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Aquellas cajas, que estaban apiladas en el centro de aquella sala, contenían todas las pertenencias personales que les podían hacer falta mientras no le terminaban de arreglar la casa en donde vivían. El salón, en donde se encontraban, era parte del piso de José Ramón, un amigo de la infancia que se lo había prestado, mientras no terminaban de reparar la casa de ellos.

Se habían decidido a reformar, la suya, después de estar pensándolo varios años. La casa se les había quedado pequeña, sin calefacción, con alguna que otra gotera, la instalación eléctrica necesitaba una revisión, la…, la… eran muchas obras menores que tenían que acometer por eso después de cuadrar los gastos tomaron la decisión de repararla. En un principio pensaron en tirarla y hacerla de nuevo pero el arquitecto les dijera que aquel tipo de casa era mejor arreglarlas y conservar el estilo autóctono de la región, además de que el gobierno les daría una ayuda para hacerlo.

La casa en cuestión se la había dejado en herencia su padre, que este a su vez la había recibido del suyo. Tiene construida 101 años y es la primera vez, que él supiera, que se le iba a hacer un arreglo de esas dimensiones. Tiene una superficie de… ¡Oh! perdón… no les he presentado, me estoy refiriendo a Pablo Pilón y a su familia, Ofelia, su mujer y a Pablito su hijo de 7 años. Esta familia, una de tantas de Galicia, que está en reparar su casa, que buena falta le hace. Y para ello se han mudado al piso que le ha prestado su amigo José Ramón. Pero…como le iba diciendo. La superficie del terreno es de dos mil quinientos metros cuadrados y la de la casa ciento setenta de construcción.

La casa, es una casa típica gallega. Tiene las paredes de piedra recebadas ocultando la hermosura de la construcción añeja. El tejado es de teja pero por un lado está parcheado con uralita. Las divisiones internas son de madera. Lo mismo que el techo. El suelo es de cemento pulido. Las ventanas son de PVC colocadas en lugar de unas antiguas de madera hacia unos cinco años. Las viejas se habían quitado porque no mantenían el calor lo suficiente. En invierno la casa era un témpano de hielo. Las tres estufas que tenían no daban el calor suficiente para mantener confortable el interior de la vivienda. En la cocina está la típica cocina de carbón o leña. Si bien también tienen una de gas butano, que es la que se usa el resto del año.

Terminado de carretar las cajas desde la furgoneta. Los tres se sentaron en los sofás de la sala. Se miraron y ninguno de ellos quería ser el primero en romper aquel silencio. Hasta que Pablito se decidió a decir “En que habitación voy a dormir”. Bastaron esas palabras para que todo empezara a cobrar vida. Otilia se irguió de un salto, conminó a Pablo a hacer lo mismo para que cargara unas cajas y las llevara a la que iba a ser su habitación por esos ocho meses. Estaban en Noviembre y tenían muchas cosas que arreglar. Llevó a Pablito hasta su habitación y le puso dos cajas en el suelo diciéndole: “Acomoda esta ropa en los cajones del armario y luego vienes a por más”

Así hizo el niño. Cuando hubo terminado de acomodar la ropa se dirigió a la sala a buscar otra caja que pusiera su nombre. La encontró pero antes de cargarla y llevarla consigo, dio una vuelta por la sala. Miró las paredes, el techo, las esquinas, palpó los radiadores, se dirigió a la cocina y la inspeccionó de la misma manera que había hecho antes en la sala.

.- ¿Buscas algo Pablo? Escuchó que le preguntaba se madre
.- Si estaba buscand… no, no importa era una tontería. Contesto el niño.
.- Pero dime ¿Qué buscas? Insistió la madre.
.- Nada mama, no era nada. Ya te dije.
.- Bueno pues si no es nada, apúrate en llevar esa caja y acomodarla en tu habitación. Que cuanto mas rápido terminemos más tiempo tendremos para nosotros. De acuerdo. Le dijo su madre.
.- Vale mama, vale, ya termino de ordenar todo.

El niño agarró la caja y se dirigió a su habitación. Que quedaba al fondo de aquel largo pasillo. Cuando pasó por la habitación de sus padres posó la caja en el suelo y entró en la misma y la volvió a inspeccionar con la misma meticulosidad que las dos anteriores. Hecho eso salió de la misma, cogió la caja y cabizbajo enfiló hacia a su cuarto.

Termino de acomodar su ropa, sus juguetes, sus libros escolares, cuadernos, colores, canicas, etc. Y se dirigió de nuevo a la sala pero pasando por todas las estancias de la nueva casa y revisándolas de una en una.

…………………………………………………………………………………….


.- Pero…. ¿Por donde entrara? No vi ningún hueco por ningún sitio. ¡A no ser él que esta arriba de la cocina! Pero…. ese es muy pequeño y…

Quien estaba hablando así era Pablito. Estaba recostado en su litera pensando en aquel hueco. Era consciente de que tenía un problema encima y no sabia como aclararlo. No quería acudir a sus padres pues se consideraba ya grande para molestar a sus progenitores con “esas” preguntas. En el colegio no quería preguntarles a sus compañeros por la solución a este “su” enigma. Pues a lo mejor se mofaban de él. ¡Tendría que solucionarlo el solo! Y… ¡Vaya si lo solucionaría!

