Recostado en su cama abrigada, descansaba un hombre que entre el sueño y la realidad, pensaba consciente e inconscientemente en su vivir. Los días no pasan por pasar, un minuto no dura más que otro minuto, cuantas hojas tiene un árbol, donde esta la frazada que me cubría hace veinte años, cuando sólo era un adolescente, eran cosas que se preguntaba el hombre. Algunas respuestas se entretejían en variados planteamientos y variadas tácticas de pensar y actuar, otras simplemente por lógica se respondían casi sin esfuerzo, pero siempre se presentaban esas que no se pueden responder. El hombre no se alteraba; también pensaba que todos en sus estados pensaban esas cosas, además se aseguraba que tampoco encontraban respuesta. Con un desequilibrio hacia la inconsciencia, su pensar se mezclaba con sus sentidos, y su vista vagaba en las sombras que dibujaba el espacio vacío de cortina de su ventana, el cual dejaba pasar luces externas, que pintaban las más diversas figuras en su imaginación. Y es que esas imágenes son realmente propias, son quizás lo único propio de cada persona, pensaba el hombre, son figuras sin descripción, son figuras incomparables, destellos de sueños y cuerpos que flotan en las paredes de una habitación, cuerpos que jamas se vuelven a ver, y que de día no se recuerdan. Tienen algún mensaje tal vez, tienen alguna señal de futuro o quizás de pasado que deseen comunicar, se agudizaban esas ideas en su consciencia, y una especie de incertidumbre eterna lo envolvía, haciendo desesperar y agilizar las ideas, al extremo de sentirse flotando en las nubes del raciocinio. Su cuerpo intacto, vuelve a la tranquilidad su pensar, y su enfoque desesperado no lo lleva a resultados, fija su atención a otro sentido; es ahora su oído, el que se agudiza, y su corazón parece retumbar en el silencio de la penumbrosa habitación, el sonido de la corriente de electrodomésticos y hasta el reloj parecen tener un volumen aumentado, y la consciencia comenzaba nuevamente en búsqueda de señales, que sólo la inconsciencia podría entregar, pero también sabia que la inconsciencia vivía en el futuro, y nadie puede vivir su futuro, si alguien manejara la inconsciencia, no tendría ese nombre, y el futuro no existiría. Es difícil vivir en la inconsciencia, y es que siempre es así, es difícil vivir, porque la incertidumbre y la sorpresa, aunque no lo queramos nos hace actuar de forma intuitiva y sin pensar. Con esto, el consuelo de las frustradas respuestas que necesitaba, porque solo algo concreto puede ser una respuesta para un hombre común, porque un buen sentimiento no se ve y no se toca, solo se siente, con disposición, con tiempo, con gusto y pasión. Esa respuesta es la que nadie busca, la demostración, la seguridad basada en prohibiciones de actos y pensares, la censura del ser, es lo que respondería fielmente a una pregunta de futuro. El hombre creía que el amor también era futuro, y que sus derivados iban haciendo creer cada vez mas que se podía hablar en grupo del amor, no lo creía así, el amor no se puede pensar de a uno, el amor no se puede pensar de varios, el amor se piensas entre dos seres, el amor se vive entre un hombre y su amor, entre el amor y su hombre, el amor se vive, entre un escritor y su libro de amor, y viceversa, el amor no es amigo de nadie, el amor se imita ilegítimamente, el amor no se discute, y no se dan opiniones de amor, sólo se escriben secretos que un lector vera plasmado con tinta, en algún tipo de papel. El lector es sólo uno, por lo mismo no se rompe este pensamiento de amor que le regalo. Esta feliz, el hombre esta feliz, de haber pensado, de no haber encontrado alguna respuesta, y de vivir, el hombre esta contento de vivir y pensar, sabiendo que este ultimo acto, no se sirve nada mas que para cosas comunes, y que la inconsciencia es libre, libre como el dibujo de nuestra mente, libre como el sonido del tiempo, libre como los pasos que un ciego puede dar, al no saber donde va. Libre de saber que pensar no sirve para nada...