Recuerdo que una noche en un bar de ocasión me enamore perdidamente. Fue en uno de aquellos lugares en donde los pocos vasos que existen son de plástico, ya que los bebedores recibimos la cerveza directamente del botellón de litro. El rock que sale por los parlantes es estridente, al nivel de que la única manera de comunicarse con alguien es a los gritos. La mayoría de las veces uno no entiende ni la mitad de lo que te hablan. Y para que hablar de la nube de humo grotesca que se forma en el encierro que nos protege del habitual frío que ofrece la calle. Aquella véz estaba cerca de la puerta sentado arriba de una mesa, en parte por que no habian sillas o quizas por que me sentía con la confianza suficiente, producto de la borrachera, como para apoderarme de las cuatro patas.
Practicamente mi única función esa noche fue analizar a quienes entraban y salían del bar y de una u otra forma el liquido de mi botellón no acabo nunca, cosa que no pude dejar de agradecer a quien fuera responsable. La visión que tenía del tráfico de bebedores se parecía más a un video de Metallica que vi alguna vez que a otra cosa. Todo me parecía en camara rapida hace horas; entradas y salidas, botellones que se vaciaban, el mio constantemente lleno, humo, rock, gritos y más gritos. Así fue hasta que entro ella.
No recuerdo su caminar, pero se que se ubicó frente a mí a pedir su cerveza, sin vaso de por medio. Rubia, trigueña o quizas pelirroja. No podría asegurar el color de su cabello, pero si era largo. Ví como conversaba con unos conocidos y disfrute su contagiosa risa. Aunque más bien la adivinaba, ya que me daba la espalda. Fumadora como ella sola, unos 10 cigarrillos en una hora, y yo iba a la par. Tenía una mirada que penetraba en tu ser, eso se leía en quien tenía por acompañante de conversación. Y yo podría haber estado arriba de esa mesa, de piernas cruzadas y agarrado de mi botellón por horas observandola. Se que esa noche me enamoré. Y la recuerdo perfectamente. No necesito saber como era su envoltorio, solo necesito recordar las sensaciones que provoco en mí aquella noche, una de tantas, en aquel bar que protege del frío y permite ocultarme en alguna esquina habitual sobre cuatro patas.