Mi muy querido *Santomé*:
Quise empezar esta carta ahora, si, ahora que los sentimientos son prematuros y la incertidumbre del día a día es más latente. Como siempre, escondiéndome bajo las palabras, pero entiende que mis miedos me dominan y me hacen tambalear frente a ti. Pero ten la seguridad que esta carta tiene la firmeza de mis ojos, mirándote, adivinando cada gesto, cada pensamiento que cruza por tu mente, mientras las palabras recorren el camino a tu corazón.
Cada día que pasa vas ganando la batalla a mis miedos, me respondes las preguntas en silencio y me quitas las ganas de correr, de escapar de todo lo que me rodea, algo tan simple que me cuesta creerlo. Te imagino de mil y una maneras en mi futuro mediato, casi tan real, tan latente, que me cuesta creer que estoy soñando; pero la realidad es tan suave que mis fantasias caen ante tu presencia en ésto que llamo presente.
Pero tu imagen se desvance con el tiempo y aún no me puedo dejar de preguntar Será verdad? Y eso ahora ya no importa, porque disfruto de cada segundo que respiro, con un silencio que envuelme mis pensamientos, aprendiendo a soñar despierta pero con los pies pegados a tierra.
Sentimientos prematuros, que quieren crecer, pero el tiempo enseña, aún cuando el corazón late es inevitable sentir las marcas que dejó el pasado, frenando mis deseos, bajando el ritmo a este corazón ingenuo, aventurero y suicida que a pesar de las heridas, se empeña en seguir.
Imagino tu mirada, las preguntas que te invaden, tratando de buscar las palabras correctas para escapar de este laberinto y sonrio con tu imagen en manos. Y no existen las palabras correctas, entiende que las cartas no sólo llevan palabras; sino también guardan deseos ocultos entre líneas y el deseo -mi deseo- que guardo en cada línea, es que seas feliz, aunque esa felicidad no me incluya a mi.
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