"Canto una canción llena de pena, que apenas mantengo la compostura. El silencio del salón es tan lúgubre, que me hace sentir bien, sin gente que escuche este triste sentimiento.
Toco una sonata, solo para aquello que no entienden, es gracioso, que a veces pienso que no estoy cuerda, y tal ves así es.
Canto una ópera, un tanto oscura, que hace temblar la soledad de la triste habitación. Pero nadie real, quiere, escuchar aquellos melancólicos sentimientos que guarda mi alma.
Dame una razón, para seguir viviendo en este infierno. Dame la satisfacción de saber, que tiene algún sentido esta lucha.
Y aquí estoy cantando esta canción (no me encuentro bien) no son necesarias las palabras, si eres capaz de ver mis cicatrices, y así rompo con el contexto de la vida mía, queriendo morir, me siento Dios al tratar de hacerlo. Soy una MALDITA hereje, lo se."
Ahora, pienso, en lo que guardo en las profundidades de mi armario. Y un olor, si, un olor ha podrido, a descomposición, un olor a muerto.
Y busco entre todas mis viejos libros y partituras, y encuentro: tus ojos, tus orejas, tus pulmones, y, en un frasco, tu, ahora blanco, sin sangre, sin vida, sin alma… si, encuentro, tu Corazón…
Y mientras recuerdos esos amargos e infelices momentos llenos de una triste alegría, una sonrisa malévola se forma en mi tétrico rostro, y no me arrepiento de lo que hice. No fuiste listo, y no miraste mis muñecas, solo miraste un frío rostro, que no te importo, solo me diste una calida (y sádica) sonrisa…
Canto una canción, y en una partitura, compongo un réquiem, quien diría que yo sería una asesina, tan callada que me veían…
Camino por la calle, a un paso lento, en dirección contraria de los demás, me siento bien de haberte enterrado al fin. Camino por las calles, un día nublado, y las hojas caen, mientras yo miro al cielo…
- Que gris esta el cielo… así esta mi alma, ja – mi gabardina negra se mueve al paso del viento, y una lágrima seca se desliza por mi mejilla blanca por el frío – soy amante de la muerte… eso es un asesino, un simple amante…
Vengo de regreso, de aquella oscura habitación, donde tú tocaste en tu piano, una dulce melodía, tal vez era para mí, pero jamás lo sabré. Me dedicaste una amble sonrisa, ahora ya no lo harás más…
Mis labios están morados, al igual que mis manos, mi cara es blanca, y mi rostro esta bañado en lágrimas. Sostengo una botella, de rojizo veneno, y en mí cama estoy acurrucada a mi almohada, mientras vomito sangre y digo en un susurrante llanto, desesperado y cansado mi última agonía…- perdóname…
|