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Llegó el mes de Diciembre y con él la alegría, las ilusiones, la lotería, los juguetes, los adornos, el abeto de Navidad, Papa Noel, vacaciones escolares, etc. El nacimiento ese año no lo pondrían pues todo había quedado embalado en la casa vieja. Pablito estaba feliz pero… aquel problema… aun le rondaba en la cabeza. Se estaba acercando la fecha y no había encontrado la solución. Y… mira por donde fue a encontrar esa solución. Fue el día en que su padre tuvo que subir a la azotea del edificio para poner una antena parabólica. Pablito le pidió si podía subir con él para ver la ciudad desde aquella altura.

Tan pronto el padre abrió la puerta que llevaba a la azotea, Pablito salio corriendo hasta la barandilla de la misma y empezó a gritar.

.- ¡Mira Papa! ¡Mira, mira! ¡Se ve el mar desde aquí! Le gritaba con emoción Pablito a su padre.
.- ¿No lo sabias, hijo?
.- ¡No! Desde abajo no se ve. ¡Claro como estamos en el primero! Le contestó Pablito.
.- Pues ahora ya lo sabes. Y aquello de allí es la…
.- Si ya lo se es la Torre de Hércules. Le interrumpió el niño
.- Veo que ya la conoces ¡Eh!

El padre de Pablito empezó a desembalar la antena de la caja de cartón para proceder a su instalación. Mientras, el niño seguía inspeccionando la terraza. En un momento de aquella inspección se decató de la presencia de unos tubos de uralita que estaban en posición vertical y le pregunto a su padre

.- ¿Cuáles? ¿Eses? ¡Ah! Son las chimeneas de los pisos. Le contestó el padre
.- ¿Chimeneas? Pero… ¡Si nosotros!, bueno… el piso de José Ramón, no tiene chimenea. Contestó a su vez Pablito.
.- Si hijo son los tubos de las chimeneas, extractores, salidas de humos, gases. De todas esas cosas.
.- ¡Ah!... ¿Chimeneas, dices? Y… cual es la nuestra. Le volvió a preguntar Pablito a su padre.
.- Pues no lo se hijo. Será uno de eses. Puede ser cualquiera… ¿Por qué lo preguntas?
.- No, no por nada. Por… preguntar solamente.

Pablito se quedó mirando para aquellos tubos y luego miro también para el cielo. Al cabo de un tiempo se dirigió a su padre diciéndole:

.- Papa…
.- Dime Pablo, ¿Qué quieres?
.- ¿Desde que altura se puede ver esta azotea?
.- Pues no lo se. Me imagino que desde muy alto
.- Se verá… desde la Luna. ¿Los marcianos nos estarán viendo?
.- ¡Pues claro que nos están viendo! ¡No faltaría más! Ellos tienen unos telescopios muy, pero que muy grandes y nos ven como si estuvieran delante de nosotros.
.- Y… ¿Desde un avión? ¿Nos verían también?
.- También, también pero nos verían mucho mas pequeñitos. En sus platillos voladores no les entran los telescopios grandes.

El padre de Pablito terminó de colocar la antena parabólica y le dijo a su hijo que fuera hasta el piso y le dijera a su madre que conectara la televisión y mirara si se veían los nuevos canales.

Pablito fue raudo y veloz escaleras abajo a realizar el encargo de su padre. Este lo quedo mirando como corría en dirección de la puerta. Cuando el niño desapareció por ella, no pudo resistir la tentación de mirar para el cielo y decir en voz baja. “Marcianitos “yuju” estáis ahí. ¿En canal trasmitís?” dijo esto mientras saludaba con la mano derecha como si intuyera que lo estaban filmando. El niño tardó casi media hora en regresar y cuando lo hizo su padre le dijo:

.- Estaba empezando a pensar en que os habíais olvidado de mi ¿Pasó algo allá abajo? le preguntó.
.- No. No paso nada. Lo que pasó es que…. Mama estaba hablando por teléfono con la abuela y yo… yo… no se como funciona este chisme. Así que tuve que esperar un poco. Contestó el niño mientras olisqueaba el aire
.- Pe… pero que haces Pablo porque olisqueas. Le dijo su padre.
.- ¿Qué? ¿Qué es… olisqueas?
.- ¡’Oler! ¡Oler el aire!
.- ¿Oler el aire? ¡Ah!... Por nada, estaba… estaba oliendo…. a cigarrillo.

Mientras decía esto se puso serio delante de su padre. Como recriminándole alguna conducta indeseada.

