente como doce juezas y jueces con quemaduras de primer grado. Ortiz fue a para directamente a la cárcel modelo. Mi papá medio serio, medio en broma, tiempo después comentaría que papa salada lo había hecho de aposta solo para ver como los quemados sacaban la lengua, del calor tan macho que hacía dentro de la maldita buseta.
De la cárcel salió más malo. Seguía siendo evangélico y su estadía en la cárcel la llamaba, su tiempo pasado en la universidad. Se colocaba anillos de acero y pulseras de cobre y medallas de plata. Le había dicho al juez del caso de la buseta, que lo dejara en la cárcel, pues él no tenía a donde ir y además porque la comida y la estadía allí era gratis, con tan buena suerte que el juez lo hizo salir de la universidad. También le aseguraba al juez y a la gente que la buseta había sido quemada por un fantasma que en forma de payaso se había presentado y que lo había obligado a echarle candela al bus, causando el accidente.
El señor Ortiz, cuando trabajaba con mi padre, llevaba a mi hermano Fernando a las reuniones de los evangélicos, pues sin ser mi hermano evangélico, en ese tiempo andaba enamorado de una cristianita llamada Ana María. Como papasalada era evangélico, se sentía cómodo acompañando a mi hermano menor, escuchando los dos las charlas y prédicas dadas por el reverendo hermano Sixto López, uno de los fundadores de la emisora nuevo continente y muy buen predicador. Alguna vez, dando un sermón el misionero Sixto, molestaba al mismo tiempo que predicaba, con unas llaves. El señor Ortiz se paró y a grito entero dijo: Ay, es que ese hermanito Sixto parece un San pedro con esas llaves. Todos los fieles se ponían furiosos por las impertinencias del señor Ortiz, menos mi hermano que se tenía que tragar las potenciales carcajadas de risas. Papasalada era el mismo que una vez se fue a seguros Bolívar, para meterse como vendedor, cuando supieron que era empleado de mi padre, lo aplaudieron y le decían, ahí está el sucesos de Batanero. Cuando iba con mi hermano a las reuniones de los hare khrisnas, decía que a él no le gustaba dejar los zapatos en la entrada pues de pronto se los robaban… ESE ERA PAPASALADA.
Con toda esa clase de antecedentes, mi papá volvió a recibir a Ortiz como chofer y fue así como él era el que manejaba el viejo chevrolet modelo 1955 mío, rumbo a el colegio, lugar del chaparral. Belisario y “la caliente de su mujer”, doña flor, fueron, como dije, los primero cuidanderos del chaparral. Entre semana, cuando ni camachos ni mi papá bajaban al colegio, Belisario se iba de cacería, (tiempo después un primo suyo en un accidente, lo mató en esas cacerías famosas), y doña flor, la caliente flor, entraba a escondidas a su mosaico de turno. Cuando eran los fines de semana, los dos eran la pareja ideal, aunque cuando camachos y mi padre montaban a caballo, que habían sido incluidos en la venta de la finca, y se iban por los caminos de herradura, estos paraban siempre en los mismos lugares, sitios donde se vendía cerveza y guarapo. Sin saber por qué razón los caballos paraban allí, los dos socios comenzaron a pensar sobre el asunto, hasta que descubrieron que cuando ellos no estaban, Belisario dejaba descansar los caballos al frente de las guaraperías y así poder al mismo tiempo amarrarse las jincheras, empinando el codo con cerveza, chirrinche o guarapo.
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