Comenzaba el mes de flores, coloridos hermosos y endulzantes para la vista.
Casi todo el mundo sonreía, casi todo.
El día era espléndido, lo pájaros verdosos cantaban
Y mi mirada observaba callada y discreta por la ventana.
Mis labios se apresuraban a mentir
Y mi voz junto al aire se fugaba despacio y despacio por las veredas de la ciudad tranquila.
Yo cantaba una ópera preciosa y esperaba a que llegara mi sombra.
Niños jugando, empleadas limpiando y yo aquí, cantando.
Un perro atormentado, un gato en televisión y farándula por la radio.
Casi todos conversaban, casi todos.
En mi puerta hay arañas, y en mi cama libros.
En la calle está un enemigo esperándome sentado,
Y yo aquí, sobreviviendo… ¡cantando!
Ni el viento me acariciaba, ni sus ojos me miraban
¡Ni sus manos me tocaban!
Ni siquiera mi almohada me escuchaba.
Casi todos sonreían… ¿y yo?
Casi todos conversaban… ¿y yo?
Casi nadie cantaba, ¿y yo?
Tan fuerte como para que me escucharan.
Una luz revienta en mi techo
Sonidos esperan mi aliento
Y cierro mis ojos y pienso:
El día es bello, la gente conversa y yo canto.
Nadie a mi lado, solo el espanto de un vidrio roto en mi brazo.
Y sigo sola, sola.
-Amigo llegaste-
Soy tu sombra.
Burbujeante lloras
Deja, no es hora.
Burbujeante cantas
Deja, soy sorda.
Burbujeante mientes.
No importa, estoy sola.
Dijo mirándose al espejo.
Para qué cantas.
Para que me escuchen.
Para qué vives.
Para cantar.
Para quién vives.
Para el espejo.
Y por qué.
Porque está mi reflejo.
No te veo.
No me veas, no me sientas, ¡no me oigas!
No puedo.
Sí puedes.
Sí puedo,
No puedes.
No me convences, cierra mi puerta
Esta cerrada.
Ciérrala.
Y la ventana se quiebra
Y las murallas se estallan
Y el cielo entristece.
La gente no habla
Ella no canta
Y la opera comienza a desaparecer.
Comenzaba el mes de las flores marchitas.
Coloridos pocos y amargos a la vista.
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