Otra vez había llegado el maldito domingo a la vida de Ángel: Angustia garantizada. Parecía que todos morían ese día para renacer el lunes. Ese día ni el teléfono sonaba, ni su familia interactuaba. No había obligaciones por cumplir, ni placeres para el deleite. No había canciones para acompañar el momento, ni hermosos recuerdos para apañar el presente. Ángel no tenía un amor para extrañar, ni un amor para olvidar. Quizás el lunes si, pero no el domingo negro.
Ángel tocó el violín, pero pensando en otras cosas. Pensó en algo que sobre todas las cosas le faltaba en ese momento: Felicidad. "¿Cómo es esto? Además qué sé yo de la felicidad. Pero me confunde. Los otros días leí que todo hombre que esté bien consigo mismo, es feliz. Y creo yo, que dentro de todo me gusta como soy, pero no estoy feliz. Yo necesito felicidad ya, ahora. No, pero no es así, estoy confundiendo todo. ¿Qué es felicidad?" El tema superó a Ángel, que descubrió que había compuesto una melodía que no había escuchado jamás. La tocó una y otra vez. Era hermosa, y con ella se puso a reflexionar en la semana que había pasado. "Me fue bastante bien, aprobé los parciales de lingüística y anatomía, me reconcilié con Bartolomé. No se podría haber dado mejor la semana que pasó". Estos pensamientos llevaron a Ángel a reconciliarse consigo mismo. Sentía que debía estar muy feliz con lo que había sucedido en estos últimos días. Pero otra vez una sensación de angustia lo interrumpió. "Necesito felicidad ya, y en este domingo es imposible encontrarla". Dejó el violín fuera de su estuche y salió a caminar. Pensó caminando como a él más le gustaba.
Pensó otra vez en todo lo que había venido reflexionando y distinguió que debía diferenciar algunas cosas. Advirtió que se estaba manejando por diferentes planos de la felicidad. Estaba tratando con la misma expresión cosas diferentes, pero aquellas cosas, según Ángel no podían llevar otro nombre que no fuera felicidad. "No puedo dejar de admitir que hoy no estoy feliz, que no estoy sonriendo. Creo que me falta la felicidad más básica que puede conseguir alguien. Es la felicidad de estar bien ahora, esa felicidad que nos motiva, que nos mantiene vivos. Esa felicidad que aparece cuando nos divertimos, cuando vemos a alguien que queremos. Esa que rara vez se encuentra en mis domingos". Ángel pensó en una felicidad mucho más honda que también notaba que de vez en vez estaba en su vida. Esa felicidad de etapas pero que, a no ser que sea muy intensa, no nos mantiene día y noche saltando de la alegría. Esa felicidad que provocaba el éxito en la facultad, en algún trabajo, en estar en buenas relaciones con la gente amada. Esa felicidad que en los primeros momentos es como la más básica pero que después pasa al segundo plano y se transforma en una estela de una estrella fugaz. "Claro. Recuerdo aquella fiesta en la que no podía disfrutar de nada a causa de haber reprobado Psicología. La felicidad más básica es mas potente y nos exalta, sin embargo es menos duradera, y además, esta condicionada por la segunda felicidad, que cala en lo mas hondo de uno". Ángel empezó a pensar en ejemplos de las dos felicidades y era bastante coherente como se conectaba todo. Volvió a casa y tomó el violín otra vez.
Intentó proseguir con la melodía que había comenzado a crear, pero la había olvidado para siempre. Entonces decidió tocar un fragmento de "Eleneor Rigby."
El padre de Ángel apareció en la sala de estar con la mirada perdida, en busca de unas cajas, de esas que siempre están y nadie sabe que tienen, que todo lo que puedan tener dentro y que sirva jamás se usa por estar oculto y las que un día se abren cuando todo ya esta muy viejo, listo para tirar. Ángel lo miró y pensó en él. "Tiene una familia unida. Tiene un buen trabajo. ¿Por qué no se lo ve disfrutando de la primera felicidad cuando todo esta dispuesto para que exista la segunda?". Le pareció poco probable que alguien con todo lo que tenía su padre, no pudiera disfrutar de los pequeños momentos. Seguramente habría gente que lo tenía todo y era muy aburrida, corría pocos riesgos y le costaba mucho sonreír. Pero Ángel sabía que su padre no era así. "Él sonreía tanto como yo, parecía disfrutar de todo. Del asado de los sábados, de los viajes, de los partidos de basket. ¿Y ahora?". Ángel dedujo que algo faltaba y pensó en lo que había leído hacía unos días. "¿Será posible? Seguramente. Hay una tercera felicidad."
"Esa tercera felicidad que lo enmarca todo de una manera maravillosa. Esa felicidad que implica estar bien con uno mismo e ir de la mano con los valores e ideales que nos hacen ser mejores personas. Una felicidad como resultado de llevar la vida que nos gusta y de encontrar la paz en lo que tenemos y lo que defendemos. Esa felicidad que quizás no nos exita tanto como las otras pero que permite disfrutar de las otras. Esa felicidad que quizás sólo se encuentra al final del camino. Pero hay que esforzarse por encontrar ese camino." Ángel se sintió conforme con su conclusión. Pensó, con un poco de lástima, en la gente que lo tenía todo: familia, dinero, momentos explosivos; pero que no vivían sintiéndose bien con ellos mismos y caían en la depresión de un domingo, un domingo eterno.
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