En ese momento sólo miraba por la ventana. La suciedad hacía que su rostro se desfigurara, pero ni si quiera la limpieza podrían alegrarla.

La altura del edificio era espectacular, toda la ciudad descansaba de todo a las 2:05 de la madrugada. Activos semáforos seguían acompañando la noche.

Sin darse cuenta una lágrima corrió por su cara y bordeó el mentón para caer en su pie derecho. Nada más a ella le quedaba.

Todos estaban aniquilados.

No lo pensó dos veces, abrió la ventana y se lanzó.

Antes de lograr su objetivo pensó si 17 pisos eran sufieicentes.

En algún otro lugar del planeta, un muchacho hacía lo mismo.

Habían sobrevivido al apocalipsis, pero llegaría el próximo antes de que algo los juntara.