Por una extraña razón que desconozco el silencio ha inundado la casa y no me atrevo a romperlo ni siquiera con la canción “Marco Polo” de Loreena McKennitt. Es agradable esta sensación de quietud, pero la siento como un presagio de algo, pues demasiado silencio no es común en una ciudad de por si ruidosa. Qué raro, me siento como si anduviera caminando en la selva entre helechos gigantes y madreselvas olorosas. Anoche, la lluvia tenía el mismo arrullo que los arroyuelos que serpentean entre los árboles del bosque de niebla del centro de Veracruz y no tuve el valor de desairarla quedándome dormido. Corrí la cortina para mirar las gotas resbalar por el cristal de los ventanales y pensé en ti, me preguntaba cómo serías como pareja, es decir, si el destino nos hubiera puesto en el mismo camino siendo ambos solteros, ¿hubiéramos sido capaces de mantener una relación? Se que el “hubiera” no existe, pero quise elucubrar, imaginarme una vida en común. Creo que ni siquiera habríamos llegado a ese punto, tú con tantos sueños y yo viviendo en un mundo paralelo hubieras terminado por odiarme o aburrida. Se lo difícil que puede ser compartir tu tiempo, tus sentimientos y tu espacio con alguien que no está sintonizado contigo, que puede apoyarte pero no comparte tus sueños y que su mente y su cuerpo no están, por lo regular, en el mismo lugar. No hablo de mi pareja, tú bien lo sabes, sino de mi mismo. Podrás pensar que soy un desadaptado social, un lunático, un pobre infeliz, que necesito terapia psicológica, un ritual de purificación o de menos, una limpia con hojas de ruda y aguacate oloroso. No lo creo, más bien, quizá me resista a participar en un mundo lleno de reglas de comportamiento preestablecidas, de relaciones sociales simuladas, de doble moral, de violencia ritualizada, de competencia desmedida y ambición sin fin. Hasta ahora he vivido mi vida como he querido y la disfruto al máximo. Cierto, no tengo muchas cosas que hacen feliz a la gente, pero tengo otras que me hacen feliz a mí: Mis largas caminatas entre la vegetación de la selva, sentarme a mirar una caída de agua, leer a la sombra de una ceiba gigante, escuchar el trino de las aves en el bosque, dormitar desnudo en una playa solitaria.
También me hace feliz estar contigo, robarte un poco de tu tiempo y recrearme con tu presencia. Quererte a ratos y olvidarte por días. Me gustan esos pequeños intervalos en que nuestras vidas coinciden y aguardar con ansia otra ocasión para verte.
Ahora gozo del silencio, de estar solo en casa, del frío de esta habitación (a pesar de que afuera hace calor). A lo mejor mañana me despierto con ganas de verte, de hablarte por teléfono, de hacerte el amor...
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