Cuando me sonreiste, aquella
tarde; despreocupado,
y en tus ojos brillo es deseo,
fue inmensa mi dicha
y de paz se colmo mi alma.

Cuando llegas a mi, inquieto;
y mis palabras calman tus dudas,
renace en ti la tranquilidad,
y mi corazón guarda la esperanza de
hacer realidad tu despertar en mis brazos.

Cuando aquella fria noche, en que
caminaba pensativa y distante,
en medio de la oscuridad del invierno,
la luz de tu voz escribió, ante mis ojos,
un mensaje, que entre líneas,
me confesó tu pensar en mi,
cambió la sensacion de mis horas pasadas,
en medio de la tristeza,
y una sonrisa le devolvió la fé a mis días.