.- ¡Pablo! ¿Porque me miras así? ¡Yo… no estoy fumando! ¡Sabes bien que lo dejé hace tres meses! Le dijo su padre con una sonrisa en la cara.
.- Pues no parece. Como veo esas colillas ahí. Antes… no estaban
.- Bueno, bueno. Me pillaste. Pero…no le digas nada a mama. ¿Vale?
.- Vale. Pero prométeme que no volver…
.- Vale te lo prometo. ¿Y…?
.- Y… ¿Qué?
.- ¿No me tienes que decir nada? Le dijo el padre
.- ¿…? ¡Ah! Si. Que vayas tú abajo y que lo mires tu mismo. ¡Eso es lo que dijo mama! ¡Que lo vieras tú mismo!. ¡Que tú eres el entendido!
.- ¡Mujeres, mujeres! Ya bajo y no te muevas de aquí que ya vengo. No te subas a la barandilla ¿De acuerdo?
.- ¡De acuerdo! Mi capitán. Contestó el niño.

Mientras el padre bajaba al piso, Pablito continuó olisqueando el aire hasta descubrir de donde provenía aquel olor ya conocido por él. Tan pronto averiguó el lugar lo marcó con una tiza de color amarillo.

A los cinco minutos subió el padre. Recogieron todas las herramientas, la caja de cartón vacía en donde había venido la antena y procedieron a bajar a la casa. Iban los dos echándose bromas mutuamente comentando entre ellos la última extravagancia de su madre. Que no había sido otra que la de poner en la casa, concretamente en la cocina, una docena de palitos de incienso encendidos. El olor que emanaba de ellos era tal que había tenido que poner el extractor. Era tan fuerte el olor que aun le parecida olerlo allí en la azotea. Bajaron lentamente sonriendo por aquella incidencia maternal. Pero el padre no pudo, o no supo, distinguir aquella sonrisa de satisfacción que enarbolaba en la cara, en ese momento, su hijo.
…………………………………………………………………………………

.- Pablo hijo, ¿Ya le escribiste la carta a Papa Noel? ¿Qué le pides? Le preguntó la madre al niño.
.- Si mama ya se la escribí y ya se la envié. Le pedí… tu ya lo sabes. ¡Ah! Y… espero que acierte con esta nueva dirección. Porque la verdad como somos nuevos aquí. No se, no se.
.- Claro que acierta cariño, tu sabes que el lo sabe todo Él es… mágico. Le contestó la madre. Mientras estiraba los brazos a modo de que se acercara para abrazarlo.
.- Si mama pero…. pero… y si necesitara ayuda. A lo mejor está tan ocupado que se olvidó de anotar mi nueva dirección y si va a la casa vieja y no ve el arbolito… a lo mejor pasa de largo. Dijo Pablito mientras se acercaba a los brazos de la madre.
.- No te preocupes por eso hijo. Tú sabes que Papa Noel tiene muchos ayudantes y si no viene él, ya mandará a uno de sus sirvientes. Pero ahora, anda, dame un beso y deja que él arregle sus problemas.

Esta pequeña conversación la tuvieron Otilia y su hijo antes de que se fuera a dormir la noche del día 24 de Diciembre, Pablito.

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No eran las ocho de la mañana y ya Pablito estaba de pie enfrente del árbol de Navidad de la sala. Al pie del bello y adornado abeto se encontraban unas diez cajas envueltas en papeles de colores. En cada una de ellas una pequeña tarjeta con el nombre de su dirigente.

Allí delante de todos aquellos regalos y con los brazos en jarra. Solo pudo sonreír y decir “Misión cumplida”.

¿Por qué… misión cumplida? Pues muy sencillo. Al cambiarse de casa Pablito tenia, serias, dudas de que Papa Noel supiera su nueva dirección y por eso tuvo que subir a la azotea y darle una pequeña ayuda. Y no fue otra que marcar la tubería del tejado con globos y con su nombre. Así él sabría cual era la que bajaba hasta la nueva casa y no tuviera pérdida

Tenéis dudas de… ¿Que como averiguó cual era el tubo que bajaba a su casa? ¿Como es que se dice? ¡Cuando la preocupación acucia, la imaginación se agudiza! ¿Para ese problema buenos fueron los palitos de incienso y el extractor de la cocina. Lo demás, amigos, deducidlo vosotros.

¡Ah! Se me olvidaba. Deseo de todo corazón que paséis una feliz Navidad y un Venturosos Año Nuevo 2004, en compañía de todos vuestros seres queridos.

Texto agregado el 23-12-2003, y leído por 755 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-12-2003 jejeje, en esa terraza he estado yo; se ve también El María Pita, el paseo marítimo y a veces, el tranvía...ahhh y un poco del castillo de San Antón. Un saludo. nomecreona
26-12-2003 He disfrutado con tu cuento Francisco. Destila tranquilidad. Muy gallego. Buenas imágenes de la vida allí, de la casa. Me pilla de cerca. Paso parte del año en una aldea en Pontevedra y has clavado el escenario. Saludos, Jose. mac
23-12-2003 Buen texto, mis *****y feliz navidad, besos monilili
23-12-2003 Un lindo cuento franlend. Un cuento costumbrista, citadino. Una historia sencilla y tierna. tambordehojalata
 
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