Tenía como treinta libros sin vender y ya se acababa el tiempo de cerrar el recital, así que tuve que ir de uno en uno a ofrecerles los libros que quedaban. Con suerte o casualidad, pude venderlos todos. Conté el dinero y fui donde el autor para entregarle la plata. El escritor estaba firmando autógrafos a todos los que le habían comprado su libro. Me le acerqué y le di su dinero. Gracias, me dijo. Iba a pedirle que me obsequiara uno pero lo vi tan ocupado que le dejé ir, así como esos maderos en un río caudaloso.
Miré el reloj, aún no era tan tarde. Me despedí del escritor y salí a buscar un lugar para tomar un café. Tuve suerte, no había mucha gente, así que llamé al camarero y le hice mi pedido. Mientras esperaba me puse a escribir un rato. Recuerdo haber escrito sobre una reunión en donde todos los artistas deseaban vender sus libros, y todos ellos se dirigieron hacia mí... Desperté asustado y bastante tarde para ir a cualquier sitio. Miré el lugar en que estaba y no había ni un solo cilente. Llamé al camarero y le pedí la cuenta. Pagué y salí a la calle sin saber adónde ir cuando un grupo de borrachos se acercaron para robarme el poco dinero que tenía. Me robaron, y casi me dejan en pelotas... Tuve suerte pues me dejaron mis escritos, aquello que escribiese en el café.
Llegué a mi casa totalmente adolorido y temblando de frío. Tomé un baño y decidí sentarme a escribir otro poco más. Recuerdo que puse una historia de un niño que no sabía escribir ni leer, pero otras cosas sí sabían... como, remedar lo que la gente hacía, imitar sus voces, buen gusto en las mujeres... Mi alterego.
Recuerdo haber despertado y sentirme sucio y adolorido. Estaba sobre mi máquina de escribir y muchos papeles lleno de mis pálidos garabatos... Los leí pero no me gustaron. Pensé en Sabato, en Carver, Calvino, etc, y todos ellos escribían más de seis horas al día, y yo, apenas un momento. Miré mi cama y sentí ganas de dormir. No pude resistirme y fui a mi lecho, y soñé, estaba vivo aún, de eso estaba seguro, y tuve el mismo sueño que la última vez, pero esta vez eran animales llenos de dinero en sus fauces y todos me pedían libros, libros y más libros... Desperté y tuve que pensar, y pensé el resto de toda la noche...
El ruido de la puerta me arrastró hacia la ventana de la casa. Había un grupo de niños, y todos tenían libros... Les abrí y me mostraron el libro que yo me encargué de venderlos en la última cita. Y luego, me fui a mi casa a continuar escribiendo....
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