El lúdico abrazo de las primeras reacciones mostraban sólo un instante de lo que había pasado dentro del músculo estertóreo… la nueva sensación no solventaba la necesidad de dirigir, como una flecha, aquel sentimiento.
La mañana ya entraba en su habitación, pero era como si aún la noche quisiera situarse en su alma, calma... si era su sueño, similar a deidades somnolientas y estrujadas que se quedaban como momias ante el insensible ojo del recuerdo, que no lo dejaba salir o llegar porque en el fondo era real, pues era tangible.
Los niños cantaban y reían, comentaba su madre lamentándose y llorando por lo sucedido, precisamente aquello era lo que nadie quería escuchar, deseando el mal futuro que pronto había de llegar. Desafortunadamente eso era imposible y mas nunca se oyó hablar de nadie, y nadie fue feliz por eso, nadie festejaba, nadie sonreía, nadie lloraba (en silencio, pero de felicidad claramente) y limpiamente nadie saltó al vacío, que estaba lleno de lamentos. Ellos muy amablemente recibieron a nadie, como si le conocieren desde pequeño, y lindo aprecio fundaron mutuamente.
El tiempo pasó desmedido y sigiloso frente al rostro de nadie, y junto con los lamentos envejecieron en sabiduría y afecto, una verdadera familia. Día a día, paso a paso, aquel vacío iba llenándose de otros sentimientos creados por nadie y los lamentos, nada más bello que eso, nada más regocijante y nadie cantando.
Súbitamente una promiscuidad de pensamientos premeditados quebranta la paz de nadie, raciocinio inmaculado mancha la ingenuidad presuntuosa de la íntegra familia. Ninguno es uno, sólo son la diferencia entre vida y desdicha, sí desdicha. Los lamentos ahora sórdidos regalan las sobras de olvido suspiradas por nadie, quien con mucho esfuerzo intentó otorgárselos a perpetuidad.
El reciproco sentimiento, que una vez formó una vida, confundido netamente por razonamientos falsos, que originalmente y desde la nada, es decir desde el comienzo de la deshumanización, crean finos charcos de sangre, sinónimo de muerte. Deplorable intención tenía el destino respecto a nadie, de hecho nadie lo sabía, pero decidió omitir razones, las cuales muchos problemas la habían provocado, y de esa forma salió del abismo.
Probablemente la idea no es sentimental, pero sincero y humilde nadie llora su último alarido sin pensarlo dos, tres, cuatro, mil veces… mas sólo una retrospectiva alucinante podría salvarte de todos tus muertos, le dijo su madre, al verlo llegar. Él no dijo nada, únicamente se acostó en el suelo, cerró los ojos y despertó.
El sol ya había entrado a la habitación y un hedor desagradable pero con mística, salía debajo de la cama, nadie estaba allí, enrollado con hilo de plata hasta la garganta, un suave color morado teñía su rostro, tierno de frialdad, no más lamentos cariñosos, no más acogedor ambiente, el destino egoísta alborotó su soplo con un agrio final para los lentos, dulce para todos.
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