Lo que empezó a no gustarle de ella eran sus repentinas mañanas de tristeza y tedio. Michael tenía veinticuatro años cuando se casó con Carito, hija de un pudiente empresario textil; fueron tres años de buen matrimonio, eran amor incondicional y fogosa pasión. Michael era muy convincente y demasiado atrevido para as proposiciones, así logró convertir a Carito en exhibicionista; los empleados de la fábrica textil los atraparon varias veces haciendo el amor, una en el deposito de trastes viejos arropados en un lona raída por el tiempo; otra encima de un escritorio sobre papeles y lanzando por los aires todo objeto que incomodara sus posiciones desaforadas; también en el baño de mujeres provocando hondos ecos de irrefrenables gemidos; Carito era muy poco silenciosa al tener sexo y Michael no sabía exactamente lo que significaba pudor. La parejita gozaba de liberalidad y simpatía, nada hacía prever un trágico final.
Al amanecer un viernes Carito rechazó las provocaciones de su amante esposo quien decidió ir temprano al trabajo para evitar el mal humor en el que caía su mujer periódicamente. A Michael nada le extrañó no verla en la fábrica pues era dispensa en ella faltar cada vez que el ánimo se le ponía de ese modo. Al final de la jornada Michael estaba exhausto, tomó un par de cervezas en un recurrente bar, gastaba tiempo para al volver, encontrar a Carito dormida.
Al llegar a casa, cerca de la medianoche, notó todas las luces apagadas, cuando traspasó el umbral de la puerta de calle sintió un olor tenue, algo conocido; tal vez había sentido ese olor antes cuando niño hacía los encargos en el camal; se quitó los zapatos con la intención de hacer menos ruido, avanzó silencioso por la escalera, el olor se hacía más perceptible para sus sentidos de animal salvaje; al abrir escrupuloso la puerta de su habitación sintió en ella, empañado, el olor a carne, a piel desnuda. Apretó el interruptor de su izquierda y vio el cadáver impávido de su mujer desnuda que yacía sobre los edredones persas, tenía las manos en el bajo vientre y una expresión de cristo crucificado, el circular espejo en el techo reflejaba la mórbida escena; echó a llorar a los pies helados de su amante. La televisión estaba encendida, en la video casetera ya había dejado de correr el video porno que se filmaron durante la luna de miel, para recordarla siempre dijeron. Cerca de la cama improvisado en el suelo un frasco de barbitúricos daba el diagnostico final: Carito decidió morir.
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