Tal vez andaría bordeando los quince, cuando mi padre me contó este corto cuento. A esa edad todo es drama, rebelión, protesta, insatisfacción… o al menos lo era para mí.
Tal vez sería que me lo contó en el momento preciso, la cosa es que la reflexión que éste
cuento causó en mí luego marcó fuertemente mi actitud hacia la vida y sus circunstancias.
Siempre hay una manera de enfrentar y reaccionar ante un mismo hecho: positivamente o negativamente. Uno escoje su postura, el resultado de esta elección, es lo que abre o cierra soluciones y oportunidades luego en la vida.
Leí recientemente un texto de gamalielvega:“ Recuerden al Elefante”, y éste bello texto me hizo recordar al cuento de mi padre, tal vez alguien aquí también lo lea en “su cuarto de hora preciso" y le sirva tanto como a mí lo hizo, cuando me lo contaron a los quince.
"Los Gemelos Impares"
Mateo y Marcel eran tan diferentes como diferentes podían llegar a ser un par de gemelos, a excepción de su apariencia física, que era lo que apenas tenían en común.
Marcel solía mirar por su ventana, ni bien se acaba de despertar cada mañana. La Segunda cosa que hacía religiosamente era quejarse del clima, sea cual sea: demasíado o poco sol, lluvía (se arruinó el día),demasíado calor o frío, mucho viento. Con mucho esfuerzo Dios conseguía inventarle 2 días al año de clima perfecto para él. El resto del día era un rosario de quejas, cualquier excusa le servía: la comida muy caliente o muy fría, un maestro demasiado estricto o permisivo. Toda frase suya incluía la palabra “demasíado”. El mundo confabulaba contra él a diario. Así era Marcel.
En contraste Mateo encontraba alegría hasta en las cosas más insignificantes. Si había mucho viento: ideal para salir a volar cometas. Si llovía significaba que luego saldría a recoger sapitos. Le encantaban los guisos caseros que su madre solía preparar. Así era Mateo.
El treceavo cumpleaños de ellos llegó en un momento en el que la familia atravezaba por estrechéz económica. Habían tenido que vender el tractor del rancho y canjearlo por una
mula vieja que les ayudara en las faenas agrícolas.
Razón por la cual apenas le alcanzó dinero al padre para comprar una bicicleta. Decidió sorprender a Marcel con este obsequio, a ver si tal vez así lograse contentar a su incontentable hijo….ya pensaría que darle a Mateo luego….total él seguro se alegraría igual con cualquier cosa, como siempre…
El día del cumpleaños, al despertarse los gemelos encontraron sus regalos al pie de la cama. Para Marcel una bellísima bicicleta nueva. No bien éste la vió, pensó que la mala suerte la suya, como siempre: “ Esta bicicleta va a causarme una desgracia que lamentaré luego lo presiento”- comentaba pensativo- “...yo que no tengo experiencia montando bicicleta…seguro….seguro que no mas salgo a montarla y no le atino a frenar a tiempo y me estrello contra un árbol..o peor aún me arrolla un coche. Seguro me quiebro algún hueso de paso, obviamente quedaré lisiado y ya no podré correr ni jugar más…que mala suerte la mía: una bicicleta...justo a mí!”.
Mientras tanto al pie de la cama de Mateo había una caja de zapatos atada y decorada con un gran listón azul. “Un regalo para mí!”- exclamó emocionado mientras se lanzaba de un salto para empezar a abrir su regalo “ ¿qué será? ¿qué será?”- se decía lleno de exitación mientras sacudía con cuidado la caja tratándo de adivinar el contenido.
Al abrirla encontró un gran pedazo de excremento animal.
“Yeaaaah!... seguro que afuera está mi pony! …que felicidad la mía!”- dijo mientras cerraba su caja con la sonrisa más amplia y genuina de la que era capaz. Mientras observaba desde su ventana la mula más parecida a un pony que hubiese visto jamás… esperando por él.”